
EL PECADO COMO MURALLA
(1 Juan 3:4)
El pecado en la Biblia es la trasgresión voluntaria de los mandamientos de Dios y un rechazo a su persona. En resumen, es vivir de espaldas a Dios. El pecado genera en la persona sentimientos negativos y destructivos, los cuales pueden llegar a ser difíciles de reparar. Según la Biblia, el pecado se inició por el diablo en las personas de Adán y Eva. (Génesis 3). La Biblia destaca que la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23). Como podemos ver, el pecado tiene sus consecuencias, que son terribles y trágicas para quien o quienes lo practican. El pecado se convierte como una muralla entre el hombre y Dios. Ésta es tan alta, que impide que las oraciones o clamores lleguen a Dios de una manera fácil, y también, no permite que Dios haga llegar sus bendiciones. Bien sabemos, que quien construye esta muralla, es el diablo. En toda la Biblia encontramos muchos casos de pecados y sus consecuencias. Sin embargo, encontramos en ella, cómo Dios por medio de su misericordia no ha destruido a los pecadores, más bien, ésta nunca decae y se renueva cada mañana. (Lamentaciones 3:22-23). Dios nos da la oportunidad de arrepentirnos y volver a Él, dejando todo pecado, para lograr la salvación. Si el arrepentimiento es sincero, Dios borra todos nuestros pecados y nunca más se acuerda de ellos (Hebreos 10:16-17).
Por mucho tiempo, Dios ha hablado a la humanidad para que se arrepientan de sus pecados y vuelvan a Él. Toda la Escritura nos hace referencia a la labor de los profetas y de los discípulos, en el cumplimiento de este deseo de Dios. Sin embargo, la humanidad ha hecho oídos sordos a esta voluntad salvífica de Dios. Por el contrario, decidieron matar a los profetas y siervos del Señor, para hacerlos callar. Cada vez se construyen murallas entre Dios y la humanidad. Son tan altas, que no llegan las bendiciones de Dios. La separación entre Dios y la humanidad es cada más evidente. Pero, gracias a la misericordia de Dios y el amor por su Creación, decidió enviar a su Hijo Jesucristo para que nos reconciliara con Él. (Juan 3:16-17). De ahí que, "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad." (1 Juan 1:9). Jesucristo, es el único que nos puede reconciliar con Dios y lograr el perdón, para gozar de su salvación. Él es único capaz de destruir la muralla que nos separa de Dios. Jesús no vino a condenar al mundo, sino para salvarlo (Juan 3:17). Sí queremos recibir bendición de Dios, debemos destruir la muralla que hemos construido, para que su gracia nos alcance, desde ahora y para siempre. No debemos descartar que las consecuencias del pecado son terribles y catastróficas. La guerra, la violencia, la miseria, la explotación, la corrupción, el tráfico de personas, la marginación, la prostitución, la inmoralidad, la epidemia del COVID 19, la persecución, los secuestros y muertes de mucha gente inocente, en especial de niños, son señales de las consecuencias del pecado.
Mientras exista esta muralla entre Dios y la humanidad, las consecuencias del pecado seguirán siendo una realidad. Nadie podrá evitar que estas consecuencias desaparezcan del planeta. Ninguna doctrina, ideología, filosofía, posición política, u organización social, podrá detener esta plaga del pecado. Por muchos años, se han querido hacer esfuerzos para eliminar las consecuencias del pecado, pero en su mayoría han fracasado. Se gastan grandes cantidades de dinero para "luchar" contra la corrupción y la violencia, pero no hay resultados significativos. El ser humano por sí solo, no podrá eliminar estas consecuencias del pecado, es necesaria la intervención de Dios; para ello, se debe derrumbar la muralla del pecado. Sólo con la ayuda de Dios, es posible cambiar el corazón malvado del pecador. Sólo por la gracia y misericordia de Dios, todo pecador puede cambiar su vida y con ella su sociedad. Las estructuras sociales y políticas cederán paso a la buena voluntad de los siervos del Señor, para generar paz y bienestar en la tierra. De esta manera habrá paz en el planeta.
Quiera el Señor destruir las murallas de pecado que separan al ser humano de Dios, y nos permita ser instrumentos de su amor, de su paz y de su misericordia. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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