
LA OBEDIENCIA A MEDIAS
(Génesis 12-13)
Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué no recibimos bendición de Dios? ¿Por qué sentimos su ausencia? ¿Por qué no se cumplen las promesas de Dios en nuestra vida? Sin duda que son preguntas que ameritan una respuesta a cada una de ellas. Debe haber una explicación. En esta oportunidad, reflexionaremos acerca de la obediencia a Dios. Veremos, tres casos que se encuentran en la Biblia: Abram, Jonás y Sansón. En ellos, veremos cómo la obediencia a Dios, una obediencia a medias, tiene sus consecuencias desastrosas. Tal vez, aquí están las respuestas para nuestros días. En el caso de Abram, Dios lo llamó para una misión y le pidió que abandonara su parentela, la casa de su padre y su tierra. Debería ir donde Él le mostrara. Abram tenía como mujer a Sarai y no tenían hijos. Dios le promete a Abram que hará de él una nación grande, que será bendecido y que su nombre será engrandecido, además, que será bendición a otros. Su descendencia sería como el polvo de la tierra. En principio, Abram obedece a Dios. Sin embargo, decide llevar consigo a su sobrino Lot para que lo acompañe en la travesía. En verdad, este no era el pedido de Dios. Lot no debería acompañar a su tío Abram. Dios quería que Abram fuera con su esposa Sarai, nadie más. Era la misión de ellos y a cambio recibirían bendición. Cuando Abram llega a la tierra prometida, se produce una gran hambruna, que los obliga a ir a morar a Egipto para poder sobrevivir. Resulta que Abram tiene que negar a su esposa y pasarla por su hermana para evitar el acoso de los egipcios y del Faraón, porque de lo contrario, lo matarían. Ella es llevada a casa del Faraón. Dios interviene, castigándolo con plagas. Faraón se da cuenta del engaño y lo reprende a Abram, dejándolo ir con su esposa y con su sobrino Lot. Luego, se producen problemas entre los pastores de Abram y los pastores de Lot. Esto no era lo que Dios le había prometido a Abram. Lot se convierte en un impedimento para las bendiciones de Dios. Finalmente, Abram decide alejar a su sobrino de su presencia y del lugar. Le pide que se vaya a otro lugar con sus pastores y ganado. Después de que Lot se alejó de Abram, Dios se apareció y le hizo ver toda la tierra que le sería dada a él y a su descendencia. Recién, Abram ha obedecido plenamente a Dios, ahora solo están él y su esposa, en el lugar prometido. Ahora sí, la promesa de Dios se cumplirá plenamente y sus bendiciones serán una realidad. Una vez más, podemos decir que, Dios no quiere obediencia a medias, quiere una obediencia plena de parte de nosotros. Esto lo debemos tener muy en cuenta en nuestra relación con Dios.
Otros ejemplos, que encontramos en la Biblia, sobre este tema de la obediencia a medias, son los personajes de Jonás y Sansón. El libro de Jonás, nos revela que Dios llamó al profeta Jonás para que profetice en la ciudad de Nínive y puedan ser salvos sus habitantes. Sin embargo, Jonás decide huir de la presencia de Dios y de su llamado. Jonás no obedece y se embarca en una nave para huir a otra ciudad, lejos de Dios. En la travesía, Dios levantó una fuerte tormenta que puso en peligro la nave y a sus ocupantes. Jonás confiesa que es hebreo y que estaba huyendo de la presencia de Dios. Él pide que lo echen al mar para que se aquiete el mar. Jonás es echado al mar y un gran pez, que Dios había preparado, se lo traga. Luego de tres días en el vientre del pez, Jonás se arrepiente y decide obedecer a Dios. El pez expulsa a Jonás y ahora debe cumplir su promesa de ir a Nínive para predicar la Palabra. Dios le vuelve a pedir a Jonás que vaya a Nínive y él obedece. Por último, la Palabra es predicada y los habitantes de arrepienten de sus pecados y son salvos. Ahora, Jonás es bendecido plenamente. (Jonás 1-4). La obediencia a Dios es plena, no una obediencia a medias o dejándola sin efecto. Otro personaje, es Sansón. Dios lo consagró para defender a Israel de los filisteos. Sansón no debería beber vino ni sidra, no comer comida inmunda, no cortarse la caballera, ni tener relaciones con mujer filistea. El Espíritu de Dios se manifestó en él, logrando derrotar a los filisteos. Sin embargo, en un momento dado, conoce a una mujer filistea de nombre Dalilla, quien con engaños hace que le revela su secreto. Sansón pierde su cabellera y pierde su fuerza. Sansón no obedeció plenamente a Dios, obedeció a medias. Los resultados de esa desobediencia fue su muerte. Aun así, Dios le permitió matar a miles de filisteos. (Jueces 13-16). Esta es otra lección que debemos tener en cuenta, en nuestro compromiso con el Señor. La obediencia plena a Dios, trae consigo bendición, pero, la obediencia a medias, genera problemas.
Decíamos al comienzo, que muchos de nosotros nos hacemos preguntas acerca de nuestra relación con Dios y su manifestación en nuestras vidas. En muchos casos, muchos prometen obedecer a Dios plenamente, pero, en el transcurso del tiempo, esta obediencia se va diluyendo o se hace a medias. Prometemos vivir una vida consagrada, seguir al Señor, ir dónde Él nos pida. Pero, cuando las cosas salen mal, objetamos a Dios, porque no nos escucha, porque que nos ha abandonado. No somos conscientes que Dios es fiel a sus promesas y que, si somos obedientes en forma plena, Él derramará sus bendiciones en nuestras vidas. Nunca nos abandona ni nos desamparará. (Deuteronomio 31:8). Esa es su promesa. Ayer, hoy y siempre. De ahí que, cuando no obedecemos plenamente al Señor, las consecuencias de esa desobediencia se hacen manifiestas. Un gran ejemplo, lo tenemos en Jesús, que obedeció al Padre, hasta la muerte, para lograr nuestra salvación. Se sometió a la voluntad de Dios y obedeció el encargo recibido (Lucas 22:42). Nosotros, seguidores de Jesús, debemos obedecer plenamente a nuestro Dios y cumplir con la misión que nos dé, sabiendo que sus bendiciones estarán a nuestra disposición, en todo tiempo y lugar. Lamentablemente, muchos se quejan por no tener las bendiciones de Dios, de no sentir la presencia de Él en sus vidas, como que Dios se ha olvidado de sus promesas. Objetan a Dios, el no tener bienes materiales, recursos económicos o cierta prosperidad. Lo que no reflexionan, es acerca de cómo es su relación con Dios, cuán obedientes son a su llamado. No se es consciente de las consecuencias de la desobediencia o de la obediencia a medias, que son a la larga, desastrosas. Esa es la triste verdad.
Que el Señor nos permita obedecerle plenamente, no una obediencia a medias. Reconocer que solo la obediencia plena a Dios, genera bendición. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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