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DIOS LLAMA A CUALQUIER EDAD

 

(1 Samuel 3:1-20)

 

Es interesante leer en las Sagradas Escrituras cómo Dios llama a personas para una misión, más allá de la edad. Hay muchos casos referidos sobre este asunto en toda la Escritura. Podemos tomar como ejemplo el llamado de Abram, que a sus setenta y cinco años, fue elegido por Dios para una misión muy importante y trascedental (Génesis 12:1-4); otro caso, es el llamado de Dios a Moisés a sus ochenta años (Éxodo 7:7); Débora, Gedeón y otros jueces, fueron llamados en edad adulta; Sobre el personaje de nuestra reflexión, Samuel, se dice de él que a la edad de cuatro años fue llevado por sus padres al tabernáculo para servir al Señor, y luego siendo muy joven, Dios lo llama para ser su profeta (1 Samuel 3:1-20); David, siendo un joven pastor de ovejas, es llamado por Dios para liberar a Israel del asedio de los filisteos (1 Samuel 16:13-14); Jeremías, el profeta del Señor, da a conocer, que, antes de que se formara en el vientre de su madre, el Señor lo consagró para ser profeta de las naciones (Jeremías 1:5). Como podrá verse, el llamamiento del Señor no tiene edad para cumplir una misión. En el Nuevo Testamento, los discípulos llamados por Jesús, son gente adulta. De ahí que, dentro de los llamamientos hechos por el Señor, veremos el de Samuel. 

 

Resulta interesante, saber que el llamado de Samuel no es un hecho casual. La biografía de Samuel comienza con un hecho histórico, en el que hay ausencia de la palabra de Dios, ya no hay visiones y existe confusión en el pueblo de Dios. Ya había pasado el período de los Jueces de Israel y corría el año 1100 a. C., en ese tiempo, una de las esposas de Alcana, Ana, no podía tener hijos, ya que era estéril, y ella era hostigada por la otra esposa, generando mucha tristeza en su ser. En esas circunstancias, Ana fue al templo para orar y llorando amargamente hizo un voto a Dios: dedicarle el hijo que le pudiera dar. El nacimiento de Samuel es toda una aventura de fe, de parte de Ana, y es el producto de un milagro de Dios a favor de ella. Dios le concede el milagro a Ana, y ella cumplirá su promesa. En esa situación nacerá Samuel, cuyo nombre en hebreo significa: Dios me ha escuchado. Aquí podemos notar, que, Samuel desde antes de su nacimiento, ya ha sido escogido por Dios para que sea su profeta. Esto mismo, nos puede pasar a nosotros, que sin saberlo y en cualquier momento, ya hemos sido elegidos por Dios para una misión. Es cuestión de oír su voz y aceptar su llamado.   

 

De pronto, vemos que Samuel está durmiendo en el templo, a solas con el arca de Dios, y es llamado, por más de tres veces, por el Señor. Por consejo del sacerdote Elí, Samuel le responde a Dios: Heme aquí, habla porque tu siervo oye. Esta es la respuesta al llamado de Dios. Ahora bien, ¿Cómo el Señor nos ha llamado? ¿Hay alguna experiencia al respecto? Tal vez, hay muchos testimonios sobre este asunto. Sería bueno, hacer una remembranza de cómo el Señor nos llamó. La misión de Samuel consistirá en poner orden en la casa de Elí y en Israel. Todo el ministerio de Samuel será el de ser juez, profeta y líder de Israel. No fue fácil la misión, se tuvo que batallar contra los enemigos de Dios, contra la idolatría, contra la incredulidad del pueblo y la desobediencia del rey Saúl. Hoy en día el Señor nos llama para cumplir una tarea en su iglesia y en el mundo. No será fácil cumplir la misión ante tanta idolatría, corrupción, falta de fe, explotación y plagas, como la pandemia del COVID-19. La gente, hoy más que nunca, necesita conocer la palabra de Dios, escuchar su voz, para ello, el Señor nos ha llamado a ser sus discípulos, ayer, hoy, y siempre.

 

Por otro lado, Jesús, al empezar su ministerio terrenal, llama a personas a ser sus discípulos; pero, llama la atención el encuentro que tiene con Natanael (Juan 1:43-51). Felipe, luego de ser llamado por Jesús, le cuenta a Natanael que han hallado a Jesús, de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas. Natanael, judío, se sorprende de la noticia y de una manera soberbia, pregunta si algo de bueno puede salir de Nazaret. Él no sabe que ya Jesús lo había visto y elegido. Este es un llamamiento en medio de la incredulidad; algo parecido sucedió con Tomás, en casa de los discípulos, cuando Jesús se presentó resucitado (Juan 20:24-29). Jesús, le dice a Natanael, porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees. Dios nos llama a ser sus discípulos y discípulas en cualquier tiempo y lugar, no importando la edad, la raza, la cultura y el género. En la historia salvífica, Dios ha llamado, y sigue llamando, a muchos para cumplir una misión aquí en este mundo. Tal vez, no estamos conscientes de ello, no damos importancia a su llamado y pasamos por alto aquello. O tal vez, somos como Natanael y Tomás, preguntando, si en medio de esta crisis, corrupción, violencia y plagas, ¿El Señor, sigue llamando a hombres y mujeres todavía? ¿Puede llamarme, aún, a pesar de mi condición?

 

Que el Señor nos ayude a estar atentos a su voz y y a su llamado. Que el bullicio de este mundo no nos impida a escuchar su voz y podamos decirle: Heme aquí, habla porque tu siervo oye. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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