
DEJANDO NUESTRAS CARGAS AL SEÑOR
(Hebreos 12:1-2)
El autor de la carta a los hebreos, nos dice:"... liberémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe..." Cada día al levantarnos, sentimos que hemos descansado lo suficiente, que nuestras cargas y preocupaciones ya no están; sin embargo, mientras nos preparamos para realizar nuestras tareas cotidianas, sentimos que hay muchas cosas por hacer, por resolver, como, por ejemplo, los problemas familiares, las dificultades laborales, las tareas pendientes del colegio o de la universidad, los errores cometidos, nuestro tiempo devocional. Todo esto, de pronto, se convierte en una gran carga muy pesada que nuestro cuerpo debe soportar. Es como si todas esas cosas las metiéramos en una bolsa y debemos andar con ellas todo el día, soportando su peso. Es en esa situación, que nos preguntamos, ¿cómo liberarnos de toda esa carga? Miramos al rededor, para ver quién nos podría ayudar a llevar esa carga, lamentablemente, nadie, estamos solos. La angustia, la preocupación y el cansancio, se nos vienen encima, generando en nuestro ser una situación de frustración. En ese momento, no sabemos decidir, qué llevar y qué no.
En el transcurso del día, sentimos que el peso de dichas cargas, nos agobia, nos quita la alegría de un nuevo amanecer, la gente al vernos, nos ve como si estuviéramos arrastrando algo muy pesado, como si estuviéramos arrastrando los pies. Ante ello, quisiéramos disimular que no tenemos nada, pero nuestro agobio nos delata. Y así, como nosotros, hay mucha gente que camina por la ciudad, arrastrando los pies, debido a la gran carga que llevan en sus hombros. Todos los días se convierte en una rutina. Vivimos esclavizados por todas esas cosas y no somos capaces de experimentar la alegría y el gozo de un nuevo amanecer, de un nuevo despertar, que Dios nos concede. Nadie puede llevar nuestras cargas, nos sentimos abandonados, tristes, decepcionados de la vida. Pareciera que ya no hay esperanza de algo nuevo y diferente.
Sin embargo, al leer el versículo citado, nos recuerda que podemos correr con paciencia y dejar de lado todas las cargas y mirar a Jesús, autor y consumador de nuestra fe. Para ello, debemos descansar en Él para poder enfrentar todos los desafíos que se presenten. Cuando esto sucede, sentimos en ese momento, que nuestras cargas han sido liberadas, que nuestro espíritu se siente en paz, que nuestro cansancio desaparece, que nuestros pies están listos para correr con paciencia y seguridad, la carrera que tenemos por delante. Ya no hay tristeza ni dolor. Jesús está llevando nuestras cargas, ahora estamos libres para empezar algo nuevo y diferente. ¡Cuánta gente necesita conocer esta gran verdad! Lamentablemente, no la conocen, porque muchas veces, los medios de comunicación no nos dan a conocer esta gran noticia; más aún, nosotros mismos, no estamos dispuestos a llegar a ellos para transmitirles esta buena nueva para sus vidas.
Una vez más, se hace realidad el encargo que Jesús nos ha dado en la Gran Comisión (Mateo 28:19-20). Id y haced discípulos..., esa es la tarea que nos toca realizar, en estos tiempos de preocupaciones, enfermedades, pandemias, crisis de todo tipo. Que el Señor nos ayude a compartir Su palabra y liberar a mucha gente, que aún vive esclava de sus preocupaciones y de sus pecados. Que puedan reconciliarse con Dios y vivan una vida plena. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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