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EL OTRO PENTECOSTÉS EN JERUSALÉN

 

(Hechos 4:31-36)

 

Muchas veces hemos leído y estudiado lo acontecido en Jerusalén, acerca de Pentecostés. Nos quedamos admirados de lo sucedido en aquel aposento alto. Se nos dice que todos estaban unánimes juntos y de pronto vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa y aparecieron lenguas repartidas, como de fuego en cada uno de los presentes, y fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas (Hechos 2:1-4). Sin embargo, John Wesley en su sermón que predicó en la Iglesia de Santa María, en Oxford, en 1744 (Sermón 4, Tomo I, Obras de Wesley, pp. 75-101), utiliza el texto de Hechos 4:31-36 para indicar que este suceso descrito, comienza con un escenario semejante al del Pentecostés. Señala que los apóstoles estaban reunidos orando cuando el lugar tembló y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con valentía la palabra de Dios. Aquí, no se señala en los versículos siguientes, las señales y lenguas extraordinarias que acompañaron al primer Pentecostés. En este otro Pentecostés, la llenura del Espíritu Santo, genera otras señales, las cuales son producto de un corazón y un alma. Este dato, sirve para hacer una reflexión, acerca de estos dos Pentecostés.    

 

Como decíamos al comienzo, por mucho tiempo la Iglesia ha utilizado este primer Pentecostés para indicar el nacimiento de la comunidad cristiana y su unidad en la fe en Cristo. Ha enfatizado en el poder del Espíritu Santo y su labor en la extensión de la labor misionera. A partir de este relato, se da una gran importancia a las señales y al hablar en lenguas. Da la impresión de que estamos hablando de un Pentecostés meramente espiritual. En los días siguientes, no hay información de una dimensión social de la llenura del Espíritu Santo en la comunidad de fe. El aspecto social de la comunidad de fe, aparece tempranamente, en el capítulo 2 del libro de Hechos (Cap. 2:43-47), pero, la evidencia más contundente, de que la llenura del Espíritu Santo genera una actitud social en la comunidad de fe, se da en el texto del capítulo 4 del libro de Hechos (Cap. 4:31-36). Este hecho, se ha pasado por alto en muchas exégesis bíblicas. Generalmente, se ha dado mucha importancia a la parte carismática y misional de la Iglesia. Muy poco se ha dado importancia a la parte social de la Iglesia en el cumplimiento de la Misión.  

 

Curiosamente, los que sí han tomado nota de este aspecto social de la Iglesia, han sido los filósofos marxistas, en especial Karl Mark, quienes han destacado el carácter comunista de la sociedad cristiana primitiva. Algunos cristianos, han destacado este aspecto social de la comunidad cristiana en sus inicios. Pero, ninguno de ellos, han tomado en cuenta que la vocación social de la comunidad de fe se da a partir de la llenura del Espíritu Santo. De ahí que, Wesley señale en su sermón, que, "Así era el cristianismo en sus comienzos. Así era el cristiano en días antiguos. Así eran todos aquellos que, habiendo escuchado las amenazas de los principales sacerdotes y los ancianos, alzaron unánimes la voz a Dios,...y todos fueron llenos del Espíritu Santo...y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma (pues de tal manera el amor de aquél en que habían creído los movía a amarse mutuamente). Y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común (Hechos 4:23-24). Tan profundamente los cristianos habían crucificado al mundo y el mundo había sido crucificado para ellos. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que, no había entre ellos ningún necesitado; no había pobres, porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad (Hechos 2:1,42; 4:31-35)".

 

Hoy en día, muchas iglesias se rigen por estos dos paradigmas bíblicos, espirituales y sociales. Unas, enfatizan la espiritualidad de la fe, los carismas del Espíritu Santo y el hablar en lenguas, incluso, ponen como requisito el hablar en lenguas para ser parte de la Iglesia. Otras, dan más prioridad al quehacer social de la Iglesia. Lo espiritual está en segundo plano, no se resalta la vida en santidad, los carismas, el hablar en lenguas, la evangelización. De ahí que, la Iglesia cristiana está polarizada en su misión, generando disputas teológicas y divisiones en el interior de la misma. Lamentablemente, esta actitud de la Iglesia, ha llevado a la confusión de muchos cristianos. Se han generado teologías y doctrinas de ambos lados. Teologías y doctrinas espiritualistas y otras de carácter social. Ante esta situación, es bueno aclarar, que ambas experiencias de la llenura del Espíritu Santo son legítimas. En un primer momento, el Espíritu Santo fortalece a la comunidad de fe, otorga dones, establece la unidad a través del hablar en lenguas, anima a la comunidad de fe, en medio de la adversidad a mantenerse firme y cumplir con la tarea evangelizadora. Luego, en un segundo momento, el mismo Espíritu Santo, genera un sentir en el interior de la comunidad de fe, que es el sentimiento de amor profundo, de tener un mismo corazón y un alma, lo que conlleva a amarse mutuamente y amar al prójimo. De ahí que, ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Así que, no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Esta es la nueva dimensión que el Espíritu Santo da la comunidad de fe en el cumplimiento de la Misión.

 

Ahora bien, si bien es cierto que hablamos de dos Pentecostés, bien podríamos decir que con Wesley se produce un tercer Pentecostés. En la experiencia personal del 24 de mayo de 1738 en la calle Aldersgate, Londres, Inglaterra, se produce el derramamiento del Espíritu Santo en él y en el movimiento metodista. Este Pentecostés del siglo XVIII, a nuestra opinión, es la síntesis de los dos Pentecostés anteriores. Wesley pudo predicar la palabra de Dios, con convicción, valentía y poder a toda su sociedad y al mundo entero; pero también, pudo hacer que la palabra de Dios se hiciera realidad de mucha gente pobre, abandonada, en esclavos y en marginados de la sociedad. Él estuvo convencido de que la presencia y poder del Espíritu Santo crean un nuevo orden social y económico. Wesley, no solo se la pasó predicando la palabra de Dios, evangelizando, y ejerciendo los dones, con el poder del Espíritu Santo; sino que, ponía en práctica el evangelio con los más necesitados, los pobres, vivía con ellos, los trataba con amor y les daba un sentido de amor propio y poder sobre su futuro. Finalmente, los organizó y lideró en un movimiento social religioso, llamado Metodismo, con el cual transformó su sociedad. Todo ello con el poder del Espíritu Santo. Wesley llegó a ser un hacedor de la Palabra y no tan solo un oidor (Santiago 1:22).

 

Roguemos al Señor para que, en estos tiempos, podamos discernir la presencia y llenura del Espíritu Santo, en nuestras vidas y en nuestras comunidades de fe. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

                                 


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