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¿HABRÁ FE CUANDO VENGA EL SEÑOR?

 

(Lucas 18:1-8)

 

Este mensaje, tratará de responder la pregunta que Jesús plantea a sus discípulos, al final del relato de la parábola de la viuda y el juez. Es bueno tener en cuenta que esta parábola tiene un propósito explícito, enseñar a orar siempre, el no desanimarse y saber hasta dónde la fe perdurará a través de los tiempos. Una curiosidad que surge, es el por´qué Jesús eligió a estos dos personajes, habiendo otros. Tal vez, la razón sería que estos dos personajes, representan la condición social que estaba viviendo la sociedad de ese entonces, corrupta e injusta. Cosa que no ha cambiado en nuestros tiempos. ¿Qué representa la viuda? y ¿Qué representa el juez? Bien sabemos las condiciones sociales en que vivían las viudas. Ellas estaban desprotegidas, abandonadas, marginadas social y espiritualmente, violentadas, no tienen derechos, esclavizadas y empobrecidas. En esas condiciones, la sociedad no las considera y las margina. En el aspecto religioso, no tenían lugar para nada. En cambio, un juez, representa el poder, el abuso, la injusticia, la corrupción y la prepotencia. Estas características, aún se manifiestan en nuestra sociedad actual. Tal vez, la viuda y el juez, son los ejemplos más representativos de una sociedad violenta e injusta hasta hoy en día. 

 

Jesús se encarga de describir a cada personaje. El juez, era una persona que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. En pocas palabras, era un hombre temeroso. La viuda, que vivía en el mismo pueblo, tenía un pleito y que fue al juez a pedirle justicia contra su adversario. Se supone que el juez estaba llamado a hacer justicia, sin ninguna discriminación. Sin embargo, por mucho tiempo este juez no quiso atenderla, pero luego reflexionó y dijo que aunque no teme a Dios ni respeta a los hombres, va a defenderla para que no le siga molestando,  y no venga a él para acabar con su paciencia. Es decir, este juez no va a hacer justicia a la viuda como un derecho, sino que, le hará justicia por conveniencia. Ante esto, Jesús califica a este juez como un juez malo. Esta es la situación de estos personajes.

 

Ahora bien, a partir de la actitud del juez malo y de la viuda, Jesús da una enseñanza a sus discípulos y a nosotros hoy en día. Si este juez malo pudo hacer justicia, ¿acaso Dios no defenderá también a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Toda la Escritura nos dice que Dios es amor y que su misericordia siempre estará con los que le temen y guardan sus mandamientos. Por lo tanto, contrario a la actitud del juez malo, Dios hará justicia por amor y no por conveniencia alguna. Él nos defenderá sin tardar, y su justicia se hará realidad. Este es el Dios en cual creemos.

 

Pero, para lograr aquello, es necesario orar sin cesar, día y noche, sin desmayar, sin cansarnos, persistir como el ejemplo de la viuda ante el juez. Tener en cuenta la actitud de la viuda, insistir. Muchas veces nos suele suceder acontecimientos desagradables en nuestro diario caminar, crisis inesperadas, enfermedades incurables, desbalance económico, decepciones amorosas, marginación e injusticia, generando todo ello en nuestra vida de fe una perturbación espiritual, hasta el punto de querer abandonar nuestra fe en Dios. Hay un momento que el dolor, el sufrimiento y la duda, calan en lo profundo de nuestro ser. Son momentos difíciles. Ante estas situaciones, Jesús nos dice que debemos orar sin cesar, confiando en Dios, que él pronto vendrá a nuestro auxilio. Debemos persistir en fe y en oración, no permitir que la duda nos haga perder la perspectiva de nuestra fe en nuestro Dios.

 

De ahí que, la pregunta de Jesús a sus discípulos, si cuando él venga por segunda vez, encontrará todavía fe en este mundo, es muy pertinente.  Ya han pasado más de dos milenios de la venida de Jesús, el Hijo del hombre a este mundo, y lo que podemos ver es que muy pocos tienen una fe firme y con respuestas, como evidencia de la existencia de Dios. Y también hay muchos que han abandonado su fe en Dios porque no tuvieron la respuesta oportuna a sus oraciones o no tuvieron las evidencias de su presencia en sus vidas. En estos días, tuve el testimonio de una hermana en la iglesia, a partir de esta reflexión. Ella me dijo que su padre era una persona consagrada a Dios por veintidós años, pero que en un momento de crisis, acudió a Dios para que lo auxilie. Al pasar el tiempo, y no tener respuesta o evidencia de la presencia de Dios, decidió, hace seis meses, renunciar a su fe en Dios. Ahora se ha entregado al mundo y a abandonado a su esposa. La pregunta: ¿Qué pasó con la fe de este varón? Y así, como este ejemplo, existen muchos que han abandonado su fe en Dios. Pareciera que ya no hay fe. De ahí que la preocupación de Jesús, antes de partir al cielo, es pertinente ayer, hoy y siempre.

 

Oremos para que podamos seguir anunciando el amor de Dios, a practicar la oración constante y animar a aquellos, que pierden la fe en el Señor por diversas circunstancias difíciles que les toca vivir, a seguir confiando en el amor y misericordia de Dios. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

                                 


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