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PONIENDO A PRUEBA LA VOLUNTAD DE DIOS

 

(Jueces 6:1-40)

 

El relato bíblico nos da cuenta de una actitud de Gedeón ante una decisión de Dios, que es la de liberar a Israel del yugo opresor de los madianitas en manos de él. Gedeón, para estar seguro de la voluntad de Dios, va a pedir al ángel de Dios tres señales o pruebas. Por muchos años los madianitas oprimían a Israel, y esto era como un castigo de Dios, debido a las cosas malas que hacían. Este hecho nos recuerda que Dios es justo y que cuando su juicio cae sobre nosotros por nuestro pecado, las cosas no saldrán bien. Ya se ha dicho que la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23). El pecado de Israel conllevó al castigo divino. Sin embargo, el castigo de Dios no es absoluto, hay lugar para el arrepentimiento, su misericordia está presta a darse a todo aquél que la pida. En el versículo siete se da cuenta que los hijos de Israel clamaron a Dios. Dios responde a este clamor y decide liberar a Su pueblo de la opresión de los madianitas. Para lograr este propósito, Dios elige a Gedeón, hijo de Joás, quien era un joven esforzado y valiente. Eso mismo sucede cuando acudimos al Señor en actitud de arrepentimiento, Él nos perdona y nos rescata del pecado, dándonos su salvación, por misericordia. Jesús es quien nos puede salvar.

 

La historia bíblica da cuenta de un diálogo entre Gedeón y el ángel de Dios. Gedeón es elegido por Dios para liberar a Israel, debido a la fuerza que poseía. Gedeón le reclama al ángel de  Dios el por qué están sufriendo en manos de los madianitas, dónde están todas las maravillas de Dios que sus padres le han contado. El ángel de Dios le vuelve a confirmar que él será quien salve a Israel y que no estará solo, ya que Dios estará con él. En esta parte del relato, Gedeón pone a prueba la voluntad de Dios. Gedeón le pide una señal al ángel de Dios de que ha hablado con él. Esta señal será que él traerá una ofrenda. La ofrenda consistía en un cabrito y panes sin levadura. Al ser presentada la ofrenda al ángel de Dios, éste tocó con su báculo la carne y los panes sin levadura, y estos fueron consumidos, desapareciendo el ángel de Dios de su vista. Con esta señal, Gedeón comprobó que era cierto todo lo que el ángel de Dios le había dicho. Ahora bien, una pregunta surge ante esta actitud de Gedeón. ¿Por qué Gedeón pidió una señal al ángel de Dios? ¿Creería que sería un fantasma o un espíritu? ¿Quería estar seguro de que era una elección divina el que él liberara a su pueblo? Gedeón quería tener la certeza de que lo que estaba viendo y oyendo procedía de Dios. Y así fue. Pero, no toda queda ahí. Gedeón ha sido testigo de las proezas de Dios, sin embargo, quiere más señales. Pide a Dios que le de otra señal de que él ha de salvar a Israel, tal como le ha dicho. La señal será que él pondrá el cuero lanudo de una oveja en el lugar donde se trilla el trigo. Si por la mañana la lana está mojada de rocío, pero la tierra está seca, sabrá de que de veras será usado para salvar a Israel, tal como se lo ha dicho. Y así fue. A pesar de ello, Gedeón no está muy seguro y vuelve a insistirle a Dios una prueba más, no sin antes pedirle que no se enoje con él. Esta vez la prueba será al revés, es decir, que la lana quede seca y que el rocío humedezca la tierra. Y así fue. Con estas señales Gedeón quedó convencido de que su elección provenía de Dios. Ante esta actitud de Gedeón, surge una pregunta: ¿está bien poner a prueba la voluntad de Dios?

 

Muchas veces nos suele pasar eso mismo cuando tenemos un encuentro con lo divino. En principio, no estamos seguros de lo que estamos viendo u oyendo. La duda nos invade en nuestro interior. Hay un momento en que pedimos, en oración, la revelación de Dios para estar seguros. No en vano, el mundo exige pruebas de la existencia de Dios, de la acción redentora de Jesús para con el mundo, de la misión de la Iglesia, de la existencia del reino de Dios, de la vida eterna, entre otras pruebas. Este hecho nos hace recordar la actitud de Tomás ante la resurrección de Jesús. Todos en algún momento queremos estar seguros de lo que Dios nos revela y para ello le pedimos una señal. Cuántas veces nos ha pasado. Al final, siempre recibimos la respuesta de Dios.

 

Que el Señor nos libre de toda duda de su intervención en nuestras vidas o en la historia, que tengamos la seguridad de cuando Él nos llama o elige, es para ser sus colaboradores de Su Reino. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

                                 


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