
AL DESCENDER DE LA MONTAÑA
(Éxodo 32)
Cuando vemos ante nosotros una montaña, inmediatamente pensamos ascender sobre ella. Pero, a veces, no nos toca decidir hacerlo, sino que de pronto, escuchamos una voz que nos llama a estar en ella. Algo parecido nos puede suceder con la experiencia de Moisés en el monte de Sinaí. Hay un tiempo para subir y estar un momento en la montaña, y hay un tiempo para bajar de la montaña. Estar en la cima de la montaña, es tener la sensación de estar con Dios, tener paz y sentir el viento del Espíritu. Es un momento muy especial con Dios. No hay otra mejor experiencia con Él. Ahora bien, bajar de la montaña, es otro tipo de experiencia. Es tener la preocupación de enfrentarse con personas y con asuntos difíciles. De pronto, esta experiencia puede ser algo muy difícil y a veces hasta desastroso. Son dos momentos en la montaña.
Esta reflexión quiero hacerla en base al libro de Éxodo, capítulo 32. Aquí hay dos personajes, muy importantes: Moisés y Josué. Resulta que, cuando el tiempo de Moisés con Dios en el monte estaba llegando a su fin, Dios le revela que el pueblo había caído en idolatría flagrante. Y Dios, en su enojo, amenaza con consumirlos y destruirlos. Moisés intercede y le suplica a Dios que tenga misericordia y que desista de mandar ese desastre (Éxodo 32:7-14). Luego Moisés empieza a descender de la montaña llevando consigo las dos tablas de piedra que Dios le había dado con los mandamientos escritos con sus propios dedos, era escritura de Dios. Había estado ahí durante cuarenta días. Había sido un tiempo estimulante, asombroso e imposible de describir, en la presencia de Dios.
Por otro lado, Josué, ha estado esperando muy cerca durante todo ese tiempo. Recordemos que él pasó los primeros seis días con Moisés. Subieron hasta una parte de la montaña. Luego Moisés subió más arriba. Moisés al bajar se encuentra de nuevo con Josué, y ambos bajan juntos el resto del trayecto. Josué había estado esperando a que Moisés volviera, y se une con Moisés para el último tramo del viaje de vuelta al campamento. Es bueno tomar nota la actitud de Josué, esperar a las faldas de la montaña a Moisés. Pareciera que Josué, se sentía bien al estar donde estaba la gloria de Dios. Bien sabemos que, desde que era un joven, amaba estar donde Dios estaba.
De pronto, mientras ellos se aproximan al campamento, escuchan ruidos de gente gritando. Moisés y Josué habían estado fuera del campamento por casi seis semanas, así que no habían escuchado mucho ruido o gente de ningún tipo durante este tiempo. Y en el versículo 17, Josué le dice a Moisés, «Hay gritos de guerra en el campamento» En realidad era el ruido de gente cantando –cantando alrededor de un becerro de oro que el pueblo había hecho durante la ausencia de Moisés. Por lo visto, la música era tan salvaje, tan estridente, que sonaba como si hubiera una batalla. Sonaba como si hubiera una guerra. Según el versículo 19 de Éxodo 32, la gente estaba bailando. El versículo 25 nos cuenta que estaban desenfrenados; estaban fuera de control. Ellos lo llamaban alabanza, una fiesta para Dios, pero era todo alrededor de este becerro de oro. Estaban como enloquecidos en un frenesí. Ellos estaban cantando, bailando, en una fiesta que estaba fuera de control. En el versículo 25 la frase que está traducida en varias versiones significa: «desenfrenado», «descontrolado», «el pueblo estaba desnudo.» Estaban correteando semidesnudos. El pueblo había perdido el pudor, estaba actuando indecentemente. Esta era una forma de entretenimiento sensual y lascivo. Ellos lo habían llamado una fiesta para Dios.
El hermano de Moisés, Aarón, le había dicho al pueblo, después de haber construido el becerro de oro: «Mañana será fiesta para el Señor» Y al día siguiente se levantaron temprano y ofrecieron holocaustos y trajeron ofrendas de paz; ellos querían adorar esos dioses que los sacaron de Egipto. Qué rápido cambiaron al único y verdadero Dios, a Jehová, que no les había hablado por algún tiempo. Moisés tardó algún tiempo. Moisés se había retrasado. Y ellos dijeron: «Necesitamos un dios a quien podamos ver. Necesitamos un dios con quién podamos celebrar» Y esto fue lo que se les ocurrió.
Esta actitud, puede darnos a entender que este pueblo se había aburrido de esperar en Dios. Ellos dijeron: «Moisés se retrasó. Queremos hacer algo» Algo parecido pasa con nuestra generación, que la gente se ha aburrido de esperar a Dios. Lo que se está haciendo es intentar entretenerse porque no se ha experimentado la realidad de la presencia de Dios. Una gran verdad: No se puede estar aburrido cuando se experimenta verdaderamente a Dios. Al no tenerse esa experiencia, nos contentamos con tener una religión, hacer iglesia teniendo la forma en vez de la sustancia de nuestra fe, y ante eso, claro que nos aburrimos. Así que, nos queremos entretener, y a veces lo llamamos alabanza, pero realmente, estamos involucrados en prácticas paganas o del mundo.
El descender de la montaña, implica enfrentarse con la realidad adversa. Hay cosas que no están bien, sutilmente se reemplaza lo verdadero por lo falso. Los hijos de Israel pensaron que estaban teniendo un servicio de adoración, pero lo que habían hecho era sustituir con prácticas paganas la verdadera alabanza a Jehová. Cuando uno se encuentra con Dios, no se necesita tener toda clase de ruidos y entretenimiento, ni programas. Pero, pasa que, nos hemos conformado con sustituciones de lo real y lo hemos llamado alabanza, entretenimiento, y en el proceso quizás hemos contristado al Espíritu Santo de Dios. Moisés y Josué habían pasado casi seis semanas en la presencia de la gloria de Dios. Ahora, que se a cercaban al campamento, se enfrentaban con esta escena. Por casi seis semanas habían sido sensibilizados a la presencia de Dios. Era lo único que conocían. Estaban como en la gloria. Es como estar en la cumbre de una experiencia espiritual. Ahora, esto era un duro golpe tremendo para ellos, el volver a esta escena lasciva y sensual en la base de la montaña. Es como cuando vamos a un retiro o a una conferencia maravillosa, y Dios realmente nos habla y nos ministra, y luego volvemos al mundo real; estamos de nuevo en casa. La televisión suena a todo volumen; hay entretenimiento que vomita obscenidad y profanidad, y los cristianos se ríen de esto.
Ahora bien, pareciera que todo está mal. Las cosas que te daban alegría, ahora ya no es así. Todo es absurdo. Sin embargo, las personas que no han estado con Dios –que no han estado experimentando lo mismo que Moisés y Josué experimentaron durante esa época, piensan que es normal. Porque están acostumbradas. Entonces no ven nada malo con esta situación. Desde su perspectiva simplemente ellos se están divirtiendo. En la escena del campamento, Moisés estaba horrorizado. Estaba desolado, furioso, Él sintió todas esas emociones profundas que lo enardecieron, al ver la Gloria de Jehová Dios siendo pisoteada. Y en una reacción instintiva, toma las tablas que recién había recibido de Dios, en las que Dios había escrito los Diez Mandamientos –la expresión de la santidad de Dios y los mandamientos de Dios para su pueblo redimido. Moisés toma estas tablas, y las arroja, las tira al suelo, y se hicieron añicos. Y Aarón tiene el descaro de decir, hermano, no exageres, deja de reaccionar de manera tan exagerada. ¿Por qué estás tan enfadado? (Éxodo 32:22). La ley de Dios había sido quebrantada.
Josué observó cuando Moisés confrontó a Aarón por su responsabilidad en este asunto. Esto nos debe llevar a considerar la vez que tuvo que confrontar a Acán con su pecado. Como vemos, Josué había aprendido que el pecado en el pueblo de Dios no era poca cosa, que tenía que ser tratado directa y tajantemente. Dios no puede ser burlado. Después de este gran fracaso con el pueblo, en el campamento, luego de descender de la montaña, vemos en el versículo 7 de Éxodo 33: «Y acostumbraba Moisés tomar la tienda, y la levantaba fuera del campamento a buena distancia de él, y la llamó la tienda de reunión» que la razón por la que la tienda estaba fuera del campamento era para simbolizar que el compañerismo entre el pueblo y el Señor se había roto. Esta es la consecuencia cuando rompemos la comunión con Dios.
En el relato bíblico que hemos considerado en la reflexión, vemos que hay dos experiencias en relación con la montaña. Una muy agradable y placentera, ascender a la montaña. La gloria de Dios se hace presente. La bendición divina es una realidad. No hay problemas, ni tristeza, ni dolor, ni sufrimiento, no hay guerras, no hay violencia, ya no hay deudas que nos agobien. Todo es paz. Es estar a solas con Dios, para hablar con Él y escuchar su voz. Recibir el encargo que Dios tiene para nosotros. La otra experiencia, es que cuando se desciende de la montaña, "del paraíso", es volvernos a enfrentar con la triste realidad, que es hostil a nuestra experiencia con Dios. Sentimos que el enemigo, Satanás, se vuelve más feroz contra nosotros. Trata que todo salga mal, nos tienta para hacernos caer. En nuestro caminar en la vida cristiana, pasamos por estas dos experiencias. Hay momentos en que necesitamos subir a la montaña para estar a solas con Dios, tener momentos de oración, recibir las bendiciones de parte de Dios, tener gozo y paz. Allí, recibiremos de Dios la inspiración y las fuerzas para continuar la tarea. Jesús solía hacerlo. Había momentos en que se iba a la montaña para orar y estar con Dios. Pero, una cosa es cierta, no podemos quedarnos en la montaña, hay que bajar de ella para realizar la tarea. También es cierto, que a veces somos tentados en querer quedarnos en la montaña. Aprendamos de Jesús, él iba a la montaña para estar en la gloria de Dios, orar y recibir fuerzas para realizar la misión, pero luego descendía a la realidad para dar sus enseñanzas, sanar, reprender y perdonar.
De ahí que, estar en la presencia de Dios es estar en oración, pedir al Señor las fuerzas necesarias para seguir fieles y seguir batallando con la realidad, para que ésta sea transformada con Su palabra y con nuestro quehacer. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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