
DIOS NO QUIERE QUE EL IMPÍO MUERA EN PECADO
(Ezequiel 18:21-23)
El profeta Ezequiel presenta a Dios como justo y amoroso. En principio, todo aquel que no cree en Dios y comete una serie de pecados, está condenado a morir. Por mucho tiempo los fariseos consideraban a los no creyentes como impíos, que no tenían ningún favor de Dios. Solo ellos podían ser beneficiarios del amor de Dios. Sin embargo, Ezequiel, presenta a un Dios que es justo y lleno de amor para con los impíos. Permite que, si el impío se apartare de todos sus pecados cometidos, y guardare los estatutos de Dios e hiciere según el derecho y la justicia, de cierto vivirá; no morirá. Más aún, todas sus transgresiones cometidas, no le serán recordadas; en su justicia que hizo vivirá. El amor y perdón de Dios es grande para quien se arrepiente, se aparta del mal y obedece Su palabra. No hay condenación eterna. Hay un momento en la vida para volver al Señor y ser beneficiario de su amor y perdón. El mismo Dios lanza una pregunta a través del profeta: ¿Quiero yo la muerte del impío? ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos? Esta actitud de Dios, es posterior a lo que ha dicho anteriormente, que el alma que pecare, esa morirá (Ezequiel 18:20a). Es cierto que la paga del pecado es muerte, pero también es cierto, que, si hay arrepentimiento, hay vida eterna. Los caminos del Señor son justos y misericordiosos.
Ahora bien, en estos tiempos, muchos están listos a condenar a los impíos de nuestro siglo. Incluso, la Iglesia, toma medidas drásticas con dichos impíos. Son condenados sin piedad. Se olvida, que Dios quiere la salvación de todos y no de unos cuantos. Para Dios no hay preferencias ni privilegios. Su amor y justicia están siempre presentes. Los profetas lo han venido anunciando. Jesucristo vino al mundo para salvar lo que se había perdido. Hoy en día, la Iglesia está llamada a anunciar el mensaje de salvación para los que no creen y se han descarriado. No debería dejar de predicar hasta lograr la salvación de muchos incrédulos e impíos. La Iglesia no debe contentarse con llenar los templos con algunos creyentes. Debe estar preocupada por los otros que están muriendo en vida, sin que nadie les dé una palabra de amor, de esperanza y de salvación. Nosotros también, en algún momento hemos sido impíos y descarriados, cometimos una serie de pecados, sin embargo, un día escuchamos la palabra de Dios, por medio de un siervo de Dios, y logramos nuestra salvación, nos libramos de la condenación eterna.
Este mensaje, de salvación debe escucharlo el mundo entero, en todo tiempo y lugar. Dios no quiere la muerte del impío, quiere su salvación. No todo el que ha pecado está condenado de por vida. Tiene una oportunidad para salvarse. No todo está perdido, aún hay esperanza en medio del dolor y la tristeza. Dios nos está buscando para que podamos ser salvos, por medio de la fe en Jesucristo y el arrepentimiento de nuestros pecados. Hoy en día, hay mucha gente que vive en pecado, no es consciente del amor de Dios. Viven una vida llena de amargura, de odio, de frustración, de envidia, de enfermedades y de soledad. No hay alegría en sus rostros, no hay dulzura en sus palabras, hay resignación al sufrimiento. No saben que todo eso puede cambiar si escuchasen el mensaje de salvación que tiene la palabra de Dios. Pero, ¿Cómo escucharán ese mensaje? ¿Quién les hará llegar esa Palabra? ¿Quién va en sus búsquedas? La respuesta es obvia: nosotros los redimidos del Señor.
Es triste ver como cada día se pierden vidas, producto del pecado. Pareciera que la Iglesia está más interesada en sus fieles que en los impíos. Roguemos al Señor para que cada día nos dé el desafío de acercarnos a los que no conocen a Dios y podamos llevarles la palabra de salvación. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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