
CUANDO DIOS SALE A NUESTRO ENCUENTRO
(Lucas 15:11-24)
La parábola del Hijo Pródigo se ha utilizado en muchos casos para llevar al arrepentimiento y conversión a muchas personas. En otros casos, se ha usado para resaltar la rebeldía del hijo menor y su desgracia. Otros predicadores han resaltado el gran amor del Padre Dios para con los que se pierden. Por último, se ha utilizado también para resaltar el egoísmo del hermano mayor. En mi caso, voy a destacar el hecho de que Dios sale a nuestro encuentro en cualquier momento y en donde nos encontremos. La Biblia no nos dice que pasó con el Padre desde que se fue su hijo menor de la casa. Seguramente, pasaba momentos de tristeza, soledad y preocupación. En su corazón sabía que la decisión que había tomado su hijo, no era la mejor, pero era una decisión personal. Era consciente de la libertad de decisión que tenía su hijo y la respetaba. Sabía que, en algún momento, su hijo regresaría a él. Dios en muchos casos, a pesar de que nos ama mucho, deja que tomemos decisiones libremente, que experimentemos el caminar sin su cuidado. La conciencia, un don dado por Dios, actuará en el momento oportuno y nos hará ver cuán buena o no, fue nuestra decisión. Esto suele pasarnos a nosotros también.
Según el relato bíblico, el hijo menor dio rienda suelta a sus pasiones, deseos, expectativas y uso de la herencia. Cuando todo ha sido gastado y se ve en la miseria, recién reflexiona sobre la condición que tenía en la casa de su padre. Su conciencia, hizo que decidiera abandonar la condición actual que estaba viviendo y fuera a buscar a su padre, no sin antes pidiéndole perdón. Ya no podía soportar la condición ruinosa de su vida. Nosotros también solemos pasar momentos similares, creemos poder hacerlo todo y nos consideramos invencibles. Derrochamos nuestro dinero, tiempo y talentos en cosas vanas. Solo cuando nos encontramos en la miseria, es cuando reaccionamos y queremos volver al estado anterior. Dios está actuando a través de nuestra conciencia.
Lo interesante de esta parábola es la actitud que toma el padre frente a su hijo al verlo. Él ha estado esperándolo pacientemente y en silencio. Está a la puerta, esperando su regreso. Ahora, al verlo a lo lejos, su corazón es movido a misericordia, sale a su encuentro y lo recibe con alegría, lo abraza y lo besa como muestra de su amor. No hubo ningún reproche, cuestionamientos o represalias. Nada de eso. Lo recibió con amor, no lo rechazó. Lo vistió de gala e hizo una fiesta para él. ¡Cuán grande amor de padre! Sin duda que, Jesús al relatar esta parábola, nos estaba diciendo que así es el amor de Dios para con nosotros los pecadores. Todos de alguna manera, también hemos experimentado este amor de Dios, que, habiéndonos descarriado y malgastado nuestros recursos y talentos, Él en su infinito amor, salió a nuestro encuentro y nos recibió tal como éramos. Al ser perdonados por Él, nuestra vida cambió y es muy probable que en el cielo se produjo una gran fiesta. Dios utiliza su gracia preveniente para buscarnos y salir a nuestro encuentro. Él no permanece indiferente a la desgracia de la humanidad que ha caído en pecado y desobediencia de la palabra de Dios, está como el padre de la parábola, esperando paciente y en silencio que las personas decidan regresar a Él, luego de escuchar Su palabra. Dios utiliza muchos recursos para hablar al ser humano de su condición de pecado, usa la conciencia, la gracia preveniente, el Espíritu Santo, la iglesia, misioneros predicando a lo largo del mundo.
Ahora bien, esta reflexión no debe quedar en el papel, debemos reflexionar que nosotros, los redimidos por el Señor, estamos llamados a predicar Su palabra y lograr que muchos sean salvados por la acción del Espíritu Santo. Esa es la tarea de toda la iglesia. Pidamos al Señor que sigamos predicando Su palabra y alcancemos a muchos que están perdidos y sin saber a dónde ir. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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