
RESUCITANDO A UNA NUEVA VIDA
(Juan 3:1-12; 5:24; Efesios 4:17-32)
Generalmente hemos escuchado que quien se convierte a Jesucristo tiene vida nueva, ha nacido de nuevo y ha dejado atrás el viejo hombre. Todas estas afirmaciones tienen el propósito de enseñar que Jesucristo es el Salvador y que con él hay vida eterna. Por lo tanto, ya no somos los mismos una vez que le aceptamos, ahora somos nueva criatura. Poco nos detenemos a reflexionar lo que Jesús le dijo a Nicodemo en su encuentro con él: "Tienes que nacer de nuevo" Ahora bien, ¿Qué es nacer de nuevo y tener vida eterna? Nacer de nuevo es morir existencialmente y espiritualmente, de una situación dada, que comúnmente es mala, destructiva, calamitosa, ruinosa; para entonces resucitar, salir de esa mala situación, para experimentar una nueva vida, una nueva realidad existencial y espiritual. El resultado de ese proceso es la obtención de la vida eterna, que comienza desde el momento que aceptamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador y se extiende hasta cuando Él regrese.
No es tan
sencillo decir que el que cree que Jesucristo es el Hijo de Dios y que, si le
aceptamos como nuestro Salvador, tenemos una nueva vida. Esta afirmación implica
que una vez que hemos aceptado a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador,
estamos haciendo morir al viejo hombre, que significa un sacrificio existencial
y espiritual de dejar la pasada manera de vivir, despojándonos del viejo hombre
que está viciado, para renovarnos y vestirnos del nuevo hombre, creado según
Dios en la justicia y santidad de la verdad. Es pasar de muerte a vida, salir de
las tinieblas para vivir en la luz. Pero, el morir significa que debemos
resucitar para vivir una nueva vida. De ahí que la salvación significa morir
para resucitar a una nueva vida, que es eterna en Jesucristo.
Vivir la nueva vida en Cristo, según el apóstol Pablo es: desechar la mentira; airaos, pero no pecar; no enojarse; no dar lugar al diablo; no hurtar; trabajar para ganarse el sustento; no hablar palabra corrompida, sino para edificación; no contristar al Espíritu Santo de Dios, con el cual hemos sido sellados para el día de la redención; quitar toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes ser benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como Dios nos ha perdonado en Cristo (Ef. 4:21-32). Este es el perfil de la nueva criatura en Cristo Jesús. Es el testimonio de la conversión, de haber resucitado de la muerte a la nueva vida, de haber salido de las tinieblas a la luz admirable de Cristo. Por lo tanto, la nueva vida no es una mera expresión, es una experiencia personal profunda de un verdadero cambio existencial y espiritual en nuestro ser.
Examinemos si en verdad hemos nacido de nuevo o simplemente hemos aceptado esta expresión de manera superficial. Que el Señor nos ayude examinarnos y nos permita tener esta experiencia de conversión en nuestras vidas. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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