
DIOS RESTAURA NUESTRA VIDA HECHA AÑICOS
(Romanos 12:2)
Recientemente tuve la oportunidad de leer una reflexión en el devocionario de El Aposento Alto, ahí se relataba de un acontecimiento ocurrido en una catedral, donde un hermoso ventanal, que era visitado por cientos de personas para admirarlo, fue destruido por una fuerte tormenta. Este hermoso vitral quedó hecho añicos, los pedazos del vitral estaban en el suelo. Estos pedazos inservibles fueron guardados en una caja y llevada al sótano. Un día llegó un hombre que nadie conocía y pidió que le mostraran el famoso vitral. Sólo le pudieron entregar la caja llena de pedazos de cristal. Después de algunos meses supieron que este hombre era un gran artista. Esta persona había tomado lo que todos pensaban que eran fragmentos sin valor alguno y ahora había hecho un nuevo vitral, mucho más hermoso y majestuoso que el anterior. El autor de esta reflexión mencionaba que de esa misma manera es como Dios transforma la vida humana. Lo que parece ser de muy escaso valor, el toque de Dios lo transforma en algo hermoso y de valor eterno. A su vez se preguntaba: ¿Quién puede medir el significado de una vida transformada por el poder y el Espíritu de Dios?
Al leer esta reflexión,
me llevó a pensar de cómo Dios puede restaurar nuestra vida que se ha hecho
añicos, debido a la acción de fuerzas malignas de Satanás. En un comienzo,
cuando entregamos nuestra vida al Señor, nuestra vida es hermosa y nueva. Todo
es
felicidad y sentimos la presencia del Espíritu del Señor sobre nuestro ser.
Nuestro amor y pasión por las cosas de Dios no tienen límites. Vivimos un
paraíso aquí en la tierra. Con esta alegría y gozo, logramos vivir una vida plena
y agradable a los ojos del Señor y de nuestro prójimo. Muchos nos elogiaban por
nuestro estilo de vida y de amor. De pronto, en algún momento de nuestro vivir,
comenzamos a fallar, a cometer errores, a alejarnos de las cosas de Dios, a
hacer cosas indebidas, a querer vivir nuestra vida a nuestra manera, a dejarnos
llevar por la opinión de otras personas, sin consultar a Dios cuál era su
voluntad; poco a poco nos fuimos metiendo en las cosas del mundo, hasta vernos
atrapados en las garras de Satanás, quien nos había hecho caer en su trampa.
Entonces, vinieron los problemas de todo tipo, desde lo personal, familiar y
social, sufrimos enfermedades, aparecieron las dificultades económicas, poco a
poco, nuestra vida se iba destrozando y haciendo añicos. Satanás nos atrapó y
destruyó nuestra vida.
De repente, alguien apareció en nuestra vida destrozada y nos dio una mano, nos sacó del pozo profundo en que habíamos caído y nos liberó. Sin duda, que era un ángel del Señor quien apareció y nos decía muy quedo al oído, que sólo el Señor puede cambiar y restaurar nuestra vida hecha añicos. Así, como ese hermoso vitral, que, al ser destrozado por una tormenta, fue restaurado por un artista desconocido, haciéndolo hermoso y duradero, así también, el Señor recoge los pedazos de nuestra vida destrozada, hecha a añicos, en la que ya nadie da nada por nosotros, y nos restaura, renovando nuestra fe en Él, dándonos una nueva oportunidad para vivir una vida en santidad y servicio. Gracias a Dios que hemos podido ser restaurados y renovados en nuestro pacto con Dios. Esta experiencia, no es única, muchos hemos pasado por esta misma situación. Gracias a Dios, que envía a sus ángeles para nuestro cuidado, y nos permite ser rescatados y restaurados por la acción poderosa del Espíritu Santo. El toque de Dios nos transforma en algo hermoso y de valor eterno. ¿Quién puede medir el significado de una vida transformada por el poder y el Espíritu de Dios?
Roguemos al Señor para que siempre envíe a sus ángeles y nos proteja del maligno. Qué siempre estemos listos a escuchar su voz y hacer su santa voluntad. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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