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    FE É INCREDULIDAD

 

(Marcos 9:14-29; 10:27)

 

El relato de este evangelio, nos presenta una situación en la que se está discutiendo el tema de la no sanidad de un joven endemoniado por parte de los discípulos de Jesús. La discusión entre los discípulos y los escribas está centrada en que los discípulos de Jesús no han podido sanar al joven endemoniado. Seguramente los escribas estaban cuestionando la fe de ellos en Jesús y el no poder sanar y echar espíritus endemoniados. Los discípulos, estaban mudos al no poder dar respuesta a los cuestionamientos de los escribas sobre la no sanidad del joven. ¿Era un tema de fe o de incredulidad? La multitud que los rodeaba, era testigo de esta confrontación. Hoy en día, mucha gente quiere ver milagros de parte de nosotros, los seguidores de Jesús. Necesitan ver para creer, de lo contrario seguirán incrédulos. La Iglesia necesita dar testimonio de las maravillas que realiza el Señor en cada momento y circunstancias de la vida cotidiana. ¡Cuántos han creído en el Señor, por medio de los milagros!

 

Jesús aparece en la escena y ve lo que está sucediendo con sus discípulos y los escribas. La multitud al verlo corren hacia él y lo saludan con asombro. Estaban delante del Maestro, el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús al ver tal alboroto, pregunta de qué están discutiendo. Alguien de la multitud le comparte el asunto de la discusión. Esta persona trajo a su hijo que tenía un espíritu mudo, el cual hacía destrozos en la vida de su hijo. Le contó a Jesús que trajo a su hijo a los discípulos para que echasen dicho espíritu inmundo, pero no pudieron echarlo. Ante esa situación, Jesús les dice a todos que son unos incrédulos y hasta cuándo ha de estar con ellos. Sin mucha cosa, manda a traer al joven y se lo traen ante su presencia. De pronto, el espíritu ve a Jesús y sacude con violencia al joven y éste cae en tierra, revolcándose y echando espumarajos. Ante ello, Jesús pregunta al padre desde cuándo le sucede esto. La respuesta es, desde niño. Este espíritu maligno, ha atormentado desde muy pequeño a este joven. El padre le pide a Jesús que tenga misericordia de él y los ayude, y que sane a su hijo.

 

Ahora Jesús, pondrá a prueba la fe del padre y lo desafía a que crea, ya que al que cree todo le es posible. La respuesta del padre es de inmediato, y clama diciendo: creo; ayuda mi incredulidad. Es el encuentro personal del padre con Jesús que permite tener la fe necesaria y reconocer su nivel de incredulidad. Muchas veces nos suele pasar lo mismo. Al principio nuestra fe es débil y creemos que todo lo podemos, hasta que somos confrontados con el Señor Jesús y descubrimos que nuestra fe es débil e incrédula. Necesitamos ser humildes y reconocer nuestra incredulidad.

 

Jesús se apresta a sanar al joven, echando al espíritu del cuerpo de este joven. Teniendo a la multitud de testigo, reprendió al espíritu inmundo para que deje en paz al joven. La palabra de Jesús tiene autoridad y señorío sobre cualquier espíritu inmundo. De inmediato, el espíritu, clamando y sacudiendo con violencia al joven, salió, dejándolo moribundo, al punto que la gente lo creyó muerto. Pero, no está muerto, está inconsciente; Jesús lo levanta y lo restituye. ¡Un milagro más! Es el proceso de la incredulidad a la credulidad.

 

Un asunto aparte, es la pregunta de sus discípulos, del por qué ellos no pudieron echar ese espíritu inmundo del cuerpo del joven. La respuesta de Jesús es tajante, sin rodeos: este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno. Y para que no haya dudas, los mira a los ojos y les dice una gran verdad: Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios. Esta afirmación de Jesús es válida para la misión de la Iglesia y para dar testimonio de nuestra fe en Él.

 

Que el Señor nos permita aumentar nuestra fe y podamos ser testigos del gran poder de Dios, ante tanta gente incrédula. Que todos ellos puedan tener este encuentro con el Señor Jesús y cambien sus vidas. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

                                 


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