
¿DISCÍPULOS O TEMPLARIOS?
(Marcos 6:7-13)
El relato bíblico nos da a conocer que Jesús llama a los doce discípulos para cumplir la Misión. Estratégicamente los envía de dos en dos y les da autoridad para echar espíritus. Bien sabemos, que Jesús al enviarlos de dos en dos, lo hace para que no se sientan solos, se sientan acompañados, alentados, en el cumplimiento de la tarea evangelizadora. Aquí, es claro que Jesús no les dice que la tarea la hagan desde el templo, sino que deben ir, salir hacia los demás para que conozcan las buenas nuevas del evangelio. Es por eso que, ser discípulo es tener la actitud de estar dispuesto de ir ahí adonde está la gente, la multitud, los necesitados. Esta estrategia de Jesús, de ir de dos en dos, es buena de tenerla en cuenta hoy en día, para la tarea evangelizadora.
Como lo describe el libro de los Hechos, la comunidad de creyentes en Jesucristo crecía cada día por acción de este método de evangelización. Hoy en día, la mayoría de creyentes, no tienen la actitud de salir a predicar el evangelio de dos en dos, más bien, tienen la actitud de ser templarios. Es decir, toda la actividad de la comunidad de fe, gira en torno al templo. Las reuniones se hacen en el templo, las actividades se realizan en el templo, el culto de adoración se lleva a cabo en el templo, los talleres de capacitación son en el templo, la oración y las vigilias se desarrollan en el templo. El templo se ha convertido en el centro de la comunidad de los creyentes, la iglesia. Muchos críticos de la iglesia, señalan que el no crecimiento de la iglesia se debe a esta actitud templaria de los creyentes. Prefieren quedarse en el templo y no salir hacia los demás. Lo primeros cristianos se reunían en su mayoría de veces en las casas y no en el templo. El templo era para reunirse para adorar al Señor (Cf. Hechos 2:46). El quehacer cotidiano se daba en las casas y en las calles, en medio de las persecuciones y matanzas. Esta cultura de ser templarios y no discípulos, es el gran problema de la mayoría de las iglesias contemporáneas.
En estos días se ha celebrado los quinientos años de la Reforma Protestante, en donde se ha destacado uno de sus aportes a la iglesia, el considerar el sacerdocio universal de los creyentes. Este postulado, permite que todos los creyentes sean partícipes del sacerdocio, es decir, la tarea sacerdotal no sólo es deber de los sacerdotes, sino que es tarea de todos. Aun así, esta actitud no ha cambiado en el seno de la mayoría de iglesias. La mayoría de los creyentes y miembros de las iglesias tradicionales prefieren ser templarios, en vez de ser discípulos. Para el cumplimiento de la misión, Jesús mandó a sus discípulos que no llevaran nada consigo, solo un bastón. Ellos deberían salir a la tarea, por la sola fe, confiando que el Señor proveerá lo necesario para ellos, así como ocurrió en el éxodo bíblico. Otro mandato de Jesús a sus discípulos, es que cuando llegaran a una casa y los reciban, deben quedarse hasta el momento de salir de ahí. Pero, si se da el caso que no los quieran recibir o no quieren escucharles, en algún lugar, entonces deben salir de allí y sacudirse del polvo que está debajo de sus pies, como señal de descontento. Al final, el día del juicio será terrible. Este es el precio del discipulado. Hoy en día, no todos están dispuestos a asumirlo.
Pero, no todo es negativo en el cumplimiento de la misión. Los discípulos, luego de escuchar las instrucciones de su Maestro, salen a cumplir la tarea, empiezan a predicar y hacer que muchos se arrepientan de sus pecados. Tarea fundamental en la evangelización. Ellos no eran personas preparadas, no habían recibido un curso de discipulado, no tenían alguna acreditación de estudios teológicos de un seminario o universidad. Tenían mucha voluntad, pasión por la proclamación, sin importarles el precio a pagar. Es bueno tomar nota, que no solo predicaban las buenas nuevas del evangelio, sino que echaban fuera muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban. Los discípulos tenían poder para predicar y restituir vidas. Los milagros y maravillas de Dios estaban a la vista de todos, de ahí que muchos creían por la Palabra y por las maravillas que Dios hacía. No solo palabras, sino hechos. Esta es la tarea de todo discípulo de Jesús; sin embargo, esta actitud no es muy común en la mayoría de los creyentes de hoy en día. Muchos se conforman con asistir rutinariamente al templo, embellecer el templo, agrandar el templo, quedarse horas en el templo, para orar, para tener vigilias o tener retiros espirituales. Eso es todo. No estoy diciendo que no debemos considerar la importancia del templo, lo que quiero enfatizar es el quietismo de la congregación y la concepción templaria en el cumplimiento de la misión. Más aún, hay cristianos que ya no creen en la tarea discipular, ni en los milagros y maravillas de Dios, se burlan o consideran que se está alucinando al enfatizar en este aspecto de la misión.
Pidamos al Señor que volvamos al espíritu primitivo del discipulado. Que podamos estar reunidos en el templo con la alegría de adorar al Señor, luego de haber cumplido la Misión. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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