EN LAS MANOS DEL
SEÑOR ESTÁ NUESTRA PERFECCIÓN
(Jeremías 18:1-6)
El pasaje bíblico de Jeremías 18:1-6
presenta una poderosa metáfora en la que Dios se revela como el alfarero, y
nosotros, Su pueblo, somos el barro en Sus manos. El pasaje contiene
lecciones profundas sobre la soberanía de Dios, Su amor y Su deseo de
transformarnos. Hoy en día, mucha gente está preocupada
cómo ser perfecta, cómo tener una mejor calidad de vida. Para lograrlo, se está en busca de
fórmulas, de consejos, de orientaciones de especialistas en el tema, de
libros que traten sobre la perfección, se asiste a charlas que se dan en las iglesias
para encontrar una respuesta a sus preguntas sobre la perfección.
Aun así,
no logran tener respuesta a sus inquietudes e interrogantes. Es increíble ver
cómo la gente acude apresurada a inscribirse a seminarios sobre la
perfección, paga lo que le piden sin protestar, pasan horas y no tienen
problemas de perder horas, van a especialistas que muestran sus mejores
títulos, nacionales o extranjeros sobre este asunto. La perfección se ha convertido en un
valor muy codiciable y para conseguirla no importa a cualquier precio.
Veremos algunos puntos claves de este pasaje:
1. El Llamado a
Descender a la Casa del Alfarero. -
En el versículo 2, Dios le dice a Jeremías: "Levántate y
desciende a la casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras". Este
llamado a descender representa un acto de humildad y disposición para
recibir el mensaje de Dios. A menudo, Dios nos llama a salir de nuestra zona
de confort para aprender una lección importante. Así como Jeremías tuvo que
descender físicamente, también nosotros debemos estar dispuestos a
"descender" espiritualmente y dejar de lado nuestro orgullo para permitir
que Dios nos hable y transforme. Dios nos invita a bajar nuestras defensas,
a abrir nuestro corazón y a escuchar Su voz con humildad. Al igual que
Jeremías, necesitamos estar dispuestos a "descender" para recibir el mensaje
que Él quiere darnos.
2.
Dios como el Alfarero. -
En los versículos 3 y
4, Jeremías observa al alfarero trabajando el barro,
moldeándolo, pero al ver que el barro no toma la
forma correcta, el alfarero vuelve a empezar. Dios
está diciendo que Él es el alfarero y nosotros el
barro. Así como el alfarero tiene control total
sobre el barro, Dios tiene autoridad sobre nuestra
vida. Sin embargo, Él nos moldea con amor y
paciencia, buscando lo mejor para nosotros, incluso
si eso significa empezar de nuevo. Al igual que el
alfarero, Dios trabaja nuestras vidas pacientemente.
Cuando nos desviamos o cometemos errores, Dios no
nos desecha; en cambio, nos moldea de nuevo,
guiándonos hacia Su propósito.
Pero, muchos se
preguntan: ¿Qué es la perfección? Según el
diccionario, la perfección es la ausencia total de defectos o errores. De ahí que, la mayoría busca no
tener defectos o errores en todo lo que haga. Entonces, para la
mayoría de la gente y para los especialistas, el éxito es la señal de la
perfección. Ahora bien, ¿cómo se mide el éxito? En primer lugar, la
perfección, está vinculada al éxito y éste se consigue a través de la
competencia, el sobresalir a costa de los demás. Así de simple. En esta
competencia, el pobre queda marginado, el minusválido no tiene lugar, no hay
lugar para la solidaridad, cada quien sobresale y se salva como pueda. En segundo lugar,
toda persona perfecta o exitosa es quien tiene buenas condiciones
económicas, buena educación, domina más de dos idiomas, no tiene defectos
físicos, y por último, no es objeto de ninguna sospecha ideológica. ¡Es una
perfección mentirosa!
Todo lo anterior nos sirve para tener
en cuenta lo que nuestra sociedad actual piensa acerca de la perfección. En
todo ello, Dios no está presente para nada. Sobre este tema se han escrito
diversos libros, y aun así, se sigue dando reflexiones y charlas en
las iglesias. A pesar de ello, la mayoría de la gente no encuentra en todo
eso,
una respuesta contundente. Entonces, ¿Dónde está la respuesta? La Biblia
toca este asunto de diversas maneras, y en esta ocasión he preferido
considerar el pasaje del profeta Jeremías (Jeremías 18:1-6) para esta reflexión.
3. El
Propósito de Dios para Nuestra Vida. -
Dios nos forma con un
propósito específico. Al observar el proceso del alfarero,
entendemos que Él tiene un diseño en mente para cada uno de
nosotros. No somos productos de la casualidad; cada vida
tiene un propósito y significado. Preguntémonos, ¿Estamos
dispuestos a rendirnos al diseño que Dios tiene para
nosotros, incluso si no lo entendemos por completo? Esta
rendición puede ser difícil, pero nos asegura que estamos
siendo guiados y formados por un Dios que nos ama
profundamente.
4. La
Importancia de la Sumisión y Flexibilidad. -
El barro en manos del
alfarero debe ser flexible y maleable para tomar la forma
que el alfarero desea. Si el barro se endurece, pierde su
capacidad de ser moldeado. De la misma manera, si
endurecemos nuestro corazón y no permitimos que Dios nos
transforme, nos alejamos de Su propósito. Debemos permitir
que Dios nos moldee a través de las experiencias, las
pruebas y las enseñanzas. Aunque algunas experiencias pueden
ser dolorosas, confiemos en que Él sabe lo que es mejor para
nosotros y nos está preparando para algo más grande.
5. La
Esperanza de una Nueva Oportunidad.-
Finalmente, el alfarero en la
visión de Jeremías no se da por vencido con el barro; él
comienza de nuevo. Esto nos enseña que Dios es un Dios de
nuevas oportunidades. No importa cuántas veces hayamos
fallado o nos hayamos alejado, siempre podemos volver a Sus
manos para ser restaurados y transformados. En este pasaje,
encontramos esperanza y gracia. Si hemos sentido que nuestra
vida ha sido "arruinada" por decisiones incorrectas, podemos
volver a Dios y permitirle que nos moldee nuevamente. Él
nunca se cansa de darnos nuevas oportunidades.
Que este pasaje nos
recuerde que Dios está activamente trabajando en nuestras
vidas. Al igual que el alfarero en su taller, Él moldea cada
aspecto de nosotros para Su gloria y para nuestro bien. Ser
el barro en las manos del Alfarero significa confiar en Su
proceso, incluso cuando no entendemos el "diseño". Él nos
invita a tener un corazón humilde y dispuesto, a reconocer
nuestra dependencia de Su gracia y a rendirnos a Su plan.
Que podamos siempre orar y decir: “Señor, moldea mi vida
según Tu voluntad, no la mía”. Procuremos enseñar en nuestras
iglesias que la perfección proviene del Señor y que Él puede hacer grandes
cambios y transformar nuestras vidas. Que la perfección de Dios es un proceso, así como
el alfarero lo hace con el barro. Debemos ponernos en sus manos para que Él
haga de nuestras vidas, instrumentos de su amor y de su paz. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.