
UN NUEVO CUADRILÁTERO PARA LA MISIÓN
(Romanos 12:1-2; Efesios 4:22-32)
Cuando asumí el episcopado, por primera vez, en el año 2006, había una pregunta que estaba dando vueltas sobre mi cabeza. ¿De qué manera la Iglesia Metodista del Perú puede realizar mejor su Misión en medio de nuestro pueblo peruano? Para ello, muchas respuestas vinieron a mi mente. Compartí esta inquietud en una Carta Episcopal.
Una de ellas, es esta premisa: sin santidad de vida, no hay bendición de Dios. Y sin la bendición de Dios no hay unidad, ni prosperidad, ni plenitud de vida.
Creo que esta premisa es válida tanto a nivel personal, como a nivel institucional y estructural de la Iglesia.
Por mucho tiempo hemos tenido en cuenta el cuadrilátero teológico de Juan Wesley como un principio doctrinal que ha regido la vida de la Iglesia Metodista. Basta recordar los aspectos que conforman este cuadrilátero teológico: Biblia, Experiencia, Razón y Tradición.
Sin embargo, estos aspectos por mucho tiempo han cumplido su función doctrinal. Hoy en día, se hace necesario y urgente, en estos tiempos posmodernos que vive nuestra sociedad, renovar este cuadrilátero doctrinal y teológico por uno que ayude a cumplir mejor la Misión de la Iglesia. Mi propuesta es establecer un nuevo Cuadrilátero para la Misión, cuyos elementos son: Renovación, Santidad de Vida, Crecimiento y Desarrollo. Explicaré brevemente estos aspectos:

1. Renovación: Romanos 12: 1-2; Efesios 4:22-32
Este aspecto significa un cambio de vida, una transformación en la manera de pensar, de actuar y de llevar a cabo la Misión. Los objetivos, las estructuras, los planes estratégicos y la economía de la Iglesia deben ser renovados para dar paso a una nueva manera de ser la Iglesia en estos tiempos posmodernos.
No se puede concebir realizar algo nuevo con una vieja manera de ver y entender las cosas. El estándar de vida actual debe ser cambiado por un estándar de vida de calidad, donde la mediocridad no tenga lugar. Para ello debemos tener en cuenta la propuesta que nos hace Jesucristo: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38).
Por otro lado, los objetivos, las estructuras y los planes estratégicos deben ser revisados para dar lugar a una manera de concebir la Misión de la Iglesia, sin repetir moldes o esquemas ya caducos. Hay que concebir nuevos objetivos de acuerdo a la realidad y a la nueva inspiración del Espíritu Santo. Para lograr ello será necesario hacer un corte histórico e existencial en toda la vida de la Iglesia, tanto en lo personal como en lo institucional. Tengamos en cuenta lo que nos dice el apóstol Pablo: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:12-14).
Por último, la economía y las finanzas también deben ser transformadas, dejando de una vez por todas, la actitud limosnera por la de una actitud diezmera. Por mucho tiempo esta actitud no nos ha llevado por un buen camino, más bien ha generado dependencia y frustración. Sólo nos hemos acostumbrado a dar limosnas y recibir limosnas. No hemos dado nuestros diezmos al Señor para recibir bendición en abundancia. Si queremos recursos frescos para el cumplimiento de la Misión, éstos deben salir de nuestros propios bolsillos. Sólo así lograremos ser verdaderos mayordomos y autónomos. El texto de Malaquías 3:6-12 nos debe llevar a una profunda reflexión. ¿Por qué no hay bendición en la vida de las personas y de la Iglesia?
Un cambio de actitud será una buena señal de la renovación de nuestras vidas y en la vida institucional de la Iglesia.
2. Santidad de Vida: Levítico 11:44-45.
Sobre este tema se ha dicho y escrito en demasía. Sin embargo, sigue siendo un asunto muy poco tomado en cuenta, hasta el punto de considerarlo ya casi un tema pasado de moda o tratarlo como un tema meramente individual, perdiendo su perspectiva social de la misma. Como metodista bien sabemos que la Perfección Cristiana o Santidad de Vida es el segundo paso que todo cristiano inicia luego de ser justificado por la gracia de Dios, por medio de la redención que es en Jesucristo. Es la acción gradual de Dios, en el cual el Espíritu Santo opera en la vida del cristiano hasta lograr un verdadero cambio en su naturaleza, hasta alcanzar la estatura de la plenitud de Cristo (Cf. Efesios. 4:13).
Para Wesley el “perfecto amor” a Dios y a los hombres es sinónimo de la perfección cristiana o de la entera santificación. Es en este sentido que Jesucristo nos exhorta a ser perfectos como Dios lo es (Cf. Mateo 5:48). El Apóstol Pablo reconoce que no es perfecto, pero que camina hacia esa meta (Cf. Filipenses 3:12-14); en otra ocasión, en su carta a Timoteo hace ver que el fin de toda Escritura es hacer que el creyente en Dios sea perfecto (Cf. 2 Timoteo 3:17).
La perfección cristiana, tal como lo advierte Wesley en todo su tratado sobre este aspecto, no es un ideal a lograr a futuro o en el momento de la muerte, sino que es un proceso que se inicia al ser justificado por la gracia de Dios y que es permanente, dinámico, ahora, en la vida presente. De algún modo, la perfección cristiana, es dejar de lado una vida mediocre por una vida de calidad, es decir, en santidad, consagrada a Dios y experimentar sus múltiples bendiciones. Como ya se ha dicho anteriormente, este proceso es dinámico y nos permite seguir creciendo, día a día, paso a paso, en la fe y en el amor. De ahí que la perfección cristiana es una visión positiva y optimista de la vida cristiana, porque enseña que tanto el hombre como la mujer son perfectibles por la gracia de Dios y están sujetos a ese proceso, con la ayuda del Espíritu Santo.
Pero, hoy en día, la perfección está relacionada a otra palabra, calidad de vida, la cual se utiliza mucho y está en boga en todos los medios académicos. Con este concepto de calidad de vida se quiere demostrar que el ser humano es perfectible por sí mismo, en base a su propio esfuerzo y no depende de nadie para lograrlo. Grave error el que se comete. Dios es el alfarero y nosotros el barro. Somos obra de sus manos (Jeremías 18:1-6). Para alcanzar esta meta -que es nuestro constante desafío- es necesario llevar una vida en obediencia a Dios, en disciplina, en amor y en gracia renovada. ¿Estamos avanzando hacia la perfección? El estudio serio acerca de la perfección cristiana debe ser una guía permanente para todos los cristianos metodistas. Finalmente recordar que sin santidad no hay bendición de Dios y este aspecto es previo a todo proceso de reconciliación.
El buen testimonio personal e institucional ha de ser un indicio de una verdadera vida en santidad.
3. Crecimiento: Mateo 25:14-30
Este es un tema que nos atañe a todos los metodistas. Sin crecimiento no hay posibilidad de desarrollar la Misión. La evangelización tiene un rol importante que cumplir. Hoy en día, hay nuevas maneras de evangelizar y no sólo debemos repetir viejos modelos, sino redimensionarlos a nuestros tiempos actuales. La Iglesia Metodista empezó su proceso de crecimiento a través de los Grupos de Pacto -lo que hoy muchas iglesias evangélicas lo denominan células, y por ello debemos retomar dicha experiencia y aplicarla a nuestra realidad. El celo por llevar las Buenas Nuevas de Jesucristo a otras personas debe ser nuestra pasión como cristianos y cristianas. No solamente necesitamos crecer en número sino también en calidad. Ya no podemos quedarnos con el dicho famoso de hace unas décadas: “lo importante es crecer en calidad”, hoy en día, el crecimiento es integral, es necesario crecer en cantidad pero también en calidad.
Debemos utilizar los diversos medios de comunicación social para difundir las Buenas Nuevas de Jesucristo e incorporar en nuestras iglesias locales a nuevos creyentes. Toda célula viviente tiende a crecer de lo contrario muere. De la misma manera, si la iglesia no crece tiende a quedarse donde está.
El espíritu misionero de los primeros metodistas debe ser emulado, hay que ir donde está nuestro prójimo necesitado de amor, pan, vivienda, trabajo, consuelo y justicia. La Iglesia debe salir de sus cuatro paredes e ir en busca de los niños, jóvenes, mujeres y varones que deambulan por la calle buscando un poquito de amor. La Iglesia es depositaria del amor de Dios.
No debemos olvidar que hay un Plan Quinquenal de Evangelización y Crecimiento de la Iglesia. Todos debemos involucrarnos en la consecución de sus objetivos y la puesta en marcha del mismo.
Esperamos ver nuevos frutos de este Plan como una expresión del crecimiento en la vida de la Iglesia.
4. Desarrollo: Efesios 4:12-16
Si logramos un crecimiento sostenido, de hecho que nuestro desarrollo será sostenido y consistente también. A mayor crecimiento, mayor desarrollo, más recursos humanos y económicos, lo que implicará un nivel de bienestar personal y social. La tarea puede realizarse en forma auto sostenida y todo recurso externo será una ayuda adicional y una bendición. Para lograr este ideal es necesario que todos y todas participen plenamente en el cumplimiento de la Misión. Cada miembro es la unidad de la iglesia, que está interconectado a una red mayor, la Iglesia universal, y por lo tanto, es importante su participación activa. No debemos masificar la pertenencia a la iglesia.
El discipulado permanente y consistente debe llevarnos a generar un liderazgo de excelencia para el cumplimiento de la tarea. No podemos estar estáticos o pasivos en el desarrollo de la vida de la iglesia. No deben existir miembros pasivos o miembros de domingos solamente, todos somos llamados a cumplir la Misión de una manera eficaz.
La capacitación bíblico-teológica del pueblo metodista es muy necesario tener en cuenta, para evitar que no se dejen engañar por cualquier viento de doctrina extraña. No sólo debemos crecer espiritualmente, sino también en el conocimiento preciso de la Palabra. De ahí la importancia del cuadrilátero doctrinal de Wesley, donde la razón ocupa un lugar importante.
Una señal de nuestro crecimiento y desarrollo estará representada por la formación de nuevas escuelas dominicales, nuevas sociedades de mujeres, de jóvenes, de jóvenes adultos y de varones. También lo será la creación de nuevos distritos eclesiales a lo largo y ancho del país. Por último, una economía fuerte y sostenida dará lugar a apoyar proyectos sociales a favor de los menos favorecidos de nuestra sociedad, así como también el mejoramiento salarial del cuerpo pastoral y del personal administrativo.
Creo que una nueva forma de desarrollo de nuestra Iglesia Metodista es la conformación de un Voluntariado para la Misión, como una expresión nueva de nuestra diaconía. Por tal motivo, se debe invitar a los hermanos y hermanas con talentos, a los profesionales y a todo aquel que quisiera involucrarse en esta nueva dimensión de ser la Iglesia y aunarse a este Equipo de Voluntarios para la Misión. No sólo ha de estar integrado por metodistas, sino también por todo cristiano o cristiana de buena voluntad que quiera ser parte de este Proyecto; también pueden participar hermanos y hermanas de otras latitudes, aun los que están en la diáspora. Ya hay experiencias sobre este asunto. ¡Todos/as son bienvenidos/as!
Finalmente, quiero compartir esta propuesta con el fin de avizorar nuevos rumbos en la Visón y Misión de la Iglesia Metodista del Perú. Que pronto podamos ser en medio de nuestro país una iglesia santa, justa y solidaria.
Que el Dios de amor y de paz sea con cada uno de ustedes en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y en el poder del Espíritu Santo. Amén.
(Este mensaje fue escrito en una Carta Episcopal en Marzo de 2006).
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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