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LA IGLESIA ES DEL SEÑOR, SOLO DE ÉL

(Juan 21:15-22)

Este relato está dado en el contexto de la tercera aparición de Jesús a sus discípulos y luego de haber desayunado con ellos. Pareciera que Jesús quiere comprobar cuánto es el amor de Simón Pedro hacia Él. ¿Es el amor de Simón Pedro mayor que los otros discípulos? Aquí Jesús le hace recordar a Pedro aquellas palabras que dijo en el monte de los Olivos, antes que le dijera que lo negaría tres veces antes que cante el gallo (Vea Mateo 26:33-34 y Marcos14:29-30). En estos dos versículos, Pedro le dijo a Jesús que si todos se alejaran de Él, él no lo haría. En ese momento Pedro pensó que era mejor que los otros discípulos. Él miró a sus compañeros y decidió que él era más fiel y más fuerte en la fe que los otros. Él se comparó con los otros discípulos y decidió que él era mejor que ellos. Aquí Jesús está enseñando a Pedro que él no debe compararse con los otros, ni debe pensar que él es mejor o más fiel que los otros discípulos. Su única responsabilidad es seguir a Jesús con todo su corazón. De esa forma Pedro se llenó con el orgullo de su propia fidelidad y amor para Jesús. Y este mismo orgullo es el que no le permitió ver su propia debilidad. De ahí que Jesús para comprobar el verdadero amor de Pedro, le hace la primera pregunta: ¿me amas más que éstos?, la respuesta apresurada de Simón Pedro es afirmativa y lo pone a Jesús como testigo de ese amor. Entonces Jesús le ordena: apacienta mis corderos, aquellos pequeñitos del rebaño. Aquí es como si Jesús le dijera a Pedro que los corderos son suyos y no de él. Que los ame y los cuide.

Por segunda vez Jesús le vuelve a preguntar a Pedro si le ama, y él vuelve a responder que sí, poniéndolo otra vez como testigo. Entonces Jesús le vuelve a ordenar que ahora pastoree a sus ovejas, aquellas que ya son maduras en el rebaño. Son las ovejas del Señor y no de Pedro. Seguramente que Pedro se sentiría incomodo por esta segunda pregunta, tal vez recordaba las preguntas que a él le hicieran antes de que cantara el gallo en el momento del juicio a Jesús.

En una tercera vez, Jesús le reitera la pregunta a Simón Pedro, hijo de Jonás, si en verdad lo ama. Aquí Pedro se entristece y le responde por tercera vez que si lo ama y afirma que Él ya lo sabe todo y que no puede engañarle. Al ver Jesús la sinceridad de Pedro, le vuelve a ordenar que apaciente sus ovejas. Una vez más le recuerda que los corderos y las ovejas son de Él y no de Pedro. Él debe demostrar ese verdadero amor hacia el rebaño de Jesús.

Luego de las tres preguntas hechas por Jesús a Pedro, podemos decir que de alguna manera Él quiere reivindicar a Pedro por sus errores y negaciones y perdonarlo de una vez por todas. Jesús quiere demostrarle a Pedro que aún lo ama y que quiere darle una nueva oportunidad poniéndolo al frente de su Su rebaño. La Iglesia es del Señor, no de los hombres. El rebaño es de Él y para ello pone a pastores para que apacienten y pastoreen a sus corderos y ovejas. Los pastores no deben enseñorearse sobre ellos, deben ser amorosos y tolerantes con ellos, así como Jesús lo es con nosotros. Esta actitud de Jesús nos debe hacer recordar que cuando nos equivocamos y pecamos, pensamos que Dios nunca puede perdonarnos ni usarnos en Su Obra. Pero Dios quiere perdonarnos y restaurarnos a Su servicio. Él quiere que seamos fieles a Él para que otros puedan ver Su bondad y amor a través de nuestras vidas. Como pastores y pastoras del rebaño del Señor no debemos pretender que los corderos y las ovejas son nuestros y que podemos hacer lo que nos da la gana con ellos. No debemos crear problemas ni imponer algo en forma autoritaria, sin recibir el consenso de la grey. Cuando no tenemos el mismo amor de Jesús por Su rebaño, entonces surgen los problemas y las divisiones. Jesús le dice a Pedro que el seguirle a Él y pastorear Su rebaño lo va a conducir al sacrifico, similar al suyo. ¡Cuánto tenemos que aprender de Jesús! ¡Somos sus pastores que Él nos ha puesto transitoriamente al frente de Su Iglesia para apacentarla y pastorearla! No podemos ser pastores y fariseos a la vez.

Ahora bien, después de que Pedro fue restaurado y su llamamiento para servir y seguir a Jesús fue renovado, Pedro otra vez empieza a compararse con el otro discípulo, a quien Jesús amaba. Jesús acababa de decirle a Pedro lo que Él quería para él, y Pedro mira al otro discípulo y le pregunta a Jesús lo que sucederá con él. En vez de enfocarse en Jesús y su responsabilidad a Él, Pedro enfocó su mirada en los otros. Aquí Jesús le contesta fuerte diciéndole que Pedro no necesita preocuparse con las vidas de otras personas. Su única responsabilidad es seguir a Jesús. Él no necesita concentrarse en otra cosa. Además, El Señor es quien elige a quien le plazca hacerlo. Por eso Jesús le recrimina y le dice que si a Él le place que ese discípulo permanezca hasta cuando el venga, qué le importa él. El celo aflora en Pedro, le preocupa que otro discípulo tenga el favor del Señor, que tenga tal vez algunos privilegios mayores que él. Siente temor que otros puedan desplazarlo y lo dejen fuera de carrera. Muchas veces en nuestro ministerio pastoral el celo aflora en nosotros cuando alguien viene a la grey y tiene mejores dones y talentos que nosotros y es entonces que comenzamos a crearle problemas, lo marginamos, no le permitimos desarrollarse, ni que crezca en la fe. Hay mucho de esto en nuestros líderes en la iglesia. Olvidamos el mandato de Jesús: apacienta mis corderos y pastorea mis ovejas. Olvidamos que la Iglesia es del Señor y no nuestra.

Al fin del día, al final de la tarea, no necesitamos preguntarnos si hemos obedecido y seguido a Jesús mejor que otra persona o personas. Solamente necesitamos preguntarnos si hemos obedecido y seguido a Jesús lo mejor que pudimos.

Que el Señor nos ayude a cuidar de Su rebaño y no permitir que lobos se disfracen de corderos u ovejas para destruirlo. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

       


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