
AMAR Y AVANZAR
(Lucas 9:51-62)
En este pasaje bíblico hay dos temas a considerar: el amor a los enemigos y el no volver nuestra mirada al pasado. Desarrollaremos estos dos temas de la siguiente manera:
Primer tema: el amor a los enemigos.-
Vemos a Jesús viajando hacia Jerusalén desde Galilea. En ese trayecto le era necesario pasar por Samaria, pueblo en rivalidad con los judíos. Como era natural los samaritanos no querían recibir a Jesús, porque era judío. En realidad, no estaban obligados a hacerlo. Sin embargo, Jacobo y Juan se enojan contra ellos y quieren castigarlos, enviando fuego del cielo contra ellos. Se nota una actitud de venganza. "Si no te reciben hay que castigarlos", le dicen a Jesús. Muchas veces nosotros actuamos de la misma manera. Si no hacen lo que queremos; si no obedecen nuestras órdenes; si no creen lo que yo creo; si no piensan como nosotros; entonces hay que castigarlos. Jesús les reprende y les dice que no saben a qué espíritu pertenecen. Jesús no es el Señor de la venganza, ni de la ira, ni del castigo. Él es el Señor del Amor. Ha venido a salvar almas y no para perderlas. Su misión no es destruir las vidas de las personas, sino salvarlas. En Juan 3:17, Jesús dice que él ha venido a salvar al mundo y no a condenarlo. Esa es la misericordia de Dios. Toda la Biblia nos habla de esta actitud de Dios. Esa es la actitud que nosotros como cristianos debemos tener hacia nuestros semejantes, aún enemigos. Nuestra prédica debe ser el amor de Dios y no nuestra ira.
De ahí que debemos cambiar nuestra actitud ahora. No cansarnos de amar a nuestro prójimo, aunque esté equivocado o no piense como nosotros. En el mundo ya hay mucha violencia. En la casa castigamos a nuestros hijos por cualquier error; en la escuela se castiga al alumno por una falta; en la sociedad el castigo es sin piedad. Todo es condena y castigo. Intentemos comprender al ser humano, rescatarlo de su error, llevarlo por el camino del amor. Sólo así lo habremos rescatado del hoyo.
Segundo tema: no volver nuestra mirada al pasado.-
Este segundo tema tiene que ver con el discipulado, es decir, hacer la tarea que el Señor nos ha encargado. Aquí el desafío es: si hay una meta a seguir hay que llegar a ella; si hay una tarea a realizar hay que cumplirla; si hay objetivos que alcanzar, hay que lograrlos. Lamentablemente sucede que hoy en día mucho nos distraemos en otras cosas y no logramos cumplir ni llegar a la meta. El mundo de hoy nos ofrece muchas cosas en las cuales nos distraemos, perdiendo mucho tiempo en ellas, y que cuando nos damos cuenta, es demasiado tarde. El tiempo se va y no vuelve más; la oportunidad se nos escapa entre las manos; la meta se nos pierde. El apóstol Pablo nos dice en su carta a los filipenses: "olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Fil. 3:13-14). Si nos detenemos a hacer un balance de nuestras vidas, veremos que muchos ideales, sueños, proyectos, se perdieron en el camino; que nos distrajimos en otras cosas sin importancia. ¡Perdimos el tiempo! Solo nos queda vivir y recordar nuestros sueños. ¿Cuántos de ellos se quedaron en el camino? ¿Cuántos vivimos del recuerdo? ¿Cuántas personas se quedaron en el camino? ¿Cuántos se apartaron del buen camino?
Felizmente, hoy la Escritura nos dice que no podemos volver nuestra mirada hacia atrás, al pasado. El labrador que ara la tierra no podrá trazar buenos surcos y rectos si se la pasa mirando hacia atrás. Hay que avanzar hacia adelante si queremos llegar a la meta. Si queremos ser colaboradores de Dios en su Reino, tenemos que mirar con optimismo el horizonte, el presente y el futuro. La tarea aún está pendiente, hay mucho por hacer. Lo pasado ya fue.
¿Estamos listos a dejar
nuestras cargas pasadas para caminar en libertad hacia adelante? Que el Señor
nos acompañe en nuestro caminar. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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