
CREANDO PUENTES PARA SERVIR CON EFICIENCIA
(Miqueas 7:18-20; 1 Corintios 13:1-13; Lucas 13:1-9)
Los textos nos hacen recordar que es necesario estar en los caminos de Dios; en Él está la vida en plenitud, apartado de Él la muerte es inminente; al final, es cuestión de elección. Siempre se tiene la tentación de querer hacer nuestros propios caminos, pensando que así haremos lo mejor y no tener en cuenta a Dios para nada. Más aún, hoy en día la modernidad también nos reta a hacer elecciones, entre la mediocridad y la eficiencia. Para lograr la eficiencia, hay exigencias que se deben cumplir en toda la actividad del ser humano. Inclusive, desde hace tiempo atrás se ha iniciado una carrera loca por conseguir tal propósito. Nuestra sociedad ya no admite a quien se quede relegado en esta carrera, ya que quedarse en el camino es ser mediocre. No hay lugar para quien no es una persona de éxito. Solo las personas exitosas pueden conquistar el mundo. Con esta filosofía materialista todo vale para lograr la tan ansiada eficiencia.
Por otro lado, la educación actual no escapa de esta realidad. Toda la currícula educativa tiene este propósito, la eficiencia. No es extraño esperar que los educandos al término de sus estudios tengan una mentalidad marginadora y exclusiva. Con esta situación, ahora nos encontramos en el camino con los nuevos marginados sociales de nuestra sociedad, son los que no pueden avanzar al ritmo de los demás, los que no rinden académicamente en el colegio o en la universidad, los que no alcanzan los objetivos propuestos, los que no logran destrezas para valerse por si mismos, y así la lista puede aumentar. Lo más lamentable es que nadie se detiene ante ellos para consolarlos, se pasan de largo, a nadie le interesa si sufren o no. Por el contrario, existe una expresión que sintetiza esta actitud: "quita que te tumbo" ¡Un total desamor por ellos!
En muchos lugares, es muy alto el costo social de esta filosofía moderna de vida. Son muchos los marginados que deambulan por las calles o están tocando las puertas de un centro de trabajo. ¡No hay lugar para ellos! Ante esta realidad, es necesario brindar una educación que cambie esta actitud, que la eficiencia esté al servicio del amor al prójimo y no para una satisfacción ególatra. Procuremos que haya misericordia en toda profesión. Para ello es urgente un cambio en el corazón de las personas.
Al crearse una institución educativa, es como una higuera plantada en medio de la sociedad, cuyo fruto será una nueva generación con un alto sentido del servicio al prójimo. Alumnos y alumnas con un espíritu solidario, sensibles a los sufrimientos de los marginados sociales y existenciales. De nada valdrá saberlo todo o tenerlo todo, si no se tiene amor. El reto de este siglo es alcanzar la eficiencia, eso está bien, pero creo que será mejor lograrla caminando con el marginado o marginada; solo así la eficiencia será más humana y solidaria. Pero, para lograr este propósito es necesario crear puentes en todos los niveles de la educación. Por lo tanto, cada alumno o alumna será ese fruto requerido. Una educación que no tienda puentes entre la actual filosofía moderna y los principios y valores que Jesucristo nos enseñó, será como una higuera de la parábola, no sirve y hay que cortarla. Solo el amor puede crear esos puentes, no solo es cuestión de alcanzar los éxitos, sino servir exitosamente.
Hoy más que nunca se escucha el clamor de los marginados de la filosofía de la eficiencia. ¿Quién los consolará? ¿Quién los acompañará? ¿Quién les dará una nueva oportunidad para triunfar? ¿Quién caminará con ellos o ellas? El Señor cada vez más nos demanda frutos excelentes, resultados eficientes, pero con amor y misericordia. Debemos bogar contra la corriente materialista y modernista. Como cristianos es esa nuestra opción. De los buenos cimientos que establezcamos como Iglesia lograremos excelentes frutos y de gran calidad, diferentes a los que genera una sociedad sin amor y sin Dios.
Rogamos al Dios Todopoderoso que nos siga dando fuerzas para lograr los objetivos en la Misión, que nos permita avanzar con los que no pueden correr. Que nuestro lema sea: "Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís" (Col. 3:23-24) Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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