
LA MISIÓN INTEGRAL DE LA IGLESIA
Por: Rev. Lic.
Jorge Bravo C.
Cuando nos referimos a la misión integral de la Iglesia estamos dando a entender que hay varias misiones o tareas y que es necesario reunirlas en un todo, es decir, integrarlas. ¿Por qué calificar la tarea de la Iglesia de esta manera? ¿En qué momento de la historia se hizo una división en el quehacer salvífico?
En realidad, el propósito de Dios es uno y una sola la tarea o misión a realizar. Para poder entender esta voluntad de Dios, debemos remitirnos al momento de la Creación, donde Dios les encargó a Adán y Eva una misión a realizar (Génesis 1:28). Desde ese momento Dios ha encargado una misión a todo aquél que cree en él. Como ejemplos de ello tenemos a Noé (Génesis 6:14s; 7:1ss; 9:1ss); Abraham (Génesis 12:1-3); Moisés (Éxodo 3:4.10ss); Josué (Josué 1:1ss); los jueces de Israel (Libro de Jueces); Samuel (1ª Samuel 1:10ss); muchos otros personajes pueden ser citados, tales como Saúl, David, Salomón, los profetas, Esdras, Nehemías y hasta el mismo Ciro, rey de Persia (2ª Crónicas 36:22-23). No dejando de lado al mismo Hijo de Dios, Jesucristo (Lucas 4:17-21); Pablo, Pedro, Esteban, Timoteo, entre otros. En todos estos casos la misión es una sola, no está fraccionada, y ésta es: redención, salvación, liberación.
En Jesucristo es más evidente este propósito de Dios y la tarea es una: redimir a la humanidad (Juan 3:16-17). Esta misión de redimir a la humanidad tiene dos aspectos inseparables: lo espiritual y lo social. Jesús al iniciar su ministerio (misión), describió las acciones que iba a realizar (Lucas 4:17-21). Cuando encarga a sus discípulos la misión, ésta es una (Mateo 28:19-20; Marcos 16:15-18; Juan 20:21). Así lo entendieron Pedro, Juan, Esteban, Pablo y todos los demás discípulos (Hechos 2:43-47; 4:32-37).
Hoy en día solemos escuchar términos como: evangelización integral y misión integral de la Iglesia. ¿En qué momento la evangelización y la misión se fraccionaron en dos? ¿Por qué algunos entienden que la evangelización y misión de la Iglesia sólo tienen que ver con la vida espiritual? o ¿Por qué otro sector de la iglesia se embarca en el aspecto social? Esta situación así planteada genera confusión en el mundo y más aún entre los creyentes. Para evitar este tipo de confusión debemos retornar a los orígenes del Plan Salvífico de Dios y éste es uno: redención plena que compromete lo espiritual (lo trascendente de la persona) y lo social (el entorno que rodea al ser humano). Desde un comienzo Dios al dar los Diez Mandamientos, éstos contemplan estos dos aspectos y eran indivisibles:
Relación con Dios (espiritual) |
Relación con el prójimo (social) |
Éxodo 20:3-11 |
Éxodo 20:12-17 |
Es interesante notar que en el Decálogo que Dios da a Moisés, en lo referente al aspecto espiritual sólo hay cuatro mandamientos, mientras que en el aspecto social hay seis mandamientos. Más aún cuando se trata del propósito de estos mandamientos (cf. Deuteronomio 6:17-25), éste es: vida en plenitud (v.24). Pero, para lograr este propósito es necesario poner en práctica todos ellos; no uno o unos cuantos.
Otro hecho similar, lo constituye cuando Jesucristo se encarga de sintetizar la Misión que va a realizar, toma el texto de Isaías 61:1-2, para hacer referencia de su relación con Dios (v. 1a) y con el prójimo (v. 1b-2). Mayor detalle en Lucas 4:16-21. De igual manera, cuando un intérprete de la ley le pregunta sobre cuál es el gran mandamiento, Jesús trae a colación que todos los mandamientos se resumen en dos aspectos inseparables entre sí:
Relación con Dios (espiritual) |
Relación con el prójimo (social) |
Mateo 22:37-38 |
Mateo 22:39 |
Es por eso que cuando encarga a sus discípulos la Misión o la Gran Comisión (cf. Marcos 16:15-18), también están presentes estos aspectos mencionados: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura... (relación con Dios) y en mi nombre echarán fuera demonios, sanarán enfermos... (relación con el prójimo).
Juan, el discípulo amado de Jesús, retoma esta enseñanza del Maestro para señalar en forma categórica en qué consiste el amor a Dios: Amar a Dios y amar al prójimo; si decimos amar a Dios y no amamos al prójimo es ser mentiroso (1 Juan 4:20-21).
Es por eso que la Iglesia está llamada a vivir en santidad (Éxodo 28:36; 2 Corintios 7:1; 1 Tesalonicenses 3:13; Hebreos 12:10.14). Este vivir en santidad está dado en la obediencia y práctica de los mandamientos del Señor. De ahí que la santidad tiene sus dos caras: la santidad personal (Yo y Dios) y la santidad social (Yo y mi prójimo). Para Juan Wesley la santidad personal conlleva a las obras de piedad y la santidad social a las obras de misericordia. Este aspecto es lo que muy bien se podría llamar el equilibrio teológico de la fe. Es la fe en acción para un sólo propósito: redimir almas (cf. Romanos 12 y 13).
Por último, la Iglesia del Señor no puede fraccionar su Misión de redimir al ser humano y a su entorno social. Es bueno tomar nota de dos ejemplos en la Biblia al respecto, uno es la situación que se da en el día del juicio de los creyentes (Mateo 25:31-46), el otro, es la explicación que da el Apóstol Santiago (Santiago 2:14-26).
La proclamación de la palabra de Dios y el servicio al prójimo es la esencia de su existencia, ya que la Iglesia es la muestra del amor de Dios y el anticipo de su Reino. Ese amor de Dios por el otro se da en la familia, en la sociedad, en mis relaciones con los demás, en el territorio donde habitamos. Si queremos ser verdaderos cristianos tenemos que demostrar que el amor de Dios es un amor integral, que abarca mi espiritualidad y la espiritualidad del otro.
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