
TEOLOGÍA WESLEYANA DE LA GRACIA: RELEVANCIA CONTEMPORÁNEA
Por: Lic. Juan Fonseca
Siguiendo
con las reflexiones que planteamos la semana pasada, la teología wesleyana es
eminentemente práctica y por ello merece una reflexión desde algunos problemas
contemporáneos. No tenemos la intención de explorarlos todos, sino sólo
plantear algunas reflexiones de lo que significa para el mundo contemporáneo.
El
mundo contemporáneo es como un bosque lleno de grandes árboles, cosas exóticas,
interesantes algunas, aterradoras otras. El cambio acelerado que nuestra
sociedad está viviendo está provocando un caos en las sociedades y las
individualidades. Mientras que en la antigüedad los cambios eran lentos, y a
veces tardaban siglos en concretarse; ahora en el transcurso de una vida humana
promedio se pueden ver transformaciones y revoluciones inusitadas.
Estos
cambios acelerados están configurando una sociedad postmoderna llena de
novedades como las siguientes:
·
Pluralismo y tolerancia: la sociedad postmoderna
tiende a ser muy tolerante, e incluso hipertolerante. Esto ha sido un avance
importante que todos debemos aplaudir, puesto que existe un consenso mundial
contra las discriminaciones de todo tipo. No obstante, existen dos extremos
sobre los que debemos reflexionar: por un lado, la permanencia de bolsones de
intolerancia y fundamentalismo que se muestran capaces de hacer daño a la
convivencia civilizada en nuestras sociedades (conflictos religiosos, étnicos,
raciales, nacionales, etc.); y, por otro lado, el sacrificio de la verdad por la
radicalización de la tolerancia hasta la aceptación de costumbres o
situaciones que entran en conflicto con los valores cristianos y humanos en
general.
Estos extremos merecen ser iluminados a partir de algunos puntos de la soteriología wesleyana. El hombre tiene una gracia preveniente que nos debe abrir los ojos ante los aspectos positivos que todo ser humano tiene. Los cristianos hemos actuado muchas veces con una soberbia nociva ante quienes no son como nosotros. Pero, en medio de este jardín de pluralidades, tampoco podemos renunciar a nuestra afirmación vigorosa de la verdad que es única. Las relatividades del mundo actual deben tener una respuesta firme pero con mente abierta frente a los que no piensan como nosotros.
·
Relativismo moral: Uno de los puntos de mayor
impacto actual es el relativismo en los valores en el mundo. Los paradigmas únicos
han cedido a un sinnúmero de diversas versiones sobre lo que debe ser correcto
o incorrecto. La tendencia actual es que cada uno establezca su propio código
moral rechazando los grandes sistemas éticos que proponían códigos de valores
para todos. Bajo ese principio, todo es bueno, mientras alguien lo sostenga así.
La consecuencia inmediata de esto se muestra en el vacío existencial de una
creciente cantidad de personas las cuales, al no poder gobernar sus propias
pasiones caen en el nihilismo moral, la corrupción justificada y la
indiferencia ante el dolor. Por otra parte, aquellos que no pueden plantear
imperativos morales autónomos, optan por el refugio obsecuente en grupos que
plantean actitudes éticas cerradas y que exigen obediencia ciega.
Frente a ello, algunos puntos de la doctrina wesleyana deben ser recuperados. Uno de ellos es el crucial aspecto de la santidad y la perfección cristiana. Es claro que Wesley no creía en una perfección absoluta en la tierra. Los hombres y mujeres, mientras estemos en este mundo, mantendremos nuestra inclinación al error, la costumbre de equivocarnos. Sin embargo, la santidad cristiana, como un proceso permanente y creciente hasta alcanzar la “estatura de Cristo”, debe ser cultivada y buscada en nuestra cotidianidad. Esto no es lo mismo que la “calidad total”, concepto contemporáneo pero alejado de la perspectiva cristiana. La santidad implica una actitud coherente con los valores trascendentales del Reino de Dios, y una constante revisión de nuestras acciones cotidianas a la luz del Evangelio. La santidad no debe engendrar soberbia espiritual ni santurronería barata, sino más bien una apertura permanente a la interpelación de Dios a nuestras vidas, y una humildad de corazón que nos motive a buscar ser mejores cada día, aprendiendo de todo, de todos, y en todo tiempo.
· Individualismo y hedonismo: Otra característica
contemporánea es la adoración del individuo. Desde aquellos libros de
autoayuda, hasta los fundamentos del neoliberalismo poco solidario, es el
individuo quien tiene el lugar más importante en la cosmovisión postmoderna.
Los valores de la cooperación y la solidaridad se pierden bajo el cúmulo de
egoísmos que cargan a nuestra sociedad y sus individuos. Necesitamos recuperar
una atención permanente a los valores cristianos del compartir y el dar. Aquí
nuevamente la teología wesleyana nos puede ayudar.
Necesitamos
recuperar la noción de responsabilidad compartida, la solidaridad social, la
utopía de poder construir un mundo mejor con algo de nuestro aporte. Wesley, no
fue sólo un predicador del Evangelio, sino también un profeta de la justicia
social. Fue el “hombre que restituyó el
alma a una nación”[1].
Él no solamente hizo algo por sí mismo, sino además inspiró a muchos otros,
metodistas y no metodistas, a hacer algo por mejorar la situación social y económica
de su nación. La santidad personal debe estar en perfecto balance con la
santidad social. Ese es un punto fundamental que ahora debemos y necesitamos
aplicar en nuestras vidas personales y comunitarias.
Además
de estos puntos que, son parte de la cosmovisión y sensibilidad actual, existen
situaciones específicas que exigen una respuesta a la luz de la Palabra de Dios
en general, y de la doctrina wesleyna en particular. Aquí algunos de ellos:
Los
conflictos internacionales: ¿Qué debemos hacer frente al creciente número de
conflictos en diversas partes del mundo? ¿Cómo debemos actuar ante un mundo
unipolar en el que la potencia dominante considera legítima una agresión
cuando se sienta amenazada? ¿Cómo resolver los problemas sociales y económicos
que derivan de las guerras?
·
La crisis ecológica: ¿De qué manera podemos
contribuir en el cuidado de nuestro medio ambiente? ¿Cuáles son nuestras
prioridades como una especie que amenaza con destruir su ecosistema y con ello
su propia existencia?
·
Los derechos humanos: aunque estamos en una eclosión
de movimientos que enarbolan esta lucha, ¿Cuáles deben ser las prioridades en
la defensa de los derechos humanos? ¿Realmente estamos defendiendo los derechos
de todos?
·
La pobreza: ¿Cómo podemos contribuir a
la disminución de los rigores de la pobreza en nuestros países? ¿Qué estamos
haciendo en nuestros propios espacios por los pobres o más pobres que nosotros?
¿Qué sistemas económicos inciden mucho más en el crecimiento de los niveles
de pobreza?
·
Las epidemias actuales: ¿Cómo debemos actuar
frente a la proliferación de enfermedades que afectan grandes sectores de la
población?
·
Los medios de comunicación: ¿Cuáles son los límites
de la libertad de expresión? ¿Cómo podemos influir para que los medios
transmitan valores en lugar de desperdicios éticos?
·
La bioética: ¿Cuál debe ser nuestra
actitud ante fenómenos actuales como la clonación, la inseminación artificial
o la manipulación de los códigos genéticos? ¿Hasta donde el hombre puede
tener la capacidad y la responsabilidad de gobernar su existencia?
Que estas cuestiones nos sirvan para reflexionar y, siguiendo el estilo wesleyano, hacer algo frente a ello.
[1] John Stott, La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos. Buenos Aires: Nueva Creación, 1991, p. 4.
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