
LA DOCTRINA DE LA GRACIA Y SU
DIMENSIÓN
ACTUAL
A. La gracia como iniciativa de Dios.
B. El proceso de la salvación.
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A. La gracia como iniciativa
de Dios.-
Desde
el punto de vista bíblico todos los cristianos somos salvos por gracia, por
medio de la fe y no por las obras. Ya no estamos sujetos a la ley sino a la
gracia de Dios.
Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de
Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)
Pues no estáis bajo la ley,
sino bajo la gracia. (Romanos 6:14)
Uno
de los temas claves en la teología de Juan Wesley es la realidad de la salvación
por la gracia; es decir, el entendimiento sobre la manera en que opera la gracia
divina en la vida del creyente. Esta misma preocupación estuvo en el apóstol
Pablo y luego en San Agustín.
Hablar
sobre la gracia divina es querer decir que Dios es quién siempre toma la
iniciativa en el proceso de salvación y que es un regalo de Él, que se reclama
y otorga a través de la fe.
Es
por eso que podemos afirmar que la teología wesleyana de la gracia es una teología
de la vida y del corazón. Como teología práctica, nos permite comprender
que este proceso de la gracia se vive en donde quiera que estemos, en cualquier
circunstancia en que nos encontremos, además, nos enseña a cómo caminar con
Dios, para luego brindarnos la posibilidad de ser transformados por la acción
misericordiosa de Él.
Para
Wesley el proceso de salvación se inicia desde el primer despertar de la gracia
en el alma humana hasta que el proceso termina en el cielo, con la glorificación.
Sin embargo, Wesley está consciente que hay una salvación presente que incluye
aquellas experiencias de gracia que son posibles para todo cristiano auténtico
en esta vida y que son la preparación necesaria para llegar a la plenitud del
reino de Dios después de la muerte.
Finalmente,
Wesley presenta una nueva perspectiva teológica acerca de la gracia, que la
podemos sintetizar de la siguiente manera:
·
Dios ama a todos,
·
Todos necesitan la salvación,
·
Todos pueden ser salvos,
·
Todos pueden ser salvos hasta la perfección o santificación.
Wesley identifica cuatro etapas en el proceso de la salvación presente: la gracia preveniente, la gracia convincente, la gracia justificadora y la gracia santificadora. La iniciativa de Dios en cada una de estas etapas necesita la respuesta humana para que sea verdaderamente efectiva.
Cada persona debe esforzarse en hacer lo mejor que
pueda para responder a Dios. En otras palabras, a la gracia de Dios le
corresponde a cada uno un trabajo personal por su salvación. Es por eso
necesario resaltar que si una persona que recibe un regalo de Dios y no hace
nada para cultivarlo, lo perderá.
Wesley
explica en forma muy didáctica, que la intervención de Dios por medio de la
gracia, se da en cuatro etapas bien marcadas durante el proceso de la salvación.
Éstas
pueden darse por separado o en forma simultánea:
a) La gracia preveniente.
b) La gracia convincente.
c) La gracia justificadora y el nuevo nacimiento.
d) La gracia santificadora.
a)
La gracia preveniente.-
La
frase preveniente, proviene del latín <<gratia preveniens>> que
quiere decir literalmente la gracia que <<viene antes>> o que
<<precede>> e indica que la gracia de Dios siempre toma la
iniciativa y se acerca al ser humano antes de que éste responda. Se le conoce
también como gracia anticipante.
Es la gracia que viene a
nosotros antes de nuestro compromiso sincero con nuestro Señor Jesucristo, o
sea, es nuestra conversión. Su función es galantearnos, persuadirnos a no
resistir más a Dios y comprometernos de una vez con Él.
Según
Wesley, una de las ayudas para la vida espiritual, como regalo de la gracia
preveniente, es <<la conciencia>>. Él considera que la mayoría de
la gente piensa que la conciencia es una herencia natural de los seres humanos,
pero no se dan cuenta que ésta es un regalo de la gracia anticipante y que toda
la gente la posee. El Espíritu Santo está actuando constantemente en las
personas para llevarlas a Dios.
b)
La gracia convincente.-
Para
Wesley, el Espíritu Santo actúa en la persona a través de lo que llamó el
<<convencimiento del pecado>>. A este proceso se le conoce como
<<la gracia convincente>>, porque toda persona necesita ser
convencida de su realidad pecaminosa, ya que Satanás, a través del pecado, ha
ocultado esta verdadera condición de todo ser humano.
En
este proceso el Espíritu Santo nos convence de nuestra situación pecaminosa y
nos invita a conocernos tal como somos y nos llama al arrepentimiento. Wesley
mismo pasó por esta experiencia personal en su vida y lo relata en muchos de
sus escritos.
Según
Wesley el ser humano pasa por tres etapas bien marcadas en toda su vida
terrenal: la primera etapa es la del <<hombre natural>>;
la segunda
es la de estar <<bajo la ley>> y la última, <<bajo la
gracia>>. La gracia convincente nos convence de salir del estado natural,
entrar al estado bajo la ley y luego, por medio de la gracia del Espíritu
Santo, llegar finalmente a la salvación por la fe en Jesucristo, para luego
vivir en santidad.
El
camino normal que utiliza el Espíritu Santo para despertar a los pecadores de
su realidad, es a través de la predicación de la ley, ésta tiene como función
convencer a las personas de sus pecados. Wesley consideraba que ésta es la
manera cómo Dios rompe el corazón de piedra, de cualquier persona, en pedazos.
Él creía que se debía predicar la ley antes que el evangelio, ya que éste es
la medicina para sanar el corazón herido. Este método de predicación es el
que Wesley utilizaba durante el avivamiento y lo recomendaba a sus predicadores.
Finalmente,
por la acción de la divina providencia, o por la predicación de la Palabra con
el respaldo del Espíritu Santo, Dios toca el corazón que está dormido en la
oscuridad y en la sombra de la muerte.
c) La gracia justificadora y el
nuevo nacimiento.-
La gracia justificadora opera
en el momento en el que decidimos no seguir resistiendo más a Dios y aceptamos
por fe a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, reconociendo que es Él
quien nos justifica. Ya todos nuestros pecados han sido borrados y perdonados;
el sentimiento de culpa ha sido eliminado para siempre de nuestras vidas.
Esta
acción de la gracia de Dios en nuestro ser produce un cambio de relación con
Dios y con nuestro prójimo. A esta experiencia se le conoce como el nuevo
nacimiento. Desde ese momento el nuevo creyente busca someterse a la soberanía
de Dios y hacer Su voluntad. Vive una fe viva. Es el cambio en nuestra
naturaleza, la liberación del pecado sobre nuestras vidas, es pues, el nuevo
nacimiento.
Esta
es la gracia de la cual Juan Wesley habla, cuando se sintió completamente
justificado, aquel día 24 de Mayo de 1738 en la calle de Aldersgate en Londres,
Inglaterra. Esa noche comentó en su diario su experiencia de conversión:
“Yo sentí un extraño
ardor en mi corazón. Sentí que confiaba en Cristo, sólo en Cristo para la
salvación, y recibí una seguridad de que él me había quitado todos mis
pecados, aun los míos, y me había librado de la ley del pecado y de la
muerte” (Obras de Wesley, tomo XI, p.64).
Para
Wesley una persona que cree en Jesucristo y le acepta, desde ese momento está
justificada por la gracia de Dios. Es decir, sus pecados le son perdonados,
queda librada de la culpa y el castigo del pecado.
A
partir de ese instante el creyente inicia su proceso de santificación por la fe
y no por las obras.
d)
La gracia santificadora.-
A
partir de la seguridad completa de la salvación que acompaña a la fe se inicia
la obra de la gracia santificadora, que es el proceso de santificación del
nuevo creyente. Ésta es un regalo de Dios y una segunda bendición después de
la justificación. La persona crece gradualmente en su fe hacia una madurez
cristiana, lo que se conoce como la entera santidad o la perfección
cristiana.
Wesley
hace algunas precisiones entre la justificación y la santificación. Él
considera que en la justificación el pecado ha sido <<removido>> de
la persona, mientras que en la santificación el poder del pecado ha sido
<<removido>>. Así mismo, destaca que la justificación es un cambio
<<relativo>>, pero en la santificación el cambio es
<<verdadero>>. Por otro lado, la justificación se refiere a la
<<relación>> de la persona con Dios, mientras que la santificación
se refiere al <<cambio total en nuestras almas>>. La justificación
es una restauración del creyente en <<favor>> de Dios; la
santificación es la restauración de la <<imagen de Dios>> en el
creyente. Por último, justificación es lo que Dios ha hecho
<<por>> el creyente a través de Jesucristo, su Hijo; la
santificación es lo que Dios ha hecho
<<en>> él por medio del Espíritu Santo.
RELACIÓN ENTRE LA JUSTIFICACIÓN Y LA SANTIFICACIÓN
|
JUSTIFICACIÓN
•
el pecado <<removido>>
•
el cambio es <<relativo>>
•
<<relación>> de la persona con Dios
•
restauración del creyente en <<favor>> de Dios
•
lo que Dios ha hecho <<por>> el creyente a través de Jesucristo, su
Hijo
|
SANTIFICACIÓN
•
el poder del pecado <<removido>>
•
el cambio es <<verdadero>
•
<<cambio total en nuestras almas>>
•
restauración de la <<imagen de Dios>> en el creyente
•
lo que Dios ha hecho <<en>> él por medio del
Espíritu Santo.
|
Es
bueno tener en cuenta la definición que hace Wesley sobre la santidad:
“...la
santidad del evangelio es nada menos que la imagen de Dios estampada en el corazón.
No es otra cosa que el pleno sentir que hubo en Cristo Jesús. Consiste en todos
los afectos y tendencias celestiales combinados juntos en uno. Implica un amor
tan continuo y agradecido hacia aquel que no nos escatimó a su Hijo, su único
Hijo, que nos resulta natural y necesario amar a toda criatura humana; dado que
nos llena con entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de
mansedumbre, de paciencia. Es un amor a Dios de tal calidad que nos enseña a
ser intachables en toda clase de conversación, que nos capacita para presentar
nuestras almas y cuerpos, todo lo que somos y todo lo que tenemos, todos
nuestros pensamientos, palabras y acciones, como un sacrificio continuo,
aceptable a Dios por medio de Jesucristo”
(Obras de Wesley, tomo III, p. 314).
De ahí que la santidad es un regalo de la gracia de Dios bajo el poder del Espíritu Santo y no como resultado del esfuerzo humano. Un aporte muy significante de Wesley al pensamiento teológico del siglo XVIII era la manera en que él entendía la relación de la salvación con las buenas obras. Él sostenía que la persona es salva por la fe. Sin embargo, si es salva, responde al amor de Dios haciendo buenas obras. En su doctrina sobre la santidad establece un equilibrio entre la fe y las obras, relacionando la santidad personal con la santidad social. Las obras de piedad y las obras de misericordia hacen el equilibrio teológico de la vida cristiana.
He aquí un
pensamiento importante de Wesley sobre la religión y la santidad:
"El
evangelio de Cristo no conoce otra religión que la social ni otra santidad que
la social. Este mandamiento tenemos de Cristo, que el que ama a Dios, ame también
a su hermano" (Obras de
Wesley, tomo IX, pp. 239-240).
Consideremos el tema de la
perfección cristiana desarrollada por Wesley en su doctrina de la gracia.
Es
el segundo paso que todo cristiano inicia luego de ser justificado por la gracia
de Dios, por medio de la redención que es en Jesucristo. Es la acción gradual
de Dios, en el cual el Espíritu Santo opera en la vida del cristiano hasta
lograr un verdadero cambio en su naturaleza, hasta alcanzar la estatura de la
plenitud de Cristo (Cf. Ef. 4:13).
La perfección
cristiana no implica quedar exento de ignorancia o del error, de los defectos o
de las tentaciones, ya que no hay perfección absoluta en la tierra, sino que es
un desafío constante para el creyente, de modo que, si alguien considera haber
alcanzado dicha perfección, todavía necesita crecer en la gracia (Cf. 2 Pe.
3:18) y avanzar diariamente en el conocimiento y el amor de Dios.
Para Wesley el
“perfecto amor” a Dios y a los hombres es sinónimo de la perfección
cristiana o de la entera santificación (Obras de Wesley, tomo VIII, pp.
167-168).
Es en este
sentido que Jesucristo nos exhorta a ser perfectos como Dios lo es (Cf. Mt.
5:48); el
apóstol Pablo reconoce que no es perfecto, pero que camina hacia esa meta (Cf.
Fil. 3:12-14); en otra ocasión, en su carta a
Timoteo hace ver que el fin de toda Escritura es hacer que el creyente en Dios
sea perfecto (Cf. 2 Tim. 3:17).
La perfección cristiana, tal como lo advierte Wesley en todo su tratado sobre este aspecto (Obras de Wesley, tomo VIII, pp. 21-168), no es un ideal a lograr a futuro o en el momento de la muerte, sino que es un proceso que se inicia al ser justificado por la gracia de Dios y que es permanente, dinámico, ahora, en la vida presente. De algún modo, la perfección cristiana, es dejar de lado una vida mediocre por una vida de calidad, es decir, en santidad, consagrada a Dios y experimentar sus múltiples bendiciones.
Como
ya se ha dicho anteriormente, este proceso es dinámico y nos permite seguir
creciendo, día a día, paso a paso, en la fe y en el amor. De ahí que la
perfección cristiana es una visión positiva y optimista de la vida cristiana,
porque enseña que tanto el hombre como la mujer son perfectibles por la gracia
de Dios y están sujetos a ese proceso, con la ayuda del Espíritu Santo.
Pero, hoy en día, la perfección está relacionada a otra palabra, calidad de vida, la cual se utiliza mucho y está en boga en todos los medios académicos. Con este concepto de calidad de vida se quiere demostrar que el ser humano es perfectible por sí mismo, en base a su propio esfuerzo y no depende de nadie para lograrlo.
Sin embargo, es bueno tener en cuenta lo que Elsa Tamez,
teóloga metodista, comenta sobre este asunto en su artículo “El desafío de
la perfección cristiana: Wesley y Santiago”
”¿Qué significa ser perfecto? La palabra nos suena chocante; tal vez sea porque en nuestras sociedades el pensamiento dominante tiende hacia la búsqueda constante de lo perfecto, pero en un sentido radicalmente opuesto al de Santiago y Wesley. La axiología actual está invertida; mientras que, para la sociedad o el mundo, en términos de Santiago, la perfección está vinculada al éxito, a la competencia, al sobresalir a costa de los demás, para Santiago [para Wesley también] es precisamente lo contrario, es estar pendientes de los necesitados para ser coherentes con lo que creemos y leemos en la Biblia. La perfección de nuestro tiempo margina al pobre, al minusválido –perfección está ligada a lo sin defecto; es mentirosa porque el mundo de las apariencias lo domina todo.
En Santiago [también en Wesley] la perfección está vinculada a la
autenticidad, a la sinceridad, mientras que hoy día lo perfecto se rige por el
nivel de las apariencias. Los modelos que la sociedad impone son
individualistas, en ellos no hay cabida para la solidaridad; la imagen del ser
perfecto ya está dada: seguir el modelo de tener buenas posibilidades económicas,
buena educación, no tener defectos físicos, casarse, tener hijos, tener éxito
en todas las actividades y no ser objeto de ninguna sospecha ideológica. Si eso
es así, las grandes mayorías pobres y explotadas latinoamericanas están en un
nivel bajo, de imperfección, porque nunca tendrán las posibilidades de
realizar la imagen de perfección proyectada por la sociedad. Nuestras iglesias
no están exentas de poseer esta imagen falsa de perfección.
Santiago,
y más adelante Wesley, nos desafían a buscar otro tipo de perfección, la auténtica.
Aquel que no divide a las personas y comunidades entre sí, aquel que exige ser
íntegro, cabal, completo. Aquel que vincula las realidades con la fe y actúa
coherentemente con lo que dice y hace. Esto es ser honesto y el que no actúa así
es deshonesto. En nuestras comunidades cristianas debemos reflexionar sobre este
aspecto crucial; y no sólo al interior de nuestras comunidades, sino también
en los movimientos populares que intentan transformar también la realidad
social viciada.
El
ser ‘limpio de corazón’ significa mucho más que ser buena gente. La búsqueda
constante de la honestidad hoy día, entendida en toda su profundidad y colocada
en medio de nuestra historia conflictiva, nos ayudará con toda seguridad a ser
cristianos auténticos [no casi cristianos], porque ser íntegro significa en síntesis
ser honesto con Dios, con el prójimo, con nosotros mismos y con nuestra
realidad”
Para
alcanzar esta meta -que es nuestro constante desafío- es necesario llevar una
vida en obediencia a Dios, en disciplina, en amor y en gracia renovada.
¿Estamos
avanzando hacia la perfección? El estudio serio acerca de la perfección
cristiana debe ser una guía permanente para todos los cristianos de hoy.
· Acerca de la Identidad Metodista, Jorge Bravo C., IMP, 2002, Lima.
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· El Libro de la Disciplina Metodista, IMU, 2000, USA.
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· Genio y Espíritu del Metodismo Wesleyano, Gonzálo-Baez Camargo, CUP, 1962, México.
· John Wesley: Santidad de Corazón y Vida, Charles Irigoyen y Ruth Daugtherty, IMU, 1995, USA.
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· Santiago: lectura latinoamericana de la epístola, Elsa Tamez, Editorial DEI, 1985, Costa Rica.
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