En 1975 esta gente se vio obligada a huir de su tierra ante la invasión marroquí y el abandono total de España, su metrópoli. Desde entonces viven es este inhóspito pedazo del planeta que con esfuerzo, tesón, sentido del humor, respeto y mucha paciencia han conseguido hacer suyo.
La vida aquí se compone de pequeños quehaceres, de pequeños momentos. La hora del té es cualquier hora. A simple vista parece que nadie hace nada, por la tranquilidad que se respira, pero no es del todo cierto. Como cualquier otra sociedad, cada uno cumple con sus obligaciones, trabajando en el hospital, en el centro cultural, la panadería, la carpintería, el servicio médico o el Protocolo.
