Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

Warcraft33                                                                               

Inicio Estrategias  -  DownloadImagenes - Trucos - Estructuras

 

Warcraft 3

                             

Historia

.Humanos

.Orcos

.No Muertos
.Elfos

 

 

 

 

 

Razas

.Humanos

.Orcos

.No Muertos
.Elfos

                      

 

 Orcos                                              La Horda                                                 

 

Orcos: La Horda
(Desde el fin de la Segunda Guerra)


Gul’dan y la traición
En los últimos días de la Segunda Guerra, cuando la victoria de la Horda sobre la Alianza parecía casi asegurada, estalló una terrible enemistad entre los dos orcos más poderosos de Azeroth. El nefario brujo, Gul’dan, maestro del clandestino Consejo de las Sombras, dirigió a algunos clanes renegados contra el poderoso Orgrim Doomhammer, el Jefe de la Horda. Mientras Doomhammer preparaba su ataque final contra la Capital de Lordaeron, un ataque que habría aplastado los últimos restos de la Alianza, Gul’dan y sus clanes renegados abandonaron sus puestos y se hicieron a la mar. Doomhammer quedó perplejo: había perdido casi la mitad de lo que quedaba de sus fuerzas a causa de la traición de Gul’dan y se
vio forzado a retroceder y renunciar a la mejor oportunidad que se le presentaría de lograr la victoria sobre la Alianza.

Gul’dan, hambriento de poder, se obsesionó con la idea de alcanzar la divinidad y partió en una búsqueda desesperada de la Tumba de Sargeras, un tesoro sumergido que creía que contenía los secretos del poder definitivo. Ya había condenado a sus compañeros orcos a convertirse en esclavos de la Legión de Fuego y su supuesto deber para con Doomhammer había perdido toda relevancia. Respaldado por los clanes de Stormreaver y Twilight, Gul’dan logró alzar la Tumba de Sargeras del fondo del mar. Sin embargo, cuando por fin abrió la inundada y antigua sepultura, encontró sólo unos demenciales demonios que lo estaban esperando.

Doomhammer quería castigar a los caprichosos orcos por la traición que tan cara había pagado: envió a sus fuerzas a asesinar a Gul’dan y a traer a los renegados de vuelta al redil. Gul’dan había sido destrozado por los demonios enloquecidos que él mismo, en su imprudencia, había liberado. Con su líder muerto, los clanes renegados no tardaron en caer ante las enfurecidas legiones de Doomhammer. Aunque la rebelión había sido sofocada, la Horda no era capaz de rehacerse de las terribles pérdidas que había sufrido. La traición de Gul’dan había dado a la Alianza algo más que esperanza... Le había dado tiempo. Tiempo para reagruparse y contraatacar. Lord Lothar, al ver que la Horda estaba fragmentándose en su interior, reunió a sus restantes fuerzas y empujó a la Horda hacia el sur, de regreso hacia el desolado interior de su propia patria: Azeroth. Una vez allí, las fuerzas de la Alianza acorralaron a la Horda, que se batía en retirada, dentro de la fortaleza volcánica de la Torre de Rocanegra.

Aunque Lord Lothar cayó en combate a la base de la Torre, su teniente Turalyon reunió a las fuerzas de la Alianza en la undécima hora y empujó a la Horda hasta la abismal Ciénaga de los Lamentos. Las fuerzas de Turalyon lograron destruir el Portal Oscuro, la puerta mística que conectaba a los orcos al oscuro y rojo mundo del que provenían: Draenor. Privada de sus refuerzos de Draenor y fracturada por la incesante lucha, la Horda finalmente cayó de rodillas ante las potentes fuerzas de la Alianza.

Los dispersos clanes orcos fueron rápidamente reunidos y llevados a vigilados campos de internamiento. Aunque parecía que la Horda había sido derrotada para siempre, había quien, con gran escepticismo, albergaba serias dudas de que la paz fuera a durar. Khadgar, el anterior aprendiz de Medivh, convenció al alto mando de la Alianza para que construyese la fortaleza de Nethergarde, que vigilaría las ruinas del Portal Oscuro y se aseguraría de que no llegasen más invasiones desde Draenor.

Ner’zhul y los clanes de las sombras
A medida que se extinguían los fuegos de la Segunda Guerra, la Alianza tomó tajantes medidas para contener la amenaza orca. En el sur de Lordaeron se construyeron unos enormes campos de internamiento pensados para albergar a los orcos prisioneros. Custodiados tanto por los paladines como por los soldados veteranos de la Alianza, los campos demostraronser un gran éxito. Aunque los orcos prisioneros se mostraban tensos y ansiosos de volver a la lucha, los guardianes de los campos, que
habían establecido su base en la antigua prisión fortaleza de Durnholde, mantenían la paz y una sólida apariencia de orden.

Sin embargo, en el mundo infernal de Draenor un nuevo ejército orco se preparaba para atacar a la confiada Alianza. El Chamán Anciano Ner’zhul, antiguo mentor de Gul’dan, había reunido bajo su oscuro estandarte al puñado de clanes que aún quedaban en Draenor. Ner’zhul planeaba abrir sobre Draenor varios portales que llevarían a la Horda a nuevos mundos. Para dar energía a sus nuevos portales, Ner’zhul necesitaba varios artefactos encantados de Azeroth. Y para procurárselos, Ner’zhul volvió a abrir el Portal Oscuro y envió a sus voraces clanes a través de él.

 La nueva Horda, comandada por veteranos jefes como Grom Hellscream del clan Warsong y Kilrogg Deadeye del clan Bleeding Hollow, sorprendió a las fuerzas de defensa de la Alianza y se abrió un camino de destrucción a través del campo. Bajo el comando de Ner’zhul, los orcos reunieron rápidamente los artefactos que necesitaban y volvieron a la seguridad de Draenor.

El Rey Terenas de Lordaeron, convencido de que los orcos estaban preparando una nueva invasión de Azeroth, congregó a sus tenientes más leales. Ordenó al General Turalyon y al mago Khadgar que dirigieran una expedición a través del Portal Oscuro y pusieran fin a la amenaza orca de una vez para siempre. Las fuerzas de Turalyon y Khadgar marcharon hacia Draenor y se enfrentaron repetidamente con los clanes de Ner’zhul en la asolada Península de Fuego del Infierno. Aunque ninguna de las dos partes ganaba terreno, era evidente que nada podría impedir que Ner’zhul completara sus abominables planes.

Ner’zhul logró abrir sus portales hacia otros mundos, pero no imaginó el terrible precio que tendría que pagar. Las tremendas energías de los portales empezaron a desgarrar la misma esencia de Draenor. Mientras las fuerzas de Turalyon luchaban desesperadamente para volver a casa en Azeroth, el mundo de Draenor empezó a retorcerse. Grom Hellscream y Kilrogg Deadeye, dándose cuenta de que los locos planes de Ner’zhul condenarían a toda su raza, reunieron a los orcos restantes y escaparon de regreso hacia la relativa seguridad de Azeroth. Cuando Hellscream y Deadeye se abrían camino a través de las filas humanas en una desesperada tentativa de alcanzar la libertad, de repente el Portal Oscuro explotó a sus espaldas. No habría vuelta atrás para ellos y para todos los demás orcos que quedaban en Azeroth..

Ner’zhul y su clan Shadowmoon pasaron a través de los portales recién abiertos mientras los continentes de Draenor eran destruidos por unas ingentes erupciones volcánicas. Los hirvientes mares se alzaron y cubrieron el desolado paisaje. Después, el torturado mundo se consumió finalmente en una explosión apocalíptica.

El día del Dragón
Aunque Grom Hellscream y el clan Warsong lograron evitar ser capturados, Deadeye y el clan Bleeding Hollow fueron hechos prisioneros y conducidos a los campos de internamiento de Lordaeron. A pesar de los costosos levantamientos, los guardianes de esos campos no tardaron en restablecer el control de sus brutales cargos.

Sin embargo, sin que lo supieran los agentes de la Alianza, una enorme fuerza de orcos aún deambulaba, libre, por las inmensidades del norte de Khaz Modan. El clan Dragonmaw, dirigido por el infame brujo Nekros, había mantenido el control de la Reina de los Dragones, Alexstrasza, y su ejército de dragones voladores, sirviéndose de un antiguo artefacto conocido como Alma de Demonio. Con la Reina de los Dragones como rehén, Nekros construyó un ejército secreto en Grim Batol, un bastión enano abandonado. Nekros planeaba desatar a sus fuerzas y a los poderosos dragones rojos sobre la Alianza y esperaba reunir a la Horda y continuar su conquista de Azeroth. Sin embargo, un pequeño grupo de guerreros de la resistencia comandados por el mago humano Rhonin logró destruir el Alma de Demonio y liberar a la Reina de los Dragones del poder de Nekros.

En su furia, los dragones de Alexstrasza destruyeron Grim Batol e incineraron a la mayor parte del clan Dragonmaw. Los grandes planes de reunificación de Nekros se iban derrumbando mientras las tropas de la Alianza capturaban a los supervivientes orcos y los arrojaban a los campos de internamiento que les estaban esperando. La derrota del clan Dragonmaw marcó el final de la Horda y el final de la furiosa sed de sangre de los orcos.

Letargo e internamiento
Los meses pasaban y cada vez eran más los prisioneros orcos capturados y hechos prisioneros en los campos de internamiento. Cuando los campos empezaron a desbordarse, la Alianza se vio obligada a construir nuevos campos en las planicies del sur de las Montañas Alterac. Para poder mantener adecuadamente el creciente número de campos, el Rey Terenas estableció un nuevo impuesto a las naciones de la Alianza. Este impuesto alimentó las disensiones entre los líderes de la Alianza, que ya se mostraban descontentos a causa de las crecientes tensiones políticas que derivaban de las discusiones fronterizas. Parecía que ese frágil pacto que las naciones humanas habían fraguado en su hora más oscura podía romperse en cualquiermomento.

En medio de esa confusión política, muchos de los guardianes de los campos empezaron a notar un inquietante cambio en sus prisioneros orcos. Sus esfuerzos por escapar de los campos habían ido disminuyendo con el tiempo. Ni siquiera peleaban entre ellos con la misma frecuencia que antes. Los orcos estaban volviéndose más letárgicos y distantes. Aunque era difícil de creer, los orcos, que una
vez habían sido la raza más agresiva que jamás se hubiera visto en Azeroth, habían perdido por completo su voluntad de luchar. Ese extraño letargo confundió a los líderes de la Alianza y fue extendiéndose entre los orcos que se iban debilitando rápidamente.

Había quien conjeturaba que la causa del desconcertante letargo de los orcos podía ser alguna enfermedad extraña que sólo les afectaba a ellos. Sin embargo, el Archimago Antonidas de Dalaran expuso una hipótesis diferente. Investigando entre lo poco que pudo encontrar sobre la historia orca, Antonidas averiguó que durante muchas generaciones los orcos habían estado bajo la atroz influencia de un poder demoníaco (o de magias de brujo). Pensó que esos poderes demoníacos habían corrompido a los orcos por incluso antes de su primera invasión de Azeroth. Era evidente que los demonios habían cortado la sangre de los orcos, cosa que aseguraba a esas bestias una fuerza, una resistencia y una agresividad sobrenaturales.

Antonidas explicó su teoría de que el letargo comunitario de los orcos no era una enfermedad real sino una abstinencia racial a largo plazo: la extinción de las volátiles brujerías que los habían convertido en unos aterradores guerreros sedientos de sangre. Aunque los síntomas estaban claros, Antonidas no fue capaz de encontrar una cura para los orcos. Muchos de sus compañeros magos, así como algunos notables líderes de la Alianza, argumentaron que encontrar una cura para los orcos sería una empresa
imprudente. Antonidas, después de reflexionar sobre la misteriosa condición de los orcos, concluyó que la única cura para su mal tenía que ser una cura espiritual…

El relato de Thrall
Durante los días oscuros de la Primera Guerra, un astuto oficial humano de nombre Aedelas Blackmoore encontró un infante orco abandonado en los bosques. El niño orco, a quien Blackmoore bautizó acertadamente con un nombre de esclavo, Thrall, fue llevado a la prisión fortaleza de Durnholde. Allí Blackmoore educó al joven orco para que fuera un esclavo y un gladiador.Quería hacer del joven orco no sólo un guerrero sin igual sino también un líder culto. Blackmoore esperaba que Thrall tomara las riendas de la Horda para poder dominar a los hombres por medio de él.

Pasaron diecinueve años y Thrall se convirtió en un orco fuerte e ingenioso. Pero su joven corazón sabía que la vida de esclavo no era para él. Mientras crecía, habían ocurrido muchas cosas en el mundo que se encontraba fuera de la fortaleza. Aprendió que su pueblo, los orcos (a quienes jamás había encontrado) habían sido derrotados y encerrados en campos de internamiento en las tierras humanas, y que Doomhammer, el líder de su gente, había escapado de Lordaeron y se había escondido. Sabía que sólo quedaba un clan solitario que aún operaba en secreto, intentando no atraer la mirada vigilante de la Alianza.

Thrall, un joven lleno de recursos aunque con poca experiencia, decidió escapar de la fortaleza de Blackmoore e ir en busca de sus semejantes. Así lo hizo. En sus viajes, Thrall visitó los campos de internamiento y encontró a su raza, antaño poderosa, tímida y aletargada. No habiendo encontrado
a los orgullosos guerreros que esperaba conocer, Thrall partió en busca del último jefe orco, el invencible Grom Hellscream.

A pesar de que era perseguido constantemente por los humanos, Hellscream aún se aferraba a la insaciable voluntad guerrera de la Horda. Ayudado sólo por los devotos miembros del clan Warsong, Hellscream seguía librando una guerra clandestina para liberar de la opresión a su pueblo prisionero. Por desgracia, Hellscream no logró jamás encontrar una forma de despertar de su aletargamiento a los orcos cautivos. El impresionable Thrall, inspirado por el idealismo de Hellscream, desarrolló una fuerte simpatía por la Horda y sus tradiciones guerreras.

Buscando sus verdaderos orígenes, Thrall viajó hacia el norte para encontrar al legendario clan Frostwolf. Thrall averiguó que Gul’dan había exiliado a los Frostwolves durante los lejanos días de la Primera Guerra. También descubrió que era el hijo y heredero del héroe orco Durotan, el legítimo jefe de los Frostwolves, que había sido asesinado en los bosques veinte años antes…

Bajo la tutela del venerable chamán Drek’Thar, Thrall estudió la antigua cultura chamánica de su pueblo que había sido olvidada bajo el malvado mandato de Gul’dan. Con el tiempo, Thrall se convirtió en un poderoso chamán y ocupó su legítimo puesto como jefe de los exiliados Frostwolves. Habilitado con la energía de los mismísimos elementos y decidido a encontrar su destino, Thrall partió para liberar a los clanes cautivos y curar a su raza de la corrupción demoníaca.

En sus viajes, Thrall encontró al anciano Jefe Orgrim Doomhammer, que había vivido como un ermitaño durante años. Doomhammer, que había sido un buen amigo del padre de Thrall, decidió seguir al joven orco visionario y ayudarle a liberar a los clanes prisioneros. Apoyado por muchos de los jefes veteranos, Thrall logró por fin revitalizar la Horda y dar a su gente una nueva identidad espiritual.

 Para simbolizar el renacimiento de su gente, Thrall regresó a la fortaleza de Blackmoore de Durnholde y puso fin a los planes de su antiguo señor asediando los campos de internamiento. Pero Doomhammer cayó en combate durante la liberación de uno de los campos. Thrall recogió el legendario martillo de guerra de Doomhammer y se puso su armadura negra y plata para convertirse en el nuevo Jefe de la Horda. En los meses que siguieron, la pequeña pero incendiaria Horda de Thrall arrasó los campos de internamiento y frustró los mejores intentos de la Alianza para contrarrestar sus inteligentes estrategias. Alentado por su mejor amigo y mentor, Grom Hellscream, Thrall trabajó para asegurarse de que ningún orco volviera a ser hecho esclavo jamás. Ni por humanos ni por demonios.

 

Todos los derechos Reservados. Copyrigth Warcraft33 S.A. de C.V. 2002