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CONCLUSION

Las normas contenidas en la presente Declaración están inspiradas por un profundo deseo de servir al hombre según el designio del Creador.
Si por una parte la vida es un don de Dios, por otra la muerte es ineludible es necesario, por lo tanto, que nosotros, sin prevenir en modo alguno la hora de la muerte, sepamos aceptarla con plena conciencia de nuestra responsabilidad y con toda dignidad. Es verdad, en efecto, que la muerte pone fin a nuestra existencia terrenal, pero, al mismo tiempo, abre camino a la vida inmortal. Por eso, todos los hombres deben prepara para este acontecimiento a la luz de los valores humanos, y los cristianos más aún a la luz de su fe.

Los que se dedican al cuidado de la salud pública no omitan nada fin de poner al servicio de los enfermos y moribundos toda su competencia; y acuérdense también de prestarles el consuelo todavía más necesario de una inmensa bondad y de una caridad ardiente. Tal servio prestado a los hombres es también un servicio prestado al mismo Señor que ha dicho: «... Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis» (Mi 25,40)

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el transcurso de una Audiencia concedida al infrascripto Cardenal Prefecto, ha aprobado esta Declaración, decidida en reunión ordinaria de esta Sagrada Congregación, y ha ordenado su publicación.

Roma, desde la Sede de la Sagrada Congregación para la Doctrir de: la Fe, 5 de mayo de 1980.



Los médicos católicos asienten
El profesor Rubén Revello, master en bioética por la Universidad del Sacro Coure, de Milán, y perito de la Conferencia Episcopal, se
manifestó conforme con la intervención de un juez en el caso de una persona incapaz. Además, dijo que le parece cruel que el médico esté obligado a comunicarle al paciente que tiene una enfermedad terminal, según establece el dictamen por mayoría de los legisladores.

El dolor visto por los especialistas
Comité de bioética: profesionales de distintas disciplinas se
esfuerzan por curar el dolor espiritual de los enfermos.
"Es fundamental que se empiece a tener en cuenta que el ser humano tiene que vivir dignamente hasta su última hora", asegura Ignacio
Maglio, abogado miembro del Comité de Bioética del Hospital Muñiz.
Un sacerdote, un abogado, médicos y enfermeros conforman ese comité interdisciplinario que se encarga de brindar cuidados paliativos a
los enfermos terminales. Su función es justamente que los pacientes
vivan su agonía de la mejor forma posible.
A pesar de ver con aprobación que se permita al enfermo terminal
decidir si continúa o no con los tratamientos que puedan causarle
dolor, Maglio remarca que es fundamental acompañar al paciente,
cuidarlo más allá de que no se lo pueda curar.
"El dolor espiritual es mucho más insoportable que el físico. Muchos
mueren infelices y abandonados; eso es lo que hay que tratar de
evitar", comentó.


ELIMINAR EL SUFRIMIENTO DEL HOMBRE Y NO AL HOMBRE QUE SUFRE

Los múltiples casos documentados de muertes involuntarias ponen de manifiesto que no todo está bajo control, y que muchos enfermos a los que se les adelantó su final biológico nunca firmaron una autorización expresa para ello. La eutanasia infantil es el ejemplo más claro de la indefensión a la que se enfrentan niños nacidos con disminuciones físicas. Nunca el derecho a morir, por muy controvertido que sea, puede convertirse en el deber de morir. Los que apoyan la eutanasia afirman que esta medida se basa en la autodeterminación y la elección particular del paciente; sin embargo con lo que no cuentan es que el 1% de muertes producidas en este país en 1990 fueron provocadas por drogas mortales administradas sin su consentimiento. Esta estadística holandesa está recogida en el informe Remmelink, auspiciado por el Gobierno.
Una alternativa importante a esta dolorosa situación por la que pasa tanto el enfermo como su familia es recurrir a los cuidados paliativos, que aseguran una muerte digna, y tener clara la postura de oposición al encarnizamiento terapéutico. No se prohíbe utilizar medicamentos para calmar los dolores, aunque eso suponga un
acortamiento de la vida del paciente, ni existe ninguna obligación de prolongar a través de medios técnicos situaciones que conducen irremediablemente a la muerte. Los motivos de esperanza son muchos, y no se puede negar la evidencia: es siempre mejor intentar eliminar el sufrimiento humano que eliminar al ser humano que sufre.

En Colombia esta prohibida, como en la mayor parte del mundo, la denominada eutanasia activa o que una persona concurra al medico para que le aplique una inyección letal.
La eutanasia pasiva en la que la persona puede suspender un tratamiento o no recibirlo, no estaba reglamentada. Sin embargo existe un articulo que penaliza con hasta tres años de prisión a quien realizare un homicidio por piedad para poner fin a los sufrimientos. Este articulo seguirá en el Código, pero se le adjuntara otro que dice que no hay responsabilidad si el deceso se produjera en caso de enfermedad terminal o por autorización de la persona.

CONCLUSIONES FINALES

Es verdad que, cuando se habla de eutanasia, suavizamos el termino con un lenguaje afectivo para purificarlo de toda su carga negativa. No se quiere matar por capricho, por egoísmo o por simple utilidad, sino que se justifica como un gesto de cariño y compasión humanitaria, para eludir un desenlace trágico y doloroso. La buena intención pretende quitar el carácter de violencia e injusticia que todo atentado contra la vida encierra, como si tales sentimientos pudieran modificar el significado profundo de la acción.

Podríamos decir que si la ultima alternativa para escapar de una muerte terrible, insoportable y angustiosa fuera el empleo de la eutanasia, la condena de esta ultima se haría harto difícil. Resultaría monstruoso dejar morir a una persona en medio de dolores intolerables sabiendo que no existe ninguna posibilidad de salvación. Un espectáculo que se haría igual de irresistible para cualquiera que lo presenciara.
Para facilitar una muerte serena y dulce, a la que todos tienen derecho, no es preciso llegar a tanto. Con los principios dados anteriormente se consigue obtener esa misma finalidad, pero dentro de un espacio ético y sin invadir la frontera que delimita un derecho intangible: el respeto a la vida.

La fuerza de este presupuesto esta avalada por una conciencia casi universal. Hasta los mismos defensores de la eutanasia y los diferente proyectos presentados en algunos piases para su legalización civil, en algunos casos concretos no se refiere nunca a la eutanasia impuesta o involuntaria, sino que exige siempre la previa conformidad del sujeto debidamente constatada. La equivocidad del termino provoca en muchos lamentables confusiones. Pedir su tolerancia legal no significa permitir la muerte involuntaria del enfermo. Unas veces se trata de reconocer, con una legislación adecuada, el derecho del paciente a una muerte digna y sin encarnizamientos terapéuticos. En otras se pretende una defensa del medico contra posibles denuncias de familiares por interrumpir un tratamiento sin sentido o no prolongar absurdamente la vida. En algún caso se pide también que, aunque la eutanasia sea intolerable, no se la considere tampoco como un delito criminal; entonces... ¿Sería lícita la eutanasia voluntaria?

Aún existen muchos aspectos indeterminados en torno a la eutanasia, cabe mencionar algunos como la dignidad humana y la autonomía, el no tomar al ser humano desde un punto de vista eminentemente biológico, la calidad de la vida y la libertad de elección. Sin dejar de tener en cuenta la ambigüedad a la que se puede llegar con su eventual legalización.

Sin embargo, la discusión sigue abierta...

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