Una mujer alta y erguida, de mirada
frontal como sus propias convicciones, fue quien comandó, por muchos años, la avanzada femenina, que con Beatriz Garcés, Fernanda Palacios y Florentina Ferrer, le dieron progenitura al ala anticordobista que dirigió Ramón Lozano Garcés, durante su estancia política que fue toda su vida. Así fue como conocimos a doña Adela Maturana de Casas. La vimos siempre a la derecha del líder, altiva en la victoria y en la derrota. Irreductible, con el estandarte en las manos, ella y sus compañeras, estado mayor lozanista, se habían impregnado hasta los huesos del estoicismo característico del jefe. La calle 24 (Yesca Grande) fue siempre el escenario y el

tránsito, al atardecer, caminata imprescindible de reflexiones y nuevos anhelos. Doña Adela nunca faltó. Fue alma y vida de sus seguidores, mientras el líder tuvo vigencia.

Su arrogancia del trato político, cuando había que hacerlo, contrastaba con su dulzura social y hogareña que denotó siempre cultura e inteligencia innata. Su carácter diplomático y transigente en el trato y conducción política se trasformaba en la batalla, dura y directa, no permitió nunca un paso atrás, aún en las derrotas que fueron más que las victorias. Fue siempre la nave insignia de la flota el de sus simpatías, fervor y luchas.