SAMUEL CABALLERO

      

Capitulo X: DISCERNIMIENTO

Silvia tomó el coche y mientras se dirigía a casa, aquellas palabras de Eric: “si en algo puedo serte útil “, seguían ocupando su mente.- Después de meditar sobre las mismas, la curiosidad la intrigaba, en forma vehemente deseaba aclarar el significado de aquel ofrecimiento.
Pero la forma ingenua en que él lo dijo, ¿coincidía con lo que ahora ella se imaginaba?.
¿Estaba ella a punto de cometer un ridículo al decirle a aquel hombre que estaba dispuesta a aceptar dicha ayuda, sin realizar a fondo el verdadero sentido de la misma, y qué sucedería al verificar que había una discrepancia entre lo que él había dicho, y la interpretación que ella le había dado a sus palabras?.
La mente le decía una cosa, el corazón otra, su cabeza era un fermento de ideas no muy claras que la confundían y la hacían perder el discernimiento.
Para divagarse un poco de aquellos pensamientos irredentos que hoy la acosaban, puso una cinta magnética en la casetera y empezó a escuchar música.
Al estar en casa, el oficio de la cocina la divagó un poco, y se sintió más tranquila.
Luego de dejar listos los ingredientes que prepararía para la cena, se fue a la recámara y se recostó, siempre buscando una solución sensata al problema que hoy la preocupaba.
Al rato se levantó, y se sirvió unos martinis.- Sentía la necesidad de relajarse, de despejar su mente de todo aquel aturdimiento.
Después de un rato de relajamiento, comenzó a preparar la cena.
Al llegar Lautaro se sentaron a la mesa, pero su mirada era vaga, se le notaba distraída, como que nadie más estuviera con ella; no fue sino hasta que Lautaro le preguntó por la salud de su madre, que ella comenzó a platicar, y le contó que doña Renata estaba bastante recuperada, y dentro de dos días ya estaría en condiciones de sacar a caminar a buñuelo.
Después de terminar con el quehacer de la cocina, le dijo a Lautaro, se retiraba al dormitorio a descansar.
Durmió buena parte de la noche, de pronto despertó en las primeras horas de la mañana y empezó a meditar.- No sabía si ir como de costumbre a caminar a buñuelo, o inventarse una excusa y llamar a doña Renata para no hacerlo.
Sentía cierta confusión, cierto temor a verse de nuevo con Eric, y lo que sucedería de dicho encuentro.- Le parecía que éste la iba a ser blanco de sus insinuaciones, y que en cierto momento sus fuerzas flaquearan y la hicieran perder el balance, pero el dilema de aquella oferta de ayuda la inquietaba, y en su afán de aclarar dicha incógnita, decidió aceptar el reto, y verse de nuevo con él.- Además, el estar juntos le causaba placer, su compañía le era grata.
Tal vez el hecho de haberse conocido cuando ambos eran jóvenes, cuando las impresiones son más impactantes, cuando la mente no ha sido aún desengañada por la realidad, la hacían sentirse atraída hacia dicha persona.

En todo caso, sintió que el sueño le acariciaba los ojos de nuevo, y decidió dejarlo todo para el día siguiente.- Al estar sola lo pensaría de nuevo, y entonces tomaría una decisión al respecto.

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