
Capitulo VII: IBIS
Un día recibió una llamada telefónica de su cuñada Ibis, la cual residía en otra ciudad, participándole el próximo nacimiento de su segundo bebé dentro de unos pocos días.
Silvia llena de regocijo, le dijo que haría el viaje para estar con ella, presenciar el parto, ver salir de la oscuridad aquel ser minúsculo, indefenso, y deleitarse al escuchar el hálito de vida al darle el doctor la nalgada.
Era algo que nunca había experimentado, y ahora que se presentaba la oportunidad, quería vivirlo como si fuera ella la protagonista.
Su intuición de mujer le decía que su turno de un día tener su propio bebé.. llegaría.
Después de hacer los preparativos para el viaje, Lautaro la llevó al aeropuerto y se despidieron.
Al arribar al otro aeropuerto, Ibis la esperaba.
Después de saludarse mutuamente, tomaron el coche y se marcharon rumbo a casa.
En el trayecto, Silvia -después de platicar por un momento con Gina-, la primogénita de Ibis-, la cual la encontró bastante cambiada después de no verla por más de un año, la felicitó por el buen comportamiento que observaba y por el bonito vestido que lucía.
Cuando Gina le preguntó: Que cuándo iba a tener un hijo, ella le contestó: que no se preocupara, que siempre guardaba la esperanza que un día tendría un niño o una niña para que jugaran juntos.
Enseguida Silvia le preguntó a Ibis:
¿Y para cuando esperas el bebé?
Según el doctor, dentro de dos días.
Qué será, ¿varón o hembra?
¡Varón!
¿Problemas con el embarazo?
¡No, para nada, todo ha sido normal!.
¿Y qué nombre piensan ponerle?
Ariel, igual que el padre.
Al llegar a casa continuaron platicando de diversos temas, Ibis le mostró el cuarto del bebé, y la forma en que lo habían decorado, y de la felicidad que Ariel hoy sentía al saber que era varón lo que estaba por llegar, al tener en el hogar una hembra y un varón, ya no tenían que seguir experimentando con más hijos.
Luego prepararon la maleta y la colocaron contiguo a la puerta de enfrente, para no olvidarla en caso de una emergencia.
Al día siguiente, después de la merienda del mediodía, los síntomas del alumbramiento comenzaron, llamaron a Ariel a la oficina, aquel vino de inmediato, se subieron al auto y partieron rumbo al hospital.
Después de una espera de aproximadamente dos horas, Ariel y Silvia, fueron llamados a la sala de maternidad.
Ibis comenzaba con la labor.- Los gemidos y lamentos de aquella, causados por las contracciones, le pusieron la piel a Silvia, como carne de gallina, se volvió nerviosa, por un momento se sintió atemorizada, dudaba de estar preparada para pasar soportar los tremendos dolores que hoy aquejaban a Ibis, pero a la vez realizaba que los placeres generalmente vienen acompañados de algo mas que felicidad; pero una vez que escuchó el llanto del niño, se sintió mejor, sus nervios se calmaron, y nuevamente alimentó el ferviente deseo de un día ser madre.
El deseo de tener su propio hijo la obsesionaba, y aunque hoy al observar a Ibis en el proceso de dar a luz, realizaba las dificultades que acompañan al mismo; esto no la amilanaban, ni la hacían desistir de sus propósitos, al contrario, ese delirio de volverse madre la hipnotizaba y se sobreponía a todas penas y sinsabores por las que tenía que pasar antes de ver sus sueños vueltos realidad.
A los dos días de haber nacido el bebé, y después de los médicos verificar que éste se encontraba en perfecto estado de salud, Ibis fue dada de alta del hospital y volvieron a casa.
Silvia se esmeró en brindarle toda la ayuda posible a Ibis.
Juntas alimentaban al bebé, lo bañaban; aun por las noches, al oírlo llorar se levantaba a hacerles compañía cuando la madre lo alimentaba.
Cierta mañana, mientras desayunaban, Ibis dijo: ¡Óyeme Silvia!, ¿Y tú, cuando piensas hacerle un encargo a la cigüeña?.- ¡Yo creo que ya es tiempo que hagan algo al respecto!; los médicos dicen que con la edad los riesgos del parto aumentan.
¿Han consultado con el doctor con respecto al estado físico de Lautaro?.
¡ La verdad es que no!.
¡Creo es algo que deberían de hacerlo!.
¡Ya se lo he dicho a Lautaro!, de visitar al médico y que nos dé un diagnóstico de sus condiciones físicas, pero ya tú sabes como son los hombres, todo lo dejan para enseguida.
De mi parte les aconsejaría consultar con otros médicos y obtener una segunda opinión.
Precisamente al otro día estuve leyendo en el periódico sobre unos médicos en Dinamarca, que han ayudado a muchos personas con la esterilidad.
¡Recuerda!, ellos fueron los primeros en realizar el primer cambio de sexo.
A un hombre de apellido Jurgensen lo volvieron Cristina Jurgensen.
Si es algo que ambos desean, hagan el esfuerzo; visiten dichos médicos, nada se pierde con probar.
Después de todo, el dinero no es siempre la felicidad, de qué sirve tenerlo si no tenemos a quien dejárselo, digo..siempre hay alguien a quien dejárselo, pero no es lo mismo como cuando se trata de los propios hijos.
¡Te prometo se lo mencionaré a Lautaro!.
Después de dos semanas de acompañar a Ibis, Silvia regresó a casa.
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