SAMUEL CABALLERO

      

Capitulo III: LAUTARO

Cuando estamos jóvenes, llenos de energía y entusiasmo porque las neuronas funcionan al cien por ciento; cuando la piel es aún tierna y acariciante, cuando nuestros cuerpos despiden perfumes de azahar, deseamos que a diario hubiesen celebraciones para disfrutarlas, pues creemos que el mundo es nuestro, que tenemos derecho a disfrutarlo sin restricciones y sin medidas.- Sin embargo, la naturaleza también tiene su propia forma de influir en el ser humano, y poco a poco impone sus designios, nos va trazando rutas ha seguir, pautas que hacer, y en un momento dado nos hace saber que es hora de tomar medidas que contribuirán a moldear nuestra personalidad y la dirección que debemos darle a nuestras vidas.

Lautaro fue su primer amor formal, y habiéndolo conocido ella en la flor de su juventud, cuando apenas contaba veinte años; edad de los idilios románticos, de primaveras frescas y perfumadas, y de sueños de príncipes azules, por tanto, no le dio importancia a la confesión del novio, y decidió casarse con él, -a pesar de todo-.
Pero ahora que se aproximaba al medio-día de su vida, las cosas tomaban otro cariz, y empezó a verlas con la realidad que las mismas reflejaban, y decía: “si la vida comienza en una noche de amor, con la ovulación de los espermatozoides, lo cual permite el fenómeno de la fecundación, y finalmente el nacimiento de una criatura”, ¿porqué ese fenómeno no se ha dado conmigo?. ¿Por qué, sí, con otras parejas que tal vez no lo deseaban, por razones personales, o por no contar con los medios suficientes para darles el cuido y atenciones necesarias cuando las criaturas llegaban?.
Esas inocentes criaturas que en ningún momento habían exigido ser traídas a este mundo, y que al hacerlo, llegaban de intrusas a alterar el orden de las cosas, especialmente en aquellos hogares considerados modelos, donde a los hijos no se les relacionaba con novio alguno por no contar con la edad suficiente, o porque el código de ética y buenas costumbres establecido por sus progenitores deberían ser observado a cabalidad para mantener el prestigio y buen nombre de la familia; pero la juventud que poco observa y escucha, ignorando los consejos de los padres, y sin formarse una idea de las consecuencia de sus actos, al dar el paso en falso, y el varón embarazar a la novia, o la hembra salir embarazada, esos inesperados sucesos venían acompañados de deshonra, a manchar el honor de la familia, a subirle la bilirrubina a los progenitores hasta hacerles echar humo por la cabeza.
Aquello, para los padres era totalmente inaceptable, por ende, la salida más práctica era deshacerse de lo que la cigüeña con tanto trabajo y sacrificio había traído; sin importar todo lo demás; entonces, para salir de aquella situación embarazosa en que hoy se encontraban, lo más práctico era deshacerse de los diminutos intrusos, ya fuera por medio del aborto, o enterrarrándolos vivos, o ya asfixiados, en el traspatio de la casa; o abandonarlos en la calle a merced que alguien las encontrara y les salvara la vida, y así menguar el peso moral del crimen cometido.

Aquellos pensamientos la inquietaban y le causaban disconformidad con su vida, le parecía que Dios no era justo al actuar con ella de tal forma, negándole la satisfacción de tener su propio hijo.
Después de todo, consideraba estar en su propio derecho al pensar en esa forma, pues contaba con las facilidades y los recursos económicos necesarios para darle a los futuros herederos las atenciones y cuidos necesarios para hacerlos feliz.
Además, el pronóstico de los médicos no era definitivo con respecto a la esterilidad del esposo, era más que todo: una advertencia que predisponía la mente a la resignación, a la conformidad, en caso que los herederos no llegasen.
Por consiguiente, la posibilidad de que los órganos de Lautaro mantuvieran la facultad reproductiva, -aunque remota-, existía.- El milagro de que un día ella saliera encinta era factible; pensamientos que la volvían optimista, y contribuían a mantener la esperanza de que un día dicho suceso se diera, y la hiciera feliz.
Sin embargo, la incertidumbre a veces la volvía pesimista, sentimientos de egoísmo la inundaban, y en momentos de apremio la frustración la confundía, y sentía repudio por todo lo que la rodeaba, y en una forma vehemente clamaba se hiciera justicia siendo complacida viendo sus deseos de ser madre vueltos realidad.
Reflexiones que la llevaban a la meditación, a tratar de encontrar soluciones plausibles que le devolvieran la tranquilidad deseada y decía: ¡pareciera que la vida tuviera su propia mente y forma de actuar, presentándonos las cosas como se sucedían, y no como deberían de sucederse, haciéndonos objeto de sus caprichos y sorpresas, y que en la mayoría de las veces actuaba en una forma irracional para privarnos de aquello que más deseamos.. la felicidad!.

A veces meditaba sobre la naturaleza y su forma de poner orden especialmente en el aspecto ecológico, y se preguntaba: ¿qué es lo que hay en el interior de una semilla que al ponerla en contacto con la tierra al poco tiempo germina, crece, da fruto y en otros casos esa diminuta semilla se vuelve un árbol grande, robusto, frondoso, cumpliendo así con la función ecológica de proteger el suelo, oxigenar el aire, y crear ambiente para la vida en general?.

Si el nacimiento de un ser humano significa la continuación de la vida, ¿porqué la suya no gozaba de ese privilegio teniendo sus propios hijos, y después nietos?
¿Por qué fui elegida para venir a este mundo, y luego alejarme del mismo sin dejar un rastro, una tan sola huella que en un momento dado hiciera a otro ser humano recordarme?.
Todos deseamos ser recordados, todos pensamos que venimos a este mundo por una razón, que tenemos una misión que cumplir, por eso en un momento dado, nos afanamos en encontrar cuál es dicha misión.- En encontrar el verdadero significado de la vida y así contribuir a nuestro bienestar y el de los demás en general.
Algunos hablan del “karma”, de la reencarnación, del, del privilegio de nacer de nuevo y disfrutar una vida distinta a la anterior, estableciéndose así una alternación de vidas de bonanza y otras de miseria, todo dependiendo de la forma en que actuamos en nuestra anterior vida.
Pero, ¿es tal teoría realidad, o es simplemente una creación de la mente humana para satisfacer nuestro “ego”?
¿O, es otra creación de mentes ingenuas, que al no comprender el misterio que rodea la vida, se inventan dichos sofismas como consuelo a la incertidumbre que rodea dicho misterio?.
En todo caso, ese era un asunto que necesitaba mucho estudio y dedicación para poder entenderlo, y lo mejor era dejárselo a los versados en la materia.
Lo mejor que los humanos podemos hacer al encontrarnos en este planeta, es vivir un día a la vez, adaptarnos al ambiente que nos rodea empleando a fondo nuestras facultades creativas, manteniendo la fe, acariciando la esperanza; hacer conciencia de las leyes naturales, respetarlas, concebirlas en la misma forma que concebimos y aceptamos la idea de Dios, sin exigir pruebas concretas de su existencia y poder.
Pensamientos insólitos que la obsesionaban, a veces la confundían, y ansiosamente deseaba encontrarles una explicación sensata que la satifacieran, y así mantener esa paz interna consigo misma y el mundo en general.

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