JULIO QUILCHE

Por: Samuel Caballero A.

II.- Tierra de Abundancia

Siempre que don Amado iba a la ciudad compraba periódicos para enterarse de lo que estaba pasando en el mundo, y luego se los pasaba a Julio, éste se deleitaba leyéndolos, y así se fue enterando que allá, en la costa norte, la parte más fértil, poblada y productiva del país, habían platanares, ingenios de azúcar, ferrocarriles, puertos donde atracaban barcos procedentes de países lejanos, con personajes que hablaban otros idiomas, vacas "holstein" que producían hasta catorce litros de leche, -al leer sobre las vacas- , Julio dijo: -¡mire don Amado!, aqui dice que allá en la costa norte hay vacas que producen hasta catorce litros de leche-, ahh...¡y.. yo aqui ordeñando esas ratas, que dá más leche una gata recién parida, que ellas!.

Todo esto fue despertando curiosidad y ampliando en Julio sus conceptos de lo que realmente era el mundo- amplio y diversificado-. Julio dijo:¾Don Amado!:¾un día iré a conocer esas tierras de abundancia!.¾ Ya te lo dije hijo!, hay que aprovechar la juventud, porque al llegar a la vejéz, a uno le cuesta moverse, hasta el alma la siente uno pesada. Julio a veces se sentía animado a decirle a sus padres de su deseo de marcharse, de ir a rodar tierra, y conocer ese mundo, amplio y ajeno, en el que otros vivían; pero a la vez se abstenía de hacerlo, considerando que él era el único que les hacía compañia, y optó mejor por darle.. "tiempo al tiempo".

Todas las mañanas acompañaba a su padre en las faenas del campo, pero un día, una culebra coral mordió al anciano en la tibia causándole la muerte.- Su madre ya con la salud un poco quebrantada por el paso de los años, murió al poco tiempo, probablemente la nostalgia de la pérdida del marido apresuró su muerte; pues a pesar de ser pobres, y las penurias y malos momentos que a veces pasaban, no dejaban de ser un matrimonio ejemplar, donde el amor y la cordura siempre reinaban.

Julio continuó con las labores del campo, esta vez trabajando de sol a sol, logró sembrar cinco manzanas de maíz de calidad mejorada, con la esperanza de que si todo salía de acuerdo a sus planes, con el dinero obtenido al vender la cosecha, se compraría una yunta de bueyes y un arado, y asi facilitar las labores del campo.

Todo marchaba bien, las lluvias de mayo llegaron a su debido tiempo, ayudando el crecimiento y frondosidad de las plantas, y esto lo hacía sentirse muy optimista, y hacerse miles de ilusiones y planes para el futuro.- Pero un día mientras inspeccionaba la plantación, al mirar al horizonte, obserbó una nube negra que cada vez se aproximaba más en su dirección, esto le pareció muy extraño, pues era un día de verano, con cielo despejado, asi que no se explicaba qué fenómeno extraño era aquel que en esos momentos obserbaba; finalmente al oir el ruido del aleteo de los insectos, se enteró que se trataba de longostas, la maldita plaga del "chapulin", la cual a su paso arrasaba con las cosechas, y todo lo devorable que se ponía a su paso, las cuales le invadieron la milpa. No contando con los implementos necesarias para combatir dicha peste, se limitó a observar aquellos voraces insectos acabar con la milpa.

Al levantar vuelo la plaga, Julio recorrió la plantación, al no ver ni una tan sola mazorca, lloró de pena y desconsuelo, al ver que todos sus esfuerzos y sacrificios se habían esfumado, habían desaparecido, habían volado como la misma plaga; en ese instante inundado del dolor que lo agobiaba, optó por por tomar la decisión de alejarse de dicho lugar.

Al día siguiente habló con su hermano y le hizo saber su determinación; éste no muy conforme con las ideas de Julio, le dijo que no entendía porqué tenía que alejarse de ellos, cuando allí tenía tierras para trabajar y animales que cuidar. Todo lo que nuestros padres dejaron es tuyo ahora, tanto la hermana como yo no reclamarémos nada, nosotros ya estamos establecidos, y mas o menos tenemos de que vivir; pero tú apenas empiezas a forjar tu vida, quédate aqui, trabaja la tierrra, talvéz esta vez estén vendecidas con tantas gotas de sudor que nuestro padre derramó sobre ellas. Julio le contestó: ¡que esa tierra parecía más bien estar maldecida!.- ¿No ves lo que me hicieron los odiados chapulines?. No hermano.. yo no soy conformista, yo no soy de los que se resignan a lo sucedido con mansedumbre de santo. Dios ya hizo lo suyo dándonos la vida, yo creo que cuando aparecemos en este planeta, es obligación nuestra buscarle un objeto a la misma, porque vida es: "lo que hacemos de ella". Si escogemos el mal camino, tenemos que terminar mal, pero también esta la buena senda, esa que podemos hacerla buena y productiva para bienestar propio y de los demás en general. Todo está en nosotros en escoger el camino indicado, de otro modo uno vive como los topos, en la oscuridad, enserrado siempre en la misma guarída.

Entiendo que donde quiera que uno va tiene que trabajar para subsistir, pero es que hay otras formas más fáciles de hacerse la vida, y yo las buscaré.- Mira.. detrás de esos cerros, y a la izquierda de ese sol que brilla allá a lo lejos, está el norte, región de producción y progreso, ese rumbo es el que voy a seguir.- El Hermano le dijo: mira Julio, la vida del campo es así, de cosechas buenas y malas, cada año es distinto, lo importante es no desmayar, sino.. seguir adelante.. Las palabras de su hermano no fueron lo suficientemente convincentes para hacerlo desistir de sus planes, asi que un día antes de marcharse, fue a despedirse.

Al día siguiente al despuntar el alba, al primer ki-ki-ri-qui-quí del gallo madrugador, Julio despertó, agarró un costal de yute, hechó en él las dos únicas mudadas demás que tenía, asi como unos huevos duros que había hervido la noche anterior, unas tortillas, un poco de sal y se marchó.

Era una mañana primaveral fresca, de esas que reviven el alma al ver salir el sol, las gotas de rocío brillaban en el pasto, y colgaban también de las hojas de los arbustos, las aves gorgojeaban y cantaban, afanadas volando de un lado a otro, cumpliendo con las obligaciones diarias, probablemente acarreando material para contruir sus nidos, pues era primavera, época de hacer el amor.

- Julio sentía la brisa suave acariar su rostro, y con su pecho erguido, lleno de esperanzas, emprendió la marcha que su instinto le indicaba en busca de nuevos horizontes. Al rato de ir caminando volvió la vista, y miró que "canelo" iba detrás, -el perro fiel que a diario lo acompañaba a la labranza - y que no entendiendo las intenciones de su amo, lo seguía como de costumbre; pero esta vez era distinto, pues Julio no pensaba regresar a casa. Emprendió marcha atrás, se aproximó al animal, lo acarició, y colocando la mano derecha sobre el lomo y la izquierda bajo la mandíbula del animal y mirándole directo a los ojos le dijo que tenía que regresar a casa, pues él no lo haría esta vez, el perro dio unos pasos hacia atrás y luego se hechó a la vera del camino.- Julio prosiguió su marcha, y antes de llegar al pie de la cuesta, volvió la vista para hecharle una última mirada a la comunidad, pero notó que canelo aún lo seguía, esta vez, antes de enfrentarlo de nuevo, cortó una vara de ron-ron, puso su mano bajo la mandibula del animal, y mirándole nuevamente directo a los ojos, lo sentenció que si no volvía de inmediato a casa, lo azotaría, canelo dio unos gemidos de tristeza, entendió lo que su amo le decía y con la mirada baja y el rabo entre las extremidades, emprendió marcha rumbo a casa.

Al llegar a la cima de la cuesta, Julio volvió la vista para mirar por última vez a la comunidad, sabía que desde ese punto nunca más la volvería a ver, sentía nostalgia dejar aquel pedazo de tierra donde había nacido, donde había pasado una infancia feliz al lado de los suyos, y donde quedaban sus padres enterrados, pero a la vez comprendía que en la vida hay momentos en que hay que tomar decisiones, no importa cuán adversas y penosas estas parezcan.

Por dos días consecutivos caminó por aquellas veredas estrechas y solitarias, llenas de un silencio sepulcral, apenas interrumpido de vez en cuando por el susurro del viento al mecer los árboles, o por algunas lagartijas que se asoleaban en el camino y que al mirarlo, salían despavoridas corriendo por entre los matorrales y hojarascas buscando donde refugiarse; o tal vez por una cuerva que anidando en la copa de un árbol, al verlo, el instinto de protección hacia sus poyuelos, la hacían lanzar ruidos de desesperación como pidiendo auxilio. Finalmente Julio llegó a una pequeña ciudad que era como un trifinio, pues a poca distancia habían dos desvíos que salían de la carretera pricipal con rumbos distintos hacia los paises fronterizos. Empezaba anochecer, al ver la iglesia se dirigió hacia ella, y en un recodo oscuro de la entrada se acomodó y alli pasó la noche.

El agotamiento lo hizo dormir como un saco de papas en bodega, pero las voces de los primeros feligreses que empezaron a llegar y asistir a la misa, lo despertaron, luego se dirigió a la fuente que estaba a un lado de la entrada, se lavó la cara para despojarse de la modorra que el cansancio le causaba; entró a la iglesia y le pidió a Dios que lo ayudara en su nueva aventura.

Al salir de la iglesia preguntó ¿donde podía encontrar un restaurante?, una pareja de ancianos le dijeron de uno que se encontraba a la orilla de la carretera principal, al llegar a dicho lugar ordenó un desayuno; pronto entraron unos camioneros que venían de uno de los países fronterizos, al entablar aquellos conversación con los otros que ya estaban en el lugar, escuchó que los recién llegados llevaban un cargamento de azúcar para un comerciante de la costa, al oir aquello, Julio se apresuró con el desayuno, al terminar se salió al estacionamiento a esperarlos, cuando los vio salir, se dirigió a ellos y les preguntó si le podían dar un "aventón", pues él también se dirigía hacia el norte, el conductor le dijo que con una condición: - que les ayudara a descargar el azúcar y cargar los plátanos que traerían al regreso-, Julio les contestó: ¡trato hecho!.

Sigue Aqui: III.-Un Nuevo Trabajo