JULIO QUILCHE

Por: Samuel Caballero A.

I.- El Hogar

Julio nació en una región bastante apartada del resto del país, no muy favorecida por la madre naturaleza. Terrenos áridos y pedregosos donde la vegetación principal eran las coníferas, robles, y una que otras hierbas y plantas de muy poca apreciación por parte de los agricultores, sin vias de acceso o comunicación, a excepción de los caminos de herradura.

La lluvia era escasa, las condiciones climatológicas impredecibles y muy marcadas, veranos sofocantes que calcinaban y endurecian la piel, inviernos crudos que congelaban médula y huesos.- Para hacer producir la tierra, había que escarbarla con pico y azadón; cuando la naturaleza era benévola obtenían buenas cosechas, pero cuando no, toda aquella ardua labor, sacrificios, esfuerzo humano, se perdían, se esfumaban como humo al viento. El padre de Julio era descendiente de Mayas, nacido y criado en esa región, igual que sus antepasados, por tanto no aspiraba a mucho, ni sabía mejor. El era feliz trabajando la tierra, y ver que en su hogar no faltara el alimento diario.

La madre de Julio, aunque de la misma región, tenía más sangre española en sus venas, lo corroboraban sus facciones fisicas: piel blanca, ojos claros, cabello rubio rizado. ¿Porqué ella lucía distinta?.- El rumor era que en cierta época, un gallego aventurero había pasado por la comuna, y que la madre de Julio, era la prueba de su presencia en dicho lugar.

Era una comunidad muy chica, conocida como: "La Esperanza". Comformada por unas veinte familias, todas dedicadas a la agricultura, y cría de aves de corral. Herencia legada por sus antepasados.

Entre ellos había un anciano conocido como don Amado,que como su nombre lo indica, era todo un acopio de cariño y bondad hacia los demás, y que en sus años mozos había emigrado a la ciudad y aprendió a leer y escribir, asi como también el oficio de sastre; pero al enviudar dispuso volver a la comunidad; había heredado de sus padres un predio pequeño y lo trabajaba sembrando vegetales y legumbres para consumo propio.

Nunca tuvo hijos con su esposa, por eso sentía como un vacío en su vida, y el cual lo llenaba siendo amigable y cariñoso con ellos. A los padres de familia les hizo saber que por las mañanas cuatro horas de su tiempo lo dedicaría a impartir clases de enseñanza primaria, donde los niños aprenderían a leer y escribir, lo único que el quería en recompensa era alimentos como: gallinas, huevos, maíz, etc. etc..

Julio era el menor de tres vástagos, una hembra era la mayor, seguida de otro varón, y los cuales semejaban más al padre; no así Julio, quien había heredado más de su madre, era blanco, alto, ojos claros, y de buena contextura física; aconsejado por su madre asistió a las clases impartidas por don Amado, y aprendió a leer y escribir. El tiempo pasaba, la hermana se casó y formó su propio hogar, el otro hermano hizo vida marital con una viuda.- Julio se quedó ayudando a sus padres. Temprano por las mañanas se levantaba a ordeñar dos vacas que poseían, y luego acompañaba a su padre al campo y juntos trabajaban la tierra.

Julio nunca se alejó por completo de don Amado, a menudo lo visitaba, y le traía frutas, legumbres, etc., y platicaban. Don Amado le contaba de la vida de la ciudad, de lo bueno y malo que había en ella, de los hombres y mujeres embaucadores que les gustaba esquilmar del dinero a las demás personas; pero sobre todo le contaba de sus aventuras amorosas, de su vida de "solterón", de su amorío con Helena, la muchacha de los ojos verdes y cabellos rubios, con la cual tuvo un idilio que había sido como un cuento salído "de las mil y una noche", pero que un día desapareció misteriosamente y con ella los billetes que don Amado tenía bajo el colchón. - También le hablaba de Amalia la mulata, hembra de piel macisa y muslos duros como el mismo ébano y fogosa a la hora de hacer el amor. Mi querido Julio-: esos eran los buenos tiempos, días felices que pasan para no volver jamás, y que sólo evocándolos por medio de la magia del recuerdo, es que los volvemos a vivir.

!Cuando estamos jóvenes, el cielo y la tierra nos sonríen!. Por eso hay que aprovechar la juventud, porque con los años todo cambia.

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