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Disclaimers: Los personajes de Xena y Gabrielle pertenecen a Renaissance Pictures / MCA Universal. Sólo los he tomado prestados por un rato. Esta historieta sólo tiene como fin entretener y no pretende infringir ningún derecho de autor que MCA Universal o Renaissance Pictures puedan tener. Aunque se inspira en el capítulo "Remember Nothing" de la segunda temporada, el resto de esta amorosa historia es mío.

Gracias: a Iggy y a Chewa. Ese trío fue muy inspirador. Nacho, la escenita de "in fraganti" se quedó atrapada en mi sueño... Esta historia va por vosotros.

Se la dedico con amor y alevosía a mi ANGEL particular...

Advertencia: esta historia es "maintext". Ateos del subtext abstenerse. APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS y especialmente recomendada a románticos empedernidos y a pajeros mentales (como yo). No contiene fluorcarbonos que dañen la capa de ozono.

Correcciones: Iggy.

Autora: Cruella.
 

La historia está dividida en nueve escenas diferentes.


BUENAS NOCHES GABRIELLE
 

1.

Aún no había amanecido.

Ni un solo rayo de luz se colaba por la ventana. Xena no podía dormir, sólo podía pensar en la inminente boda de su hermano con Gabrielle. Y en la suya propia con Macias.

Habían acordado casarse los cuatro juntos. Eso hacía muy feliz a Lyceus y, en esta nueva vida, ¿qué es lo que no haría por su hermano?

A pesar de la felicidad que sentía por ver a su hermano tan contento y tan enamorado de su amiga, no podía dejar de sentir cierta tristeza: Gabrielle no volvería a ser suya nunca más. Aceptar de los Destinos esta alternativa de vida tenía consecuencias dolorosas que nunca se hubiera imaginado.

Una voz interior le martilleaba el cerebro día tras día: "sería tan fácil acabar con esto... ¡¡Mata a alguien!! Gabrielle volverá a ser tuya...". Pero no podía hacerlo.

Quería recorrer ese nuevo camino, quería acabar con la Xena que fue.

Tal vez un día olvidaría y todo sería como tuvo que haber sido...

"Gabrielle..."

Desde que la rescatara como esclava había cambiado tanto...

Al principio era desconfiada, en su mirada reinaba el rencor. Tanto que le daba miedo ver que su amiga no era más que un espejismo de la que ella amaba. La que ella había conocido no existía, sencillamente. Y parecía que nunca existiría...

Cuando Gabrielle mató a Mecentius lo hizo con saña, por pura venganza, eso que nunca cupo en el corazón de la otra Gabrielle. Ver aquella expresión en el rostro desencajado de su amiga estuvo a punto de hacerle desistir, de abandonarlo todo. Sintió que la luz que iluminaba su tortuoso camino hacia su propia paz se había apagado. Apretó con fuerza la espada que sostenía y a punto estuvo de utilizarla mortalmente contra aquel soldado. Pero en el último momento razonó: aquella, al fin y al cabo, no era su Gabrielle. La suya estaba, tal vez, en un presente paralelo, en otra dimensión, alegrando la vida de alguien con aquella fascinante y bondadosa sonrisa...

La semilla que en ella plantó la joven, crecía en su interior y empezaba a dar frutos.

Por eso estaba allí todavía, dispuesta a sacrificar su amor, dispuesta a cambiar el odio de la mirada de esta bardo por la luz que en la otra brillaba.

Poco a poco, entre el amor que Lyceus le profesaba y la comprensión y amistad que Xena le brindaba, la muchacha se estaba transformando, dejando entrever su personalidad bondadosa y agradecida.

Ya no esquivaba las muestras de cariño, su humor se estaba despertando e, incluso, hacía unas semanas que había mostrado interés por escribir.

A Macias, el prometido de Xena, le leía por las noches los pergaminos que escribía, delante de la chimenea de la posada de los hermanos y él, lleno de sensibilidad y amabilidad, la animaba a seguir escribiendo historias fantásticas.

"Nunca será la que yo amo pero, si todos pueden vivir felices, vale la pena" pensó Xena pensando en ella.

Un ruido leve la sacó de sus pensamientos.

Procedía del otro lado de la puerta de su cuarto.

Lentamente se levantó. Se situó tras la puerta y la abrió de golpe para sorprender al posible intruso que allí había.

Era ella, Gabrielle, con cara de susto.

- ¡Xena!
- ¡Gabrielle!
- Yo... no podía dormir... Tengo un extraño cosquilleo aquí, en el estómago...
- ¿Estás nerviosa? ¿Por qué?
- No sé, por todo... En estas semanas han pasado tantas cosas...
- Hace frío aquí y todos duermen todavía. Entra...
Gabrielle dio un paso hacia atrás, apartándose de la invitación de la mujer.
- No te voy a comer, Gabrielle... ¿Qué crees?
Xena sonrió con esa blanca sonrisa suya, contagiosa y natural que tanto le gustaba ver a Gabrielle. Le extendió su mano, esa mano fuerte y segura que la había rescatado tanto de la esclavitud como de la oscuridad, de su camino de rencor.
- Perdona, aún no me acostumbro a tanta bondad...
"Si supieras..." pensó Xena "... que esta bondad no es más que el fruto de la tuya..."

Gabrielle le dio su mano y se dejó arrastrar hasta la mullida cama de Xena. Se metieron de un salto riendo y jugueteando. Se taparon con las mantas porque, de noche, el frío apretaba.

Estaban quietas, muy quietas. Y calladas, tan calladas que el latido de sus corazones llenaba la estancia.

- ¿Por qué estás nerviosa tú, Xena?
Se sorprendió de la pregunta. ¿Tanto se le notaba?
- ¿Qué te hace pensar que lo estoy?
- Últimamente te he observado. Estás taciturna. ¿Las cosas no van bien con Macias?
- ¡Sí! No..., sí que van bien, ¿por qué crees...?
- Él también está muy serio y silencioso...
- Ah, ¿sí?
No lo había observado. Lo cierto es que, en los últimos días, no le había prestado demasiada atención a su prometido.
- ¿Y tú qué hacías en mi puerta?
Gabrielle suspiró. Se detuvo. Xena la miró expectante. El corazón de Xena dio un vuelco. Xena sonrió nuevamente pero en sus ojos brilló una sombra: le picaban los celos.
- Sí, lo es.
- Cuando maté a Mecentius... - su voz se quebró.
- No hables de eso si te resulta doloroso.
- Es que quiero hacerlo, Xena... Me duele aquí dentro, no me deja respirar... Quería matarlo, hacerle daño. Y cuando lo hice me sentí satisfecha, como si me quitase de encima una pesada carga. Ahora estoy con vosotros, con Lyceus, contigo y... con Macias... y empiezo a ver la vida de otro modo... Lyceus sólo mató para defenderse, no para vengarse. Y tú... Xena, ¡te hirieron! ¡Casi te matan! Pero te negaste a responder del mismo modo... ¡¿Por qué?!
Xena no respondía. Observaba a su amiga, temblorosa, al borde de un precipicio que ella conocía muy bien. Supo que Gabrielle estaba en el buen camino si pensaba y sentía de aquel modo.
- Hice una promesa.
- ¿A quién? Lyceus no se lo explica todavía. Cree que es a causa de tu madre... Xena, él te quiere, te admira... pero desde aquel día no sabe a qué atenerse contigo...
- ¿Eso es lo que tanto te preocupa? ¿Que mi hermano no me entienda?
- No, Xena, es que yo necesito entender... para iniciar mi propio camino...
Xena pensó durante un instante. Tomó aire y habló con cuidado, lentamente.
- Hay un momento para cada cosa, un tiempo para vivir y otro para morir. Cada cosa que nos sucede en la vida tiene sus causas y sus consecuencias. Mi causa, ahora, no es la muerte, mi tiempo es el de vivir y ver vivir a los que me rodean...
- ¿Y si alguien matara a tu hermano? ¿O a Macias?
Xena calló. Por un momento el recuerdo la traicionó y en sus ojos asomaron las lágrimas. Hizo un esfuerzo y se contuvo.
- Nadie va a hacerles daño. Ni a ti tampoco, Gabrielle. Jamás lo permitiría.
Gabrielle observó el brillo de su mirada húmeda. Supo que tras aquellas niñas azul claro, más claro que el agua, se escondía un gran secreto, una vida atormentada, dura. Supo que todo lo que decía y hacía era consecuencia de ese secreto. Se sintió intrigada, más que antes. En su fuero interno la oprimía una extraña sensación.
- ¿Qué piensas?
Gabrielle se sobresaltó. Sin saber porqué enrojeció.
- Eres muy valiente. Quisiera ser como tú.
Xena apartó el pelo rubio de su cara con ternura.
- No necesitas ser como yo, Gabrielle, ya eres muy valiente. Para soportar la vida que has llevado, para escapar de esa vida aún a riesgo de fracasar y ser castigada por ello, para vivir, simplemente, se ha de ser valiente.
- ¿Y para matar, Xena? Porque yo me siento cobarde. Malvada. Cruel... Y después de verte luchar y de escucharte, me siento más cobarde aún...
- Sólo te has apartado un poco de tu camino, Gabrielle...
- ¡Es que ya no sé cual es mi camino!...
Xena la miró muy fijamente, tanto que la muchacha sintió cómo se hundía en sus ojos, cómo buceaba en su mirada dejándose arrastrar por una corriente interna que superaba cualquier lógica. Tuvo ganas de besarla.
- Tu camino es el amor, Gabrielle. Escucha tu corazón, ábrelo. Ábrete al mundo. Ama y déjate amar. Verás como todo vuelve a su cauce... Sí, has odiado y has matado. Pero la oscuridad no es la dueña de tu alma. Tú estás hecha de luz, Gabrielle. Ya lo descubrirás.
Gabrielle la besó. No supo cómo pero mientras Xena hablaba, ella observaba el movimiento de sus labios, su voz sensual, ligeramente ronca penetraba sus oídos acariciándole el alma, acunando su dolor. Se fue acercando a ella sin querer, sin darse cuenta. Por un momento, todo fue oscuridad y dulzura. Cuando abrió los ojos ya la había besado.

Xena se quedó paralizada. Fue como si le hubiera dado miel y quería más pero no podía pedírselo. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué Gabrielle era aquella que tenía delante?

La muchacha se apartó asustada.

Xena no se atrevió a moverse.

- Perdón. ¡Perdón! ¡No sé lo que me ha pasado! Yo... ¡No quería...!
- ¡Vaya! ¿No querías? - exclamó Xena juguetona, fingiendo tristeza.
- Bien, supongo que sí quería pero no...
- Tranquila, Gabrielle, no pasa nada...
- No he podido evitarlo...
- Estas cosas pasan y no es malo... ¡Somos amigas! Es normal. Creo... En fin, Gabrielle, cuando te he dicho que has de abrirte, no me refería a esto precisamente... Espero que ahora no vayas besando así a todo el mundo... - No creo que a Lyceus le hiciese mucha gracia...
Gabrielle enrojeció más, si eso era posible. Se levantó de un salto, sudando nerviosa.
¡- Lyceus! ¡Lyceus! Por los dioses... ¡¿Qué va a pensar de mí?! ¡No le digas nada, Xena! ¡Va a odiarme!
Xena se levantó también y fue hacia ella. La situación era cómica, ver así a Gabrielle, sin parar de hablar ni de hacer aspavientos en el aire... La cogió por los hombros con firmeza y, calmadamente, le susurró con una gran sonrisa:
- Chssssssss. Nadie va a odiarte, Gabrielle. Tranquila. Será nuestro secreto. Y si algún día las paredes hablasen y se lo explicaran, yo insistiría que tan sólo fue un beso de hermanas. ¿Eh?
Le guiñó un ojo y la besó en la frente.

Gabrielle sintió el calor de sus labios, la ligera humedad que imprimió en su piel. Todo empezó de nuevo dentro de ella pero, esta vez, pudo contenerse. Sonrió. Aún tartamudeando, le dio las buenas noches y se marchó sin perder de vista la mirada de esa maravillosa mujer, mientras cerraba la puerta tras ella.

- Buenas noches Gabrielle...
Se quedó con una sonrisa plasmada, mirando la puerta cerrada. Al cabo de unos segundos se giró.

El Sol empezaba a despuntar.

Fue hacia la ventana. Miró a través de ella el amanecer.

Se apoyó en el marco. La pared estaba fría.

El cielo parecía llorar lágrimas de sangre mientras que Xena lloraba lágrimas amargas.

- Buenas noches, Gabrielle...
 
2.

Macias estaba sentado a la orilla del río.

Xena se acercó por detrás, saltó sobre sus espaldas y cayeron los dos al suelo.

Él reaccionó y se revolvió contra su atacante, se puso sobre ella y le sujetó fuertemente las manos contra el suelo.

- ¡Xena!
- Sí, cariño... Si yo fuera tu enemigo, ahora sería una prometida viuda...
Macias sonrió.
- Gracias a los dioses no eres mi enemiga sino la mujer más adorable que conozco...  - la besó largamente. Ella notó en su beso un sabor extraño, el sabor de la duda.
Macias se incorporó y se sentó nuevamente, observando la corriente de agua. Xena lo imitó. Tras un largo silencio, ella lo rompió.
- Aquí veníamos a pescar mis hermanos y yo, cuando éramos pequeños.
- Buenos pescadores, supongo...
- ¡Ya lo creo!
- ¿Igual que me pescaste a mí?
- Bueno, solía utilizar anzuelo... ¿Contigo lo utilicé?
Macias rió. Xena sonrió ligeramente. Al fin y al cabo no tenía ni idea de cómo habían acabado comprometidos ellos dos.

Nuevamente el silencio.

Aquello no era normal. Gabrielle tenía razón, algo le pasaba a Macias.

- Tienes cara de no haber dormido mucho... ¿Ocurre algo, Macias?
- ¿Qué quieres decir?
- ¡Vaya! No soy tan buena como Gabrielle con las palabras pero creo que es bien sencillo...: que si te pasa algo.
Le costó responder. Parecía que lo que ocultaba le apesadumbraba mucho. ¿Cómo no se había percatado antes?
- Tengo miedo, Xena...
- ¿Tú? ¿Miedo? ¡Noooooo!
- Ahora que me he decidido a hablar, por favor, no seas sarcástica y escúchame...
A este hombre le faltaba una buena dosis de humor o, verdaderamente, se trataba de algo grave.
- No sé cómo empezar... Todo es muy extraño. Tengo tanto miedo de perder tu cariño y el de tu hermano...
- Ve al grano.
- Yo te quiero, Xena, de verdad. Desde siempre...
- ¿Pero?
Macias tragó saliva. Estaba nervioso, la nariz se le había puesto colorada. Xena sabía lo que iba a decirle pero quería oírselo.
- Me he enamorado de otra persona.
Por fin se atrevió. Dio un gran suspiro. Xena pareció tomárselo muy bien.
- ¿La amas?
- Sí.
- ¿Y lo sabe?
- No... No creo. No me atrevo a decírselo... Es... está comprometida...
- Pero ¿te corresponde?
- No lo sé... Últimamente ha mostrado más interés de lo habitual por mí... No sé lo que me ha pasado, Xena, Cupido debe estar de fiesta y quiere divertirse. ¡Esto nunca debería haberme pasado!
"¿Qué me estás diciendo!? Esa canción la conozco" pensó Xena. "Algún dios se lo debe estar pasando a lo grande con nosotros..."

Xena se compadeció de él. Parecía sufrir tanto... Se sintió como una hermana mayor. De hecho, ella nunca había estado enamorada de ese hombre, no entendía qué parte de su personalidad podía haberse enamorado de él en esa vida... Macias no entraba dentro de sus gustos varoniles... Pero ¿cómo deshacer todo lo que se había encontrado al llegar a esa vida nueva? Parecía todo tan correcto... Lyceus lo apreciaba, lo quería como un hermano, ¿cómo quitarle la ilusión?

En el fondo la alegraba que Macias diera el primer paso. Ahora sólo quedaba decirles a Gabrielle y a Lyceus que la boda sería de ellos dos solos.

- Lo primero que has de hacer es aclararte y hablar con ella. Tal vez te ama también... ¿De quién se trata?
Macias se atragantó con su propia saliva. La miró a los ojos con temor.

Fue entonces cuando Xena lo entendió todo. ¡Se trataba de Gabrielle!

- No, no me lo digas, creo que ya lo sé...
Soportar que su hermano se casara con el espejo de la mujer que ella amaba podía soportarlo. Al fin y al cabo todo quedaba en familia.

Pero pensar que ella pudiese corresponder a su (ahora) ex-prometido...

"¡Por eso Gabrielle ha observado antes que yo el creciente silencio de Macias! Se ha mostrado más solícita con él..." pensó Xena, sorprendida. "Pero, entonces, ¿a qué espera para detener la boda con Lyceus? ¿A qué vino el beso de la noche anterior? ¿A qué juega?"

- Tal vez tienes razón y Cupido tiene ganas de divertirse... Has de aclarar esta situación. No quiero que Lyceus sufra.
- Tranquila. Antes de que eso sucediera, yo daría mi vida. Hablaré con él, Xena.
3.

Lyceus estaba de pie con un montón de leña en las manos, apoyado en la pared de la parte trasera de la casa.
Xena lo observó de lejos. Su mirada era ausente, distraída.

"Hoy no ha dormido nadie ¿o qué?" pensó acercándose a su hermano.

- ¡Ei, hermano! ¿Has echado raíces y no te puedes mover?
- ¿Eh? ¡Oh! ¡Xena! No te he visto...
- Será porque no estás aquí... ¿Dónde estás, Lyceus?
Su hermano sonrió, suspirando. "Yo sí lo sé" pensó Xena.
- ¿Tiene algo que ver con Gabrielle... y con Macias?
Lyceus se sorprendió. A veces Xena parecía tener el don de leer los pensamientos.
Xena, adivinando la confusión de su hermano, le quitó la leña de las manos, le pasó el brazo por los hombros y se lo llevó a dar un paseo.
Hasta que no llegaron a las afueras del pueblo, Lyceus no abrió la boca.
- He observado que en estos últimos días Macias anda taciturno...
- ¡Taciturno! Esa palabra la has aprendido de Gabrielle, seguro.
Él sonrió pero había preocupación en su expresión.
- Ella comparte con él las veladas. Le lee sus historias. Le hace reír.
- Gabrielle tiene ese don. Hace reír el corazón de los solitarios - dijo Xena, con una mirada triste.
- Está cambiando ¿verdad? Pienso que, tal vez, nos precipitamos... Quizá está conmigo porque se siente en deuda... - Debería probar antes otros labios...
- ¡Tú le gustas, Lyceus! ¡Si vieras su cara cuando habla de ti!...
- Pero le lee a él sus historias...
- Has de reconocer que tú no eres muy amigo de las palabras, hermano...
Lyceus sonrió otra vez, asintiendo a la observación de su hermana mayor.
- Lo peor es que Macias se está apartando de mí. Está esquivo, como si ocultase algún secreto... ¡Un secreto a voces porque está claro lo que siente por Gabrielle!
- Habla con él...
- No quiero discutir con él por Gabrielle... Son muchos años de amistad. Hemos luchado hombro con hombro. Me ha salvado la vida en varias ocasiones... Pensar que una mujer podría separarnos... Si fuera necesario, le cedería a Gabrielle gustoso.
- Creo que ella tiene algo que decir en todo este asunto ¿no te parece? - replicó Xena, algo ofendida por la actitud de Lyceus, tratando a la mujer como moneda de cambio.
- Sabes que respeto y quiero a Gabby.
Xena clavó el azul de su mirada en los verdes ojos de Lyceus. ¡Dioses! Se parecían tanto a los de Gabrielle...
Apretó sus hombros en un abrazo, apoyándolo con el gesto.
- Habla con él. Tranquiliza tu corazón. Lo que haya de ser, será...

4.

Otra noche llegó.
Quedaban dos días para la boda y allí estaban los cuatro, delante de la chimenea, en silencio, escuchando el crujir de la leña. Todos los huéspedes se habían ido a dormir y la taberna estaba cerrada.
Sólo estaban ellos y la fuerte tensión que embriagaba el ambiente.
Macias se levantó repentinamente, dirigiéndose a la puerta de entrada de la posada.

- Me voy a descansar. Hoy ha sido un día duro...
- ¿No te quedas... con Xena? - preguntó Lyceus.
Macias miró a Xena y luego a su rubio hermano.
- No, hoy no, Lyceus...
- ¡Espera! - gritó Gabrielle - Os iba a leer lo último que he escrito. Es muy cortito... Acabaré enseguida.
Macias le sonrió con ternura y acarició el mechón de pelo que le cruzaba el rostro.
Xena sintió un pinchazo en el corazón.
Lyceus miró las llamas del fuego, cada vez más pequeñas.
- Estoy terriblemente cansado, preciosa. ¿Te importa si me lo lees mañana?
Gabrielle asintió tristemente y vio cómo Macias se marchaba sin mirar hacia atrás.
Xena le dio un puntapié a Lyceus y le hizo un gesto señalando a la muchacha.
- ¡Eh!... A mí... a mí me lo puedes leer, si quieres...
Gabrielle sonrió. El gesto de Lyceus era muy bonito. Miró a Xena. Ésta reaccionó rápidamente poniéndose en pie.
- Bueeeeno... Os dejos solos.
- ¿No quieres oír la historia? - preguntó su hermano.
- Me encantaría, ¡de verdad! Pero mañana tengo que madrugar. Buenas noches Lyceus. Buenas noches, Gabrielle.
Desapareció por la puerta de su habitación.
Gabrielle se quedó mirando cómo se desvanecía el rastro de su sombra.
Lyceus la apremió.
- ¿Gabby? ¿Empiezas?
- ¿Eh? Oh, sí, por supuesto... A ver qué te parece...

Continuación

Indice Fan Fiction

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