ESTUDIANTES : ¡FUERAS DE LAS AULAS!

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Acudiendo a escenarios como museos, parques y polideportivos, se pretende que los estudiantes colombianos tengan jornadas escolares de una extensión mayor, de modo que se correspondan con las de los eståndares internacionales. Martín E. García

Más de 80.000 estudiantes de instituciones públicas y un número similar de privadas, desarrollan programas que aprovechan los espacios fuera de las aulas y amplían las jornadas escolares.

¡Sáquenme de estas cuatro paredes!, es uno de los más escuchados gritos de estudiantes y profesores, el cual ha dejado de tener oídos sordos gracias a un programa del Ministerio de Educación que pretende recuperar los espacios extracurriculares en los procesos de formación.

Como resultado 88.767 niños de instituciones públicas se han beneficiado de metodologías y espacios nuevos que llevan a una mayor integración de los padres de familia en las tareas formativas y de la comunidad escolar con el entorno cultural en el cual están inmersos.

Es el caso de la Normal María Inmaculada, en Manaure (Cesar). Allí estudiantes y profesores participan en programas de erradicación de cultivos ilícitos, como una forma de enfrentar y analizar sobre el terreno la realidad que los circunda.

En las siete instituciones del departamento de Bolívar que participan en el programa para consolidar la jornada escolar complementaria, el énfasis se ha puesto en la realización de actividades lúdicas –como la danza y las artes dramáticas– que permitan reconstruir y apropiarse de la cultura regional.

Los estudiantes de la Normal de Varones en Quibdó (Chocó) han optado por acciones dirigidas a la preservación del medio ambiente para tomar consciencia de los perjuicios que para el futuro de la región acarrea la tala indiscriminada.

José María Leiton, Director de Educación Básica en el Ministerio de Educación, dice que esos ejercicios significan un cambio en las estructuras curriculares y en las concepciones pedagógicas.

Precisamente, el próximo miércoles se reunirán en Bogotá un grupo de coordinadores de estos programas para efectuar una primera evaluación de lo que han sido los trabajos de las 583 instituciones participantes, de 134 municipios de 24 departamentos.

EDUCAR FUERA DE LAS AULAS

Los programas cuentan con el apoyo de diversas cajas de compensación que, según el departamento y el municipio, entregan recursos y personal para llevarlos a cabo.

Se trata de retomar la idea que ha hecho carrera en estudios internacionales acerca de que la escuela pública tendrá garantizado su futuro en la medida en que sea capaz de “crear un público”, es decir en cuanto considere que áreas como el deporte, las artes y la lúdica son fundamentales en los procesos de socialización de los estudiantes.

“Estas ideas también están calando con fuerza en los colegios particulares –dice el padre Roberto Ramírez, director del Liceo Parroquial San Gregorio Magno, en Bogotá–. En nuestro caso, tenemos un programa para que los estudiantes de grado 10 y 11 visiten varias veces al año la zona industrial del barrio Ricaurte, en Bogotá, con la intención de que se familizaricen con el entorno al cual pertenece el colegio y vean en el propio escenario las posibilidades de trabajo que hacia el futuro tienen”.

Andrés Hurtado, vicerrector del colegio Champagnat, señala que en su institución se han realizado más de 3.500 salidas de estudiantes a diversos lugares del país, para que se sumerjan en el mundo real de la naturaleza, que a veces se aprende en la clase por meras referencias bibliográficas.

Educar fuera del aula, aprovechando los espacios comunales de los municipios (estadios, coliseos, teatros, museos, centros culturales, bibliotecas, parques) servirá para que los niños tengan jornadas escolares que respondan a los estándares internacionales.

En efecto –según el documento del Mineducación ‘Jornada escolar complementaria: más tiempo para los niños’–, en Colombia los estudiantes reciben el equivalente a 700 horas cada año, mientras que en Corea tienen 1.200; en Europa, 1.300; y en Japón, 1.600.

La situación deriva de las políticas que se tomaron en el pasado con la intención de ampliar la cobertura educativa. Al poner el acento en este punto, se tuvo que maximizar el uso de la infraestructura escolar con la consecuente disminución de las horas en que los estudiantes de las jornadas matinales, vespertinas y nocturnas permanecían en los colegios.

Sin embargo ahora, en la escuela Manuela Beltrán de San José del Guaviare, los estudiantes están entusiasmados soplando el trombón y golpeando los platillos de la banda musical, mientras que otros están encantados haciendo de ‘pichones’ de periodistas en la emisora del colegio.

Por su parte, en la Fundación Manuel Aya, de Fusagasugá (Cundinamarca), los estudiantes han creado clubes de ecología, de educación sexual y de formación ética. Y en los colegios de Santander se han impulsado círculos para estudiar y revivir la historia de la región. En otros lugares los círculos son de salud preventiva. Y hay igualmente de teatro y de poesía.

Se espera que dentro unos cinco años más de la mitad de los 60.000 mil centros educativos de carácter público del país hayan entrado en esta onda de educar por fuera de las aulas. Que los círculos se amplíen e involucren también a padres de familia.

“Para eso –dice Leiton–, se requieren más cambios en el sistema escolar, así como una mayor participación de la comunidad en general en la definición y resolución de las necesidades locales.

“En todo caso no se trata de programas que simplemente piensen en llevar a los niños a un potrero para que pateen una pelota”.

Contra la soledad

Con estos planes de educar por fuera del tiempo habitual, en las horas extras, se espera: 

- Disminuir la soledad y el abandono de niños y jóvenes que no tienen a dónde ir cuando terminan las clases y se dedican a vagar o a asumir responsabilidades prematuras e inadecuadas o a incorporarse al trabajo infantil. 

-   Facilitar el desarrollo de competencias cada vez más complejas en el mundo de hoy, cambiar actitudes de trabajo individual por actitudes de trabajo grupal y tener una mayor apertura al entorno cultural y social. 

-   Desarrollar mejor la función social de la escuela. 

-   Impulsar el potencial de los alumnos y la creatividad de los maestros en su apertura hacia la comunidad. 


árticulo tomado del periodico EL TIEMPO del dia 6 de Mayo de 2001