EL MUNDO AHOGADO EN UN MAR DE DATOS

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EL TRAFICO MUNDIAL DE LLAMADAS INTERNACIONALES ALCANZO EL AÑO PASODO LA CIFRA DE 143.000 MILLONES DE MINUTOS

LA CANTIDAD DE INFORMACIóN NO DA ESPACIO A LA CALIDAD


Un colombiano promedio necesitaría 358 años para revisar la parte que le corresponde de la producción anual de datos en el mundo.

Más de 2.700 fotografías son tomadas cada segundo alrededor del globo y más de un billón de mensajes de correo electrónico son enviados cada año.

Ojo a este par de datos: Apiladas las revistas de medicina publicadas en un año pueden alcanzar una altura de 160 metros, casi igual a la del edifico más elevado de Suramérica: la Torre Colpatria, en Bogotá.

Para ver los 654 largometrajes que se produjeron en Estados Unidos durante 1999 y las 713 películas de más de dos horas de duración que se registraron en India el mismo año, hace falta estar detrás de una pantalla más de 2.734 horas, el equivalente a cuatro meses.

Esos datos de los datos son pequeñas muestras para hacerse a la idea de uno de los fenómenos del mundo actual: la abundancia informativa.

Es tal la profusión que la Escuela de Gestión de Información y Sistemas de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos), que por primera vez en la historia midió la información producida por la humanidad en un año en distintos formatos, tuvo que inventarse un número para expresar cuanto encontró.

Al presentar el mes pasado el informe del trabajo (adelantado en octubre de 2000), los profesores Peter Lyman y Hal R. Varian, dijeron que en el planeta se generan en un año 1,5 hexabytes en correo electrónico, libros, DVD, discos compactos, cartas, disquetes, casetes, películas de cine, videos, documentos Web y televisión.

Los investigadores se expresaron en términos de la unidad de medida de almacenamiento de información de un computador. Lo que significa, más o menos, que por cada uno de los 6.100 millones de habitantes de la Tierra, se producen 250 libros de 150 páginas, al año.

Un colombiano promedio (que lee 0,7 libros por año, según la Cámara Colombiana del Libro), necesitaría 358 años para revisar la parte que le corresponde de la producción de datos, en el caso de que aparecieran en forma de libro.

Pero como los datos contabilizados estaban en distintos formatos, el cálculo que corresponde para expresar la magnitud de la producción bibliográfica es otro. Por ejemplo, un lector avezado, de los de un libro al día, emplearía 153 años para devorar los 56.000 títulos publicados en España en 1999.

Eso, asumiendo que no dedica mucho tiempo a enterarse de las noticias en uno de los 8.391 diarios que según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Ciencia (Unesco) circulan en los cinco continentes. Ni se distrae con los datos que salen de los 1.997 millones de aparatos de radio que hay en el planeta.

¿Información o infoxicación?

La copiosa producción de datos, según quienes loan el fenómeno, es una oportunidad para elevar los conocimientos de la población y una muestra de que hoy -contrario a lo que sucedía hace un siglo- cualquier persona puede acceder a un raudal de información de manera económica.

Precisamente "una de las cosas que deben subrayarse es la democratización de los datos", indica el informe de la U. de Berkeley, al especificar sus tres grandes conclusiones. La predominancia de lo digital, es otro hallazgo interesante, señalan Lyman y Varian.

Mencionan una tercera cuestión relevante: el material impreso representa menos del 0,003 por ciento del formato en donde se albergan los datos. "Esto -dicen- no implica que sea irrelevante. Por el contrario, significa que la palabra escrita es un vía muy confiable para transmitir información".

Ahí, en la confiabilidad de los datos, está una de los asuntos sobre los que más llaman la atención quienes ven el diluvio informativo como algo pernicioso, "porque confunde, asfixia, aliena, inmoviliza".

El director en Asia del Instituto de Medios Panos, Kunda Dixit, dice: "Las corrientes de informaciones son hoy más rápidas que nunca. No obstante, sólo rara vez cavilamos sobre la calidad y si la suma de esas informaciones se convierte en verdadero saber".

Incluso, según el sociólogo francés Jean Braudrillard, es algo que "conduce a una tendencia casi suicida pues es imposible soportar toda la información y la responsabilidad de la misma".

La inquietud no es gratuita y puede formularse a manera de pregunta: ¿Quién leerá 65 millones de títulos de libros que hay? ¿Quién mirará las 2.700 fotografías que se toman cada segundo alrededor del globo, y que se agregan a 80.000 millones que se dejan en cerca de 3.000 millones de rollos cada año? ¿Quién escuchará el 1'400.000 discos de música que se han grabado hasta hoy?

Más pienso, menos existo

Si a la producción de datos en los formatos clásicos, se agrega Internet, resulta evidente, según el sociólogo venezolano Antonio Pasquali, que "el 'exceso de información' sobre el que mucho se teorizó en la era previa a la Internet, suena ahora a imprevista inocentada".

El estudio de Berkeley revela que hay 5.500 millones de páginas Web y que se crean a diario siete millones. Es una cifra menor que la de los mensajes de correo electrónico, los cuales cada año sobrepasan el billón (un uno y doce ceros).

"Internet manifiesta un concepto de democratización que se puede volver en contra. Es difícil de controlar y de ponerle talanquera", dice José Arias, director del Departamento de Ciencias de la Información de la Universidad Javeriana.

"Ahora -añade- se acortaron los espacios entre la producción y la adquisición de conocimiento y lo fundamental será trabajar para explorar nuevas posibilidades de controlar la calidad de la información recibida, mediante la observación de su coherencia, su precisión, su plenitud".

En cierta medida será un regreso a la idea de buscar una aguja en un pajar, de distinguir qué documentos son genuinos y cuáles son proporcionados por personas calificadas. Al fin y al cabo, un dato no sirve para nada si no es procesado, decodificado. Es el contexto concreto de cada persona lo que posibilita que los datos puedan crear información.

La denominada sociedad de la información requiere de una economía basada en la información (infraestructura) y de la cultura que utilice bien la información (infoestructura). Hay países con mucha infraestructura, pero con población analfabeta, como la India. Y países con mucha cultura, pero con poca infraestructura, como Rusia. En ningún caso puede hablarse de sociedad de la información.

El exceso informativo, representado también en 290 millones de horas de emisión de radio y en 193 millones de horas de emisión de señal televisiva cada año, representa una quíntuple amenaza, dice Pasquali:

La narcotización, la creencia de que los datos son el conocimiento, el autismo electrónico (lo que no está en la Web es falso), así como la pérdida de la capacidad de discernir origen, calidad e interés de los mensajes.

Su quinta preocupación por el hecho de que en vez de navegar el mundo se puede estar hundiendo en un océano de datos, Pasquali la denomina 'mitidratismo informativo'. Consiste en 'la progresiva pérdida de sensibilidad frente a un problema, en la medida en que se ingieren dosis de información sobre el mismo".

Es una especie de 'más pienso, menos existo'. "Es, dice, que mientras más se contemplan con lujo de detalles pongamos las injusticias, menos deseo de transformarlas se tienen".

La pregunta es si podrá revertirse esa tendencia cuando el informe de Berkeley ilustra sus resultados de esta forma: de recogerse en disquetes los datos producidos en el mundo en 1999 se tendría una hilera capaz de cubrir ocho veces la distancia de la tierra a la luna.

Y un último dato: para cuando usted termine de leer esta nota todos los datos consignados en ella habrán cambiado. Guía para no naufragar


Según el filósofo francés Jean Francois Revel, no puede hablarse de saturación porque "la información todavía es muy pobre, insuficiente en su extensión. Además la información es poco original, es repetitiva" .

La repetición ha dado lugar con frecuencia al plagio y es normal que se confunda con la copia. En el informe de Berkeley se planteó, por ejemplo, si la versión de Internet o la conversión en microfilmes para un archivo de un diario pueden considerarse documentos nuevos. En ambas situaciones, no se contaron como documentos nuevos.

Es importante tener en cuenta, dice Arias, la Definición de Tipo de Documento, que permite reconocer su grado de fiabilidad, al considerar al autor, la casa editorial, así como la fecha de publicación de cada dato. En el caso de los documentos de Internet, hay que mirar si la publicidad se presenta claramente diferenciada del contenido informativo. Y la fiabilidad crece en el caso de que esté referenciada en algún buscador o directorio reconocido, al tiempo que se nota que es un enlace al cual se puede llamar desde diversas páginas.


árticulo tomado del el periodico EL TIEMPO del dia 19 de Marzo de 2001
ALVARO DUQUE SOTO Redactor de EL TIEMPO