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EL NEOCLASICISMO CANARIO

(Cristóbal del Hoyo y Tomás de Iriarte)

Cristóbal del Hoyo, Vizconde del Buen Paso (1667-1762), aunque ubicado dentro del período barroco, se lo debe tomar como un precursor de la Ilustración Canaria, si se  tiene en cuenta su postura respecto a la ciencia y a la pedagogía, y también su determinación contra cualquier forma de opresión, lo que no solo se manifiesta en su obra, también surgirá de su biografía. Fue uno de los más osados defensores de la libre expresión que produjo la intelectualidad canaria entre los siglos XVII y XVIII.

Pudo haber sido un noble más dedicado a la caza, la heráldica y los recibos, como ocurría con la casi totalidad de sus coetáneos de alta alcurnia, pero la temprana ausencia paterna que andaba gobernando en nombre del Rey por el Nuevo Mundo, le permitió, no solo un feliz desorden de vida; además le restó trabas para relacionarse con marineros y viajeros, con lo cual logró el acceso a los libros y las ideas prohibidas.   

Su "Carta de la Corte de Madrid" es, además de una brillante y disfrutable obra, un alegato contra la corrupción de las altas esferas, y también un perfecto diagnóstico sobre las causas de la decadencia generalizada de aquella época.

En sus poemas se evidencia la presencia de Góngora (Véase "Soledad escrita en la isla de Madera")  mientras que en su prosa e ideario aparece una y otra vez Feijoo, como se puede apreciar en el fragmento que ofrecemos de "Carta de la Corte de Madrid"     

Allá por el 1700, a los 23 años, tuvo la poco recomendable ocurrencia de dedicarle unas licenciosas letanías a la sobrina de un Inquisidor, con lo cual no obtuvo los favores de la niña en cuestión, pero sí logró su primer encuentro con el Tribunal del Santo Oficio.

La cosa no pasó de una amonestación severa, pero provocó la inquietud de nuestro personaje, que comenzó a reflexionar en forma nada prudente con respecto a la legitimidad de la autoridad que ejercía la Iglesia.

Siete años más tarde viaja a Francia para reunirse con su padre, y allí recibe los incentivos ideológicos que terminan con las escasas inhibiciones que aún  lo reducían a cierta prudencia.

Regresa a Canarias y en 1717 está otra vez bajo juicio de la Inquisición por haber lanzado opiniones nada ortodoxas contra la "Bula Unigenitus" que condenaba al Jansenismo.

Y cinco años más tarde va a parar a prisión, por la querella que le inicia una sobrina suya que lo acusa de haberle "robado la honra" sin citar a nupcias. La reclusión le sirve al Vizconde del Buen Paso, para leer todo lo que no le era permitido, y le restaba por leer. Se fuga en 1732 y va a dar a la Isla de Madera, pasando poco después a Lisboa.

Allí, nuevos conflictos amorosos lo enemistan con la nobleza.

En 1736, en Madrid, recibe el indulto, pero en forma conjunta la noticia de su ruina económica a causa del embargo que recayó sobre sus fincas canarias. Para seguir siendo él mismo, además de su "Carta de Corte de Madríd", escribe "Cartas diferentes" en las que ejerce su propia defensa, con el resultado esperable: nuevamente debe enfrentar a los tribunales de la Inquisición.

En ese vaivén inmutable llegará a la vejez. Sus libros prohibidos, las interdicciones, las constantes denuncias que lo llevan ante los jueces.

En 1769 debe viajar a La Palma para declarar en su enésimo juicio. No podrá regresar a su hogar hasta 1761.

Al año siguiente, más concretamente el 26 de noviembre de 1762 fallece a la edad de 82 y cinco años.

Sus restos reciben sepultura en la iglesia de la Virgen de los Remedios, en La Laguna.

En su testamento exigía ser enterrado en "un ataúd de alquiler, sin tumba ni escudo, ni honra, ni salida de misa, ni ofrenda, que todas esas pompas funerales son vanidad e ignorancia de que no se sirve Dios..."

Su obra: "Cartas Diferentes a diferentes asuntos y a un mismo asunto" 1740

              "Carta del Marqués de la Villa de San Andrés y Vizconde del Buen Paso respondiendo a un amigo suyo lo que siente de la corte de Madrid." 1745

              "Copia de un papel que llegó a mis manos en defensa del bien común." 1755

               Alrededor de 60 poemas de los que se destacan: "Soneto al Teide" (con su glosa" y  "Soledad escrita en la isla de Madera"

La poesía de Cristóbal del Hoyo está inscrita dentro del estilo barroco y está surcada por la vivencia del autor, que sólo escribe desde su vicisitud, por lo que, en muchas ocasiones, el mensaje poético se torna tan vívido, expresivo y emocionante, como pocas veces se puede hallar en la poesía española anterior al romanticismo.

Fragmentos de "Carta de la Corte de Madrid"

 

Poemas

Tomás de Iriarte (1750-1791)

Con Benito Pérez Galdós forma el binomio de universal reconocimiento que ostentan las Islas Canarias en el mundo de las letras. (Lo cual, como deseamos haber dejado en  claro con los ejemplos anteriores, es extremadamente injusto) y son los dos únicos nombres que se pueden encontrar en las antologías de mayor circulación a las que hemos podido acceder.

De Iriarte ha obtenido ese universal reconocimiento gracias a sus archifamosas "Fábulas Literarias"

Este género literario nos llega desde la antigüedad clásica griega, y por lo tanto conviene a un autor netamente vinculado al neoclasisicismo.

La anécdota de neta humanidad, sufre la caricaturización por medio de su traslado a uno o más animales, que se presentan ejecutando la peripecia. De esta manera se adquiere, por un lado, una facilitación de la comprensión, y por otro una falsa apariencia de  inocuidad característica de los cuentos infantiles de todos los tiempos.

Sin embargo estas fábulas ni son inocuas ni tienen nada de infantiles. Su autor es un fundamentalista  del neoclasicismo, que las utiliza para desprestigiar y reducir a objeto de burla a aquellos escritores cuyo estilo no se inscribía dentro de los parámetros que preconizaba como únicos válidos para la época.

En ellas encontramos verdadero ingenio, gracia, soltura en lo que hace al manejo de todo tipo de métricas, como así también formulaciones que hacen de ellas cantos costumbristas, diálogos y epigramas.

En guerra contra los escritores del barroco, especialmente los supervientes, les  dedicó la mayor parte de su fábulas. No obstante ello su aplicación cobra universalidad, si se toma como referencia permanente de análisis, para una literatura idealmente desarrollada en paralelo con la historia. Así analizadas, estas fábulas pierden la carga de dogmatismo e intolerancia con la que fueron creadas.

Otra obra importante es la titulada: "Los literatos en cuaresma"(1773), donde Tomás de Iriarte presenta a grandes nombres literarios como responsables del dictado de un sermón que se "anticipa" en resumen, a imitación de los anuncios eclesiásticos del siglo XVIII. También es destacable su  "Poema de la música"(1779)

Fue también autor de algunas obras teatrales (comedias)

Como ocurrió al autor anteriormente citado: Cristóbal del Hoyo, también Tomás de Iriarte fue perseguido por la Inquisición, a causa del "volterianismo"  que algunos histéricos de sacristía como Ramón de la Cruz y García de la Huerta, creyeron percibir en su composición "La barca de Simón". Tomás de Iriarte ni abjuró, ni se arrepintió, ni mostró más excusas que las de la razón de pensar libremente. Fue absuelto pero con "medidas cautelares", por si reincidía. Y por supuesto, reincidió. 

Falleció en Madrid cuando apenas había traspuesto su cuarta década y comenzaba a gozar de reconocimiento dentro y fuera de fronteras.  

TOMÁS DE IRIARTE

FÁBULAS LITERARIAS

Los dos loros y la cotorra 

De Santo Domingo trajo

dos loros una señora,

la isla es mitad francesa,

y otra espahola,

asi cada animalito

hablaba distinto idioma.

Pusiéronlos al balcón,

y aquello era Babilonia:

de frances y castellano

hicieron tal pepitoria,

que al cabo ya no sabian

hablar ni una lengua ni otra.

El frances del español

tomó voces aunque pocas;

el español al francés

casi se las toma todas.

Manda el ama separarlos,

y el frances luego reforma

las palabras que aprendi6

de lengua que no es de moda.

El español, al contrario,

no olvida la jerigonza,

y aún discurre que con ella

ilustra su lengua propia.

Llegó a pedir en francés

los garbanzos de la olla.

Y desde el balcón de enfrente

una erudita cotorra,

la carcajada soltó,

hacienda del loro mofa.

Él respondió solamente,

coma por tacha afrentosa:

“Vos no sois que una purista.

Y ella dijo: “A mucha honra.”

¿Vaya, que los loros son

la mismo que las personas!

 

Los que corrompen su idioma no tienen

otro desquite que llamar puristas a los

que les hablan con propiedad, como el

serlo fuese tacha.

 

La rana y el renacuajo

En la orilla del Tajo

hablaba con la rana el renacuajo,

alababan las hojas, la espesura

de un gran cañaveral y su verdura.

Mas luego que del viento

el ímpetu violento

una caña abatió, que cayó al río,

en tono de lección dijo la rana:

"Ven a verla, hijo mío:

Por de fuera muy tersa, muy lozana,

par dentro toda fofa, toda vana."

Si la rana entendiera poesía,

también de muchos versos lo diría.

¡Qué despreciable es la poesía de mucha hojarasca!

 

Los huevos

Mas allá de las islas Filipinas

hay una que ni se cómo se llama

ni me importa saberlo, donde es fama

que jamás hubo casta de gallinas,

hasta que allá un viajero

llevó por accidente un gallinero.

Al fin tal fue la cría, que ya el plato

mas común y barato

era de huevos frescos: pero todos

los pasaban por agua (que el viajante

no enseñó a componerlos de otros modos).

Luego de aquella tierra un habitante

introdujo el comerlos estrellados.

¡Oh, que elogios se oyeron porfía

de su rara y fecunda fantasía!

Otro discurre hacerlos escalfados...

¿Pensamiento feliz!..., otro, rellenos...

Ahora si que están los huevos buenos:

uno después inventa la tortilla:

y todos claman ya, ¿que maravilla!

No bien se pasó un año.

Cuando otro dijo: "Sois unos petates:

yo los haré revueltos con tomates.

Y aquel guiso de huevo tan extraño

con que coda la isla se alborota,

hubiera estado largo tiempo en uso,

a no ser porque luego los compuso

un famoso extranjero a la hugonota.

Esto hicieron diversos cocineros:

pero; ¡qué condimentos delicados

no añadieron después los reposteros!

Moles, dobles, hilados,

en caramelo, en leche,

en sorbete, en compota, en escabeche.

Al cabo todos eran inventores,

y los últimos huevos, los mejores.

Mas un prudente anciano

les dijo un dix "Presumís en vano

de esas composiciones peregrinas.

¡Gracias al que nos trajo las gallinas!"

¿Tantos autores nuevos

no se pudieran ir a guisar huevos

mas allí de las islas Filipinas?

 

No falta quien quiera pasar por autor original, cuando no hace más que repetir con corta diferencia lo que otros muchos han dicho.

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