Fray Andrés de Abreu
VIDA DEL SERAFÍN EN CARNE
Y VERA EFIGIE DE CRISTO
SAN FRANCISCO DE ASÍS
1
Peregrina, hermosa imagen
de Dios que en tan corto lienzo
estampando
sus amores,
se
vio en la estampa a sí mesmo.
2
Gloriosa ocasión de envidias
a
hombre y ángel; porque el Verbo
para
haceros su segundo
os
prefirió a dos primeros.
3
Pobre, felizmente rico,
que lo roto de este cuerpo
cubrís de escarlata y vale
más que la tela el remiendo;
4
autor de bastos sayales
que humillan trajes soberbios,
como el saco del mendigo
la grana del avariento;
5
sucesor de aquella silla
con
que se desvanecieron
estrellas,
a quien dejásteis
ociosos
los escarmientos,
6
libró, a nuestras atenciones
cerrado, a quien el Cordero
abrió, leyendo en prodigios
cuanto escaló en cinco sellos.
7
Tierno Serafín hermoso
cuyo nombre, hasta en los pechos
que blasfeman el de Cristo,
halla hospedaje y respeto.
8
Padre de la gran Familia
que el mundo, de extremo a extremo,
ciñe de un cordón que hace
con nuestra Fe paralelo.
9
Gran Caballero de Cristo,
que honró sus merecimientos,
dedicando a sus blasones
el hábito de su pecho.
10
Oye las voces de un Hijo,
cabal
encarecimiento
de
tu humildad, pues te ciñen
aún
más que tus pensamientos.
11
En amantes osadías
de
hijo a Padre, siempre fueron
los
desaires del discurso
reputación del afecto.
12
Sea de amorosa llama
exhalación
el ingenio,
y
vuelva cambio de luces
lo
que os doy en humo y fuego.
13
Toque el instrumento frágil
la
gloria de vuestros hechos
y
restituya a mi voz
cuanto
les debe el silencio:
14
Prodigios cante de quien
balbucientes
pregoneros
son
la mujer, toda voces,
y
el anciano, todo vuelos.
15
Tú, lector, venera el pasmo
de
la gracia, mientras llevo
a
tu paciencia las líneas,
a
tu atención el objeto.
16
De San Francisco la vida
en
muertas voces te ofrezco;
pero
es de un Santo que sabe
mostrar
lo vivo en lo muerto.
17
Sin más Santelmo que el mar,
bermejas
ondas navego,
donde
examinar los fondos
será
viaje, no rïesgo
18
No temo, no, los abismos
de
tu inmensidad, que en ellos,
la
calma sola es infausta
al
cobarde marinero.
19
De las glorias de Francisco
el
mar tranquilo y sereno
corra
el discurso, aunque falte
para
tanto golfo el tiempo.
20
Calle sus antigüedades
Asís,
pues de antiguos fueros,
el
siempre glorioso origen
deudas
confiesa al postrero.
21
Que en descollado edificio
sepultado
los cimientos,
la
última piedra es altura
de
cuantas le precedieron.
22
Blasone ya con Francisco
de
más dilatado imperio
que
con César el Romano,
y con Alejandro el Griego.
23 Confiese que no da origen
a quien heredó portentos:
razón porque halló David
tronco y linaje en el Nieto.
24 Pleitea por este Hijo,
dividido en cuatro Reinos,
el Orbe, sin que la espada
pueda sentenciar el pleito.
25 Águila le admira el aire;
antorcha le atiende el fuego;
Neptuno, los mares, y Astro
coronado, el firmamento.
26
De la luz no es patria
el barro
en que nació, sino el Cielo
donde brilla, y sus acciones
repiten sus nacimientos.
27
Así Francisco, milagro
en todos cuatro elementos,
nace, sin.ser en alguno
sus prodigios forasteros.
ESTROFAS 622 A 633
622
Desde aquel solio de luces,
amorosamente
tierno
mendiga
Cristo, y su pobre
aún
no se encuentra a sí mesmo.
623
Dios pide a Francisco
¡Oh, cuánto
puede
el amor, Dios eterno!
Si
el mundo es vuestro mendigo,
¿a
quién buscáis limosnero?
624
Siendo acción menos gloriosa
recibir
que dar, infiero
que
Cristo pidió, aspirando
a
más glorias de su siervo.
625
Nunca desnudez tan grande
logró
el amor en empeños
de
no ser en lo que es,
por
ser más en los afectos.
626 Dios pide, y Francisco ignora
más el caudal que el extremo
de pedir Dios, competidos
Dios y pobre, amor y precio:
627
Aun yo deseando darme
–
dice Francisco – no encuentro
la
forma cómo lo propio
no pueda mirarse ajeno;
628
¿qué puedo dar a quien todo
por
los títulos me debo
de
ser, y compra, faltando
a
tanto costo, el empleo?
629 ¿qué, si cuanto veo y gozo
es beneficio, es efecto
suyo, sin que a mí me deba
una acción, un movimiento?
630
Mándale Dios que registre
el
saco del casto seno,
y
halla tres veces en oro
mejor
tributo que Pedro.
631 Gustoso a su dueño ofrece
de la mina de su pecho,
tres órdenes o monedas
que sellan tres privilegios:
632
el de sus divinas llagas;
un
siempre en forma y sustento;
y,
en su día, abrir la oscura
temporal
cárcel de fuego.
633
Así engrandece el Señor
su
Moisés con más empeños
que
el que halló en mano leprosa
potestad sobre un imperio.