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BITACORA EXTRAVIADA / Bernardo Rafael Alvarez
Wednesday, 2 July 2008

Otro par de vueltas por la realidad

Por: Miguel Ildefonso


“Vibro cuando la vehemencia aúlla. Y hacia el sur
cuando comience el nuevo verano sobre las costas del Pacífico
me iré unos miles de kilómetros hacia el sur,
me despediré nuevamente de lo que más amo,
me pondré mi chompa roja. Y me iré.”
Juan Ramírez Ruiz. Un par de vueltas por la realidad
.


Habiendo dejado para siempre Apolo, ahora sí el lugar de nunca jamás, cogí mi portátil mochila verde agua y me fui hacia el norte. Me vi en Trujillo, otra vez en la casa-minizoológico del poeta David Novoa. Me vi en Piura, conversando con el poeta Víctor Jara (homónimo del cantante chileno) y con la artista Carrera Lamadrid. Después me vi cruzando el puente Las Monjas, por el kilómetro 7 y medio, atravesando el desierto de Talara en la hora del sunset, hasta llegar a Tumbes y Aguas Calientes, la frontera. Aquel viaje me dejó unos poemas en el número 273 de la legendaria revista de Gustavo Armijos, La Tortuga Ecuestre, en un especial sobre poesía nor-peruana, con autores como Wilson Guevara, José María Gahona, Luz del Carmen Arrese y Stanley Vega Requejo, de quien me cogí de este su poema tipo Pavese para poder continuar mi viaje solitario:

Cuando llegue
La hora de partir
Jamás olvides
Colocar tu corazón
En la mochila

En cualquier aldea
Existe una linda muchachita
Esperando la llegada
De un forastero
Con los muslos tibios
Y acogedores

Por otra ruta, me vi en Huancayo, en el hostal Pasco de la tía Melesia, cerca de la estación de trenes; y en mi habitación me dediqué a leer el número 14 de la Revista de Literatura y Arte Cascadas, dirigida por Cirilo D. López Salvatierra. El sol frío reflejándose en los rieles y en la ventana, y la mulisa que venía de la calle, me acompañaban mientras leía la fábula El juicio del gallo y el pukupuku, escrita por Rita Amparo Orrego. También hallé un breve ensayo sobre el fatum de los poetas escrito por el lambayecano Nicolás Hidrogo, y El método wanka y la construcción de ecofábulas de Berta Rojas y Waldemar J. Cerrón. Muy interesante el artículo El realismo sucio en Huancayo de Isaac Lindo Vera, que venía acompañado de tres relatos: Claudia de Alberto Cavaría, Joyce de Flor de María Ayala y La desconocida de Cirilo D. López S. Y entre retamas camino a la laguna de Paca, me quedé leyendo estos versos de Carlos Mendoza:

Debían de haber traído una rosa

Nada más extraño que un pájaro volando hacia el sur
nada más extraño que una gaviota caminando en la arena
debían de haber traído una rosa para plantarla en
este papel y no tener que escribir estas líneas

Luego de tanto tiempo posponiéndolo, viajé a Iquitos, y pude llegar al Hostal Amor, libro de relatos de Cayo Vásquez, en una excelente edición de una colección de obras literarias de la amazonía, y que se distribuía gratuitamente, algo inaudito en nuestro país. Las historias de Cayo narran “un mundo oscuro que nadie quiere ver pero que todos quisieran disfrutar”. Su realismo tropical recoge con audacia una serie de personajes inolvidables: Loribet, Elmer, Zulema, Kike, Diego o Doña Erlinda. Y su destreza para fabular nos introduce fácilmente a aquellos espacios privados del amor pasajero: hostal Las Flores, hospedaje Detalles, El Dorado Plaza Hotel, hostal El Molino, hostal Manguaré y hospedaje Fantasía. El recurso de la ironía le permite dar consejos: “Para ligar una mujer de la selva nunca le preguntes esto: ¿Es verdad eso que dicen que las mujeres de la selva son fáciles? Sí que matas toda tu noche y no te liga nadie. Esa es una regla de oro. Puedes comenzar insinuándole que tienes una gran curiosidad, eso que las mujeres de la selva son seres divinos y sensuales, eso les gusta.” O también: “El año pasado habían pasado un reportaje en el programa Panorama del canal 5, donde hablaban de las chicas que se prostituían en Iquitos, ahí cayó mi amiga Leysi Jaramillo, ella aparecía bailando calata y borracha en la habitación de un hotel. ¡Hijos de puta! Casi le friegan toda su vida. El periodista vino haciéndose pasar por un empresario de plata, habló con la mayoría de cafichos, eso también suena mal, mejor les digo: negociador. Y como Segundo es el mejor negociador de Iquitos, le puso a su mejor chica, Leysi. Como en Lima les gusta el escándalo, y les gusta decir que aquí todas las mujeres somos putas, sacaron su reportaje con engaños. Hay que tener mucho cuidado con los que vienen de Lima.” Terminada aquella experiencia, me fui por el Amazonas hacia las tribus de Los Boras.
Más tarde llegué a Cusco, cuando también llegaba Cameron Díaz y su bellísima sonrisa. Me hospedé en el hostal Torcasa, y pasé noches, cansado de buscarla en vano, leyendo en mi cuarto número 6 el último número de la revista Sieteculebras. Veintidós números ya va editando el incansable Mario Guevara. Y luego de conversar con los pintores Mario Curasi y Víctor Zúñiga, y después de reencontrarme con un viejo amigo de mis viajes del 90 a Huaraz, el pintor Alex Córdova, me entregué a la lectura del poemario de Pasos Paz (o Carlos Sánchez), Espiga y humo, que obtuvo el Premio Regional de Cultura-Poesía 2004. Al terminar el taller de poesía que hice durante una semana a invitación de Carlos Sánchez (o Pasos Paz), me quedé con mi mochila, entre las verdosas piedras San Blas, y con estos sus versos:

Pasos lentos
Cual si se cayera
Tu voz
Ves
Los ángeles
No tienen alas
Sino
Pesado
Abrigo

Como el azul de arriba
Que se esfuma
Al atardecer de sus ojos

Deja de engañar…
Dime que es mentira
Aullido de luna
Entre follajes del mar…

Harapos de ese anciano
Que cruza su propia sombra

Llegué a Puno poco antes del amanecer, hice hora en la estación de buses, escribiendo unos poemas en mi cuaderno rojo. Luego me hospedé en un hostal que por el frío no recuerdo el nombre. Y me dediqué a leer, frente al lago Titicaca, el número 10 de la Revista de Arte y Literatura Apumarka, del Grupo Sur de Escritores Andinos, dirigida por Jorge Flores Aybar, en colaboración de Feliciano Padilla y José Paniagua Núñez. Leía ensayos de Ricardo Badini, José Luis Velásquez Garambel, Gloria Mendoza, entre otros. También cuentos de Christian Reynoso y Julio Chávez. Poemas de Boris Espezúa y José Paniagua. Luego me dediqué a la lectura del número uno de la Revista de Literatura y Otros Desvaríos La Rama Torcida, de Walter L. Bedregal, quien abre la edición con un polémico ensayo, La pecera o el reino de los pescadores del lago sagrado. Hay poemas de Luis Rodríguez Castillo, un cuento de Carlos Espinal B., y otros artículos de Javier Núñez y Francisco Hinojosa, inclusive un irónico decálogo para antologadores. Se publica una entrevista poco conocida a Víctor Humareda, el pintor nacido en Lampa. Antes de adentrarme en el lago cogí el libro de poesía de Darwin Bedoya, Yarume. Primera edad del silencio, editado por Lagoculto editores. “¿Qué es Yarume? ¿Yarume es, acaso, una novísima mañana, un mar de ausencias, un palacio en donde habitan las soledades más ásperas? De acuerdo a lo que se lee con el tacto y con los ojos vespertinos, Yarume viene a ser un pueblo o una ciudad real, un nuevo mapa dibujado en la agreste geografía del pensamiento, en donde los personajes son liderados por Oriel y en donde el tiempo pareciera desvanecerse en una profunda incertidumbre”, escribe en el prólogo Luzgardo Medina Egoavil. Entre las aguas, unos versos del libro de Bedoya se trasparentaban:

Hoy aquí nuestra mirada se confunde en el vacío

Sonidos en la noche
Resonancia del interludio
Es la estación que seduce con la misma elocuencia
Y permite que todavía estemos impecables
De cuerpo y remordimientos verdaderos
O un trozo de ala
Que pueda consumir los abismos de aquellos pasos
Aglutinados ahora mismo
A la risa del barranco aterciopelado
Límite con sinceridades falsas de toda realidad.

Ya de vuelta en Lima „Ÿ la ciudad de las combis repletas de sardina y estentóreo movimiento de la sobrevivencia, con caramelos, chicles, cigarrillos, clavos en la garganta, y canciones con peine y tos „Ÿ entre hostales fugaces, leía Desde la persistencia, antología de la agrupación Cultural Ave Fénix. Son “relatos forjados durante años de reclusión y vigilancia permanente al interior del establecimiento penitenciario del Régimen Especial ‘Miguel Castro Castro’”. Las historias empiezan con este contundente párrafo: “Como si una gigantesca mano me cerrara el paso me detengo, sin tocar aún la puerta, frente a mi casa. Todo parece en ella tan distinto, que hasta su espacio está como encogido en la noche, como si no existiera, como si yo tampoco estuviera frente a su pared de adobes, a su forma de antaño. Un punto en el inmenso terreno conquistado por emigrantes ayacuchanos peleando por un techo. Aquí he de reencontrarme con lo que amo.”
Después llegué al poemario de Bernardo Rafael Álvarez, nacido en Pallasca, Los bajos fondos del cielo. “Estamos ante una poética del lado sórdido y oscuro de la realidad. Pero que – simultáneamente – nos informa de una belleza contenida en él”, escribe prologando Róger Santiváñez. He aquí un breve poema:

Luz resbaladiza

Quién no ha untado
Alguna vez
La suela
De su zapato izquierdo
Con jabón
Y descubierto que
Dentro del hedor
También mora la luz

Y finalmente abrí Anatomía de un vacío, de Paolo Astorga. Este poemario en Versión CD-Book, es una edición no venal, y abre un nuevo derrotero en las propuestas editoriales peruanas. “Astorga con este poemario va creando un gran inventario de sus visiones personales y cuestiona el mundo que lo rodea”, acota Augusto Rodríguez en el introito. Un poema como ejemplo:

Pucca (Fun Love)

Cenizas en mi boca derraman la tristeza de mi polo
Una foto en el poste y mi voz como una danza rota
Escondida en un cadáver a la moda

Y así termina este tour por la realidad y sus fantásticos seres que se encargan de reinventarla.

 


Posted by al4/alvarezbr at 1:03 PM EDT
Updated: Wednesday, 2 July 2008 1:05 PM EDT
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