DIARIO LA PRIMERA/17 de abril 2008 | |||||||||||
Resucitar a Vallejo | |||||||||||
-Entonces, ¿por qué resucitar a Vallejo? -La resurrección siempre ha sido un disparate. Si fuera dado hacerlo con Vallejo, sería por necesidad de buscar que otro sufra dos veces por nuestros pecados y vuelva a inmolarse por nosotros. Vallejo caería como anillo al dedo. Alguien ha ensayado por allí una “resurrección” literaria del autor de Trilce, en un relato insulso que lo caricaturiza Una malhadada imprudencia, sin duda. -¿Vallejo está vivo? -¡Claro! Aun después de muerto, se le ha querido matar repetidamente. Hace poco, en la Cátedra Vallejo, recordé que, por ejemplo, en los años de 1970 más de un poeta decía que no lo había leído, algunos preferían a Ezra Pound y a T. S. Eliott. Se le veía casi como un apestado, pero se equivocaron, ¿qué dirán ahora? Así quisieran matarlo nunca podrían darle muerte. Hoy sabemos que a pesar de todo, Vallejo está más vivo y vigoroso que nunca. -¿Por qué negar a Vallejo? -No sé si la improbable razón para resucitarlo pudiera serlo también para negarlo, como Pedro antes de haber cantado el gallo. En todo caso, creo que no es malo que lo nieguen o que renieguen de él: hacerlo tiene efectos terapéuticos aunque, claro, fugaces. Pero Vallejo, es decir, su poesía, ha demostrado que goza de buena salud y es inmune. Negar algo es reconocerlo. -¿A qué se debe la irreverencia? -La irreverencia es casi siempre una actitud de “autosuperación”, compensa las debilidades o carencias; si le falto el respeto a alguien, siento que soy superior a él, pero no me doy cuenta que es sólo un delirio pasajero y nada más. Ser irreverentes con Vallejo resulta un buen negocio. Pero lo digno es sentir orgullo por él, por su poesía que es nuestra. -¿Qué daño les ha hecho? El Vallejo ninguneado, escamoteado y tantas veces negado, sigue creciendo a pesar de todo, a pesar de parricidas y caricaturistas. Es uno de los más importantes poetas creadores de la lengua española. ¿Esto hace daño a alguien? A los que se sienten dañados por la poesía, digámosles, como en Trilce, “Cangrejos, zote!” |