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   Vivir

Vivir en una sociedad utilitaria e interesada.

Vivir para poder sobrevivir.

Vivir dentro de un conglomerado social donde gracias a la democracia cada cual es libre de pensar como desee, sentir como desee, expresar lo que quiera expresar y dirigirse hasta donde sus medios le permitan.

Vivir para conservar una imagen; para construir una imagen; para reverenciar una imagen; para pronunciar palabras de autopromoción; para camuflarse con disfraces ideológicos de todos sabores, contenidos, y colores.

Vivir para hacer creer a los demás que uno es bueno, justo, piadoso, inteligente, equilibrado, moral, civilizado, culturizado y hasta intelectual.

Vivir para convencer a los demás de que no pertenecemos a ninguna tendencia ideológica, grupo de poder, partido político, grupo social, grupo filosófico, religioso o de cualquier otro tipo.

Vivir para nadar en la abundancia ignorando las necesidades básicas de quienes comparten este planeta con nosotros, y seguir haciéndolo como si nada importase.

Vivir para sentir la vida fluir por cada uno de nuestros poros, en cada latir del corazón; en cada suspiro del alma; en cada mirada dirigida a nuestro alrededor; en cada abrazo que damos; en cada sentimiento que expresamos; en cada agradecimiento que hacemos a quienes han tendido su mano a nosotros, a quienes nos dirigen sus miradas comprensivas y de aliento.

Vivir apreciando lo que los demás hacen por nosotros con su mera presencia y por el único hecho de darnos los buenos días y de dirigirnos una sonrisa.

Vivir para compartir las responsabilidades de la vida con quienes amamos, con quien formamos un hogar, con quienes, atreviéndonos a correr riesgos, trajimos a la existencia.

Vivir para disfrutar las cosas simples de la vida: el viento caluroso del verano, el aroma de las flores en la primavera, el triste deshojar de los árboles en el otoño y el dormir de las fuerzas vitales en el invierno.

Vivir para amar, pero conjugando el verbo amar con el verbo actuar...

Ya no más palabras; más bien, miríadas de actos diarios que muestran nuestro amor por la vida, por todo ser vivo, por todo ser humano, evitando para siempre hacer cualquier tipo de juicio sobre los demás y sobre la manera en que las tribus humanas resuelven sus propias existencias.

Vivir para conservar las distancias que nos separan de quienes están cerca de nosotros, pues por más que luchemos para acercarnos a ellos, la soledad personal no puede ser compartida, pues cada cual ha experimentado inconscientemente nuestros nacimientos. Hemos experimentado nuestros dolores, nuestras frustraciones, nuestras alegrías, nuestros desencuentros, nuestras esperanzas renovadas.

Vivir para sentir el placer del viento al acariciar nuestra piel y alborotar nuestros cabellos; para sentir los rayos del sol quemar nuestra piel y deslumbrar nuestros ojos; para percibir los aromas del sagrado alimento preparado por quien nos ama; para escuchar los pensamientos de nuestros seres amados y de nuestros amigos apreciados.

Vivir para querer sin razón alguna, simplemente por el hecho de querer, de amar, de apreciar y de permanecer atado únicamente a nuestro presente.

Vivir para reír, para cantar, para danzar, para viajar en el tiempo; viajar por las costumbres; viajar con el pensamiento; comerse las uñas; rascarse la cabeza y simplemente ser.

Vivir para observar el azul del cielo; para permanecer despierto en la fría madrugada de cualquier noche de invierno y dejar correr el pensamiento por los confines del universo, y posarse en cualquier estrella, planeta, agujero negro o lo que sea que permanece fuera de nuestro alcance físico; pero dentro de nuestro total dominio mental y espiritual, lugares jamás visitados por ente alguno.

Vivir para conquistar nuestro espacio interior; para sabernos poseedores de nosotros mismos; para sostener largas conversaciones con nuestro huésped interior; para comprendernos; para levantar nuestro propio vuelo; para sonreírnos; para convencernos que algún día no estaremos para sostener nuestras propias reflexiones y para que soltemos la gran carcajada en respuesta al tratar de tomarnos tan en serio: colección de agua, minerales y algunos otros componentes materiales. Polvo de estrellas, de planetas, de tierra o de qué sé yo.

Vivir para sopesar la posibilidad de convertirse o no en un adicto consumidor o en alguien para el que el consumo es algo insustancial.

Vivir para dejar de pedir a los demás, a la existencia, a la providencia, a Dios; para sentir y experimentar que las necesidades son más invento de los mercaderes que de las interioridades de nuestros más profundos procesos.

Vivir para dar, para ser generosos, para pensar que siempre es mejor dar que recibir; que siempre es mejor buscar la mirada de quienes nos rodean, que buscar sus bolsillos o las probabilidades de que nos puedan ofrecer algo.

Vivir para cantarle a la vida; para escribirle; para dejar literalmente nuestro ser en el camino; para gastarnos por los procesos vitales, por quienes creen o no creen en nosotros.

Vivir para que los hechos de nuestros días sean mudos testigos de todo lo que callamos; de todos nuestras esperanzas; de todas nuestras aspiraciones; de todos nuestros más caros vacíos.

Vivir para tocar el instrumento que más dominamos, nuestro propio ser; nuestras fibras más intimas; nuestros dolores más presentes; nuestros sueños lejanos con la silente música del universo; para esperar en la esperanza; para dormir bajo la sombra de la luz proyectada sobre algún árbol real o imaginario; para bañarse en el río cambiante de las épocas que fluyen de manera intermitente con el paso de los lustros, de las décadas; para sentir nada de lo que nos rodea; para permanecer indiferentes ante el desborde continuo de eventos incontrolados; para vivir agazapados tras una sonrisa a medio dibujar, tras un ceño fruncido, tras una mirada de reojo, tras unos brazos cruzados, tras un suspiro contenido.

Vivir para observar las luciérnagas que como faros luminosos en la noche nos avisan de los obstáculos nocturnos que pueden hacer que colisionemos con la oscuridad y que caigamos en hoyancos.

Vivir para maravillarnos con la actividad desenfrenada que se desencadena cada nuevo día, con el palpitar de millones de corazones que se empeñan en construir un futuro desconocido, inexistente, irreal, y deforme.

Vivir para dejar de vivir, cuando nos desconectamos del presente para vivir en el pasado, sintiendo como nos torna melancólicos o como nos torna felices, aunque sea por breves momentos que duran lo que la vida de un electrón dentro de una molécula; cuando nos desconectamos del presente para imaginar una vida futura donde posiblemente ni siquiera ya estemos, pues habremos de desaparecer de la faz del planeta en cualquier momento inesperado, entre una diástole o un sístole.

Vivir para irse del lugar donde uno se encuentra; para encontrar viejos amigos; para despedirse de las familias; para regresar a donde alguna vez vivimos; para abandonar; para exigirle a la vida que nos regrese algo que jamás podrá ser devuelto: la juventud fisiológica; para vivir la normalidad loca de la sociedad contemporánea; para ver cómo se gastan las grandes fortunas para recuperar lo que se perdió para lograrlas: "la salud".

Vivir con la eterna carcajada de ver lo ridículo que somos, peleando por el dinero, el poder, la vana gloria, el juicio positivo de otros seres tan imperfectos como nosotros; la foto en la hoguera del papel periódico chic; de los comentarios estúpidos de la opinión ajena, alienada, loca y perversa.

Vivir para prepararnos finalmente a vivir de manera activa nuestra muerte, no mediante artilugios tecnológicos, ni mediante recursos que pretenden prolongar la vida hasta el fin de los tiempos.

Vivir con la sonrisa de quien se siente totalmente satisfecho al haberse dado cuenta que finalmente no hemos dado un solo paso en el transcurrir del tiempo que hemos estado vivos y que nuestra meta siempre ha estado precisamente bajo nuestros pies.

Vivir... vivir... vivir...

Réplica y comentarios al autor: aguilarluis@prodigy.net.mx




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