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   Punto y coma

El punto es una dimensión casi adimensional, pues raramente le prestamos atención, y jamás le damos importancia ni nos detenemos a pensar en la trascendencia que tiene dentro de las relaciones humanas. De todos los signos de la escritura, letras, acentos, diéresis, y cualquier otro que pudiéramos imaginar, para mí el punto aparte, es el que posee la mayor intensidad y la mayor visión de conjunto dentro de un escrito que trata de llevar un mensaje con sentido o carente de él. El punto aparte es un signo lleno de poder, lleno de pausa, y con una visión extraordinaria.

Y ahora que lo pienso, la letra i, con toda su estrechez y con toda su aparente debilidad, es la única letra que orgullosamente lleva un punto en su testa, como si se tratara de una corona que llevara orgullosamente, y la declarara la reina de todas las letras y ante quien todo el abecedario habría de postrarse en reconocimiento a su majestuosidad. Pero aparte de la vocal, el punto como nota rítmica en la partitura de cualquier escritura, parece darle pausa a los pensamientos que algunos seres humanos se atreven a poner en blanco y negro, violando la virginidad de la blancura de una hoja o de una parcela de pantalla electrónica y sacando de concentración o de su estado de abulia a quien se atreve a leerlo. Así, el punto colocado exactamente por encima de una coma, hace una pausa dentro de una aseveración para dar alguna visión concomitante a la idea principal, extender su significado, dar un ejemplo concreto de lo abstracto, o quizás divagar completamente del tema. Un punto directamente por encima de una coma, habrá adquirido una energía potencial, que la coma, por estar a nivel de ras de escritura, simplemente no tiene; el punto encima de la coma, una vez que alcanza su nivel de piso, adquiere una energía cinética para darle fluidez y movimiento al texto, y pierde su energía potencial al caer de la altura que tenía y llegar a donde ya no puede moverse. La energía potencial de una idea que sustente que el hombre solía ser gregario, para convertirse en un ser aislado por las estructuras sociales, tiene un impacto cinético que golpeando sobre la conciencia individual le conmine a salir al encuentro de la otra persona, con la intención de buscar identificarse con él y de saberse parte de él. Desgraciadamente, este potencial no es visto por la mayoría de los sapiens, que insisten en seguir comportándose tal y como lo hacen en la vida diaria; o sea, tratando de vender algo, de adquirir algo, de afianzar una posición (afianzarla, ¿en dónde y para qué?), de asegurar un dominio sobre otros, de pretender vivir en una posición única y omnipotente desde la cual poder evitar que otros seres humanos pisen sus territorios ideológicos o de dominio.

Por otro lado, no me gustaría ser los dos puntos, sean estos seguidos o aparte: Estos representan un listado de algo que queremos manifestar a nuestros pocos lectores. Listado de cosas por hacer, de contenidos de conjuntos de cosas que habremos de adquirir, de hacer, de maquilar, y es un signo de puntuación que nos pone en el umbral de una actividad que nunca termina, que se extiende en la temporalidad de los segundos, de los minutos y del tiempo. Los dos puntos: uno arriba del otro. A pesar de su posición privilegiada tal parece que son frígidos, y no tienen ningún interés en reproducirse, pues cuenta se dan de que ya hay innumerables puntos dispersos en innumerables escritos, en los que la humanidad se entretiene cuando no tiene el tiempo ni el deseo de estrechar la mano de alguien cercano a él. Sin embargo, los dos puntos y aparte, aunque son incapaces de reproducirse, son capaces de reproducir series interminables de conceptos que representan ideas y representaciones concretas de la realidad que cada cual percibe en su diario vivir: amor, violencia, entrega, egos inflados, depresiones, alegrías, vivencias, torturas, fiestas, nacimientos, enfermedades, guerras, encuentros, desencuentros, separaciones, mentiras, verdades, virtudes, vicios, caminatas, estancias, huidas, reticencias, absurdos, hambres, comilonas, sexo, estudio, música, literatura, ignorancia, certezas, incertidumbres, mentiras, seres, animales, plantas, muerte, música, cobardía, valor, falsedad, lealtad, infidelidad, humor, tristeza, melancolía, comercio, traición, amistad, etc. Toda una serie infinita de conceptos que desfilan en nuestras mentes casi de una manera interminable en la que la conciencia humana parece no tener fin. Así, los dos puntos siempre serán prolíficos en un desencadenamiento que podría ser infinito cuando el que escribe no se cansa de parir ideas y conceptos que emanan de la matriz de su espíritu que no tiene contemplación alguna en poblar el mundo de las ideas, no importando que éstas se mueran de inanición y de indiferencia.

El problema con los puntos seguidos y rítmicos en la escritura, es que siempre están rodeados de otros símbolos que no les dejan ver el paisaje total de significado que las ideas tienen. Los puntos intermedios sólo ven letras a su alrededor y permanecen ahogados dentro del caldo alfabético que conforman las sopas de significados que las oraciones conforman. El punto y seguido, dentro de su adimensionalidad, que vista con un microscopio, no es tan sólido como aparece a simple vista, vive atrapado entre dos ideas que se complementan o que se continúan en el eterno relato del poeta, del ensayista o del estadista. Es un punto que sólo ve paredes de signos que le rodean y que le impiden observar el horizonte blanco de la pagina que le contiene.

A mí me gusta el punto y aparte, porque sentado en él, puedo observar los límites de la página que lo contiene y me da la idea de término de un proyecto mental plasmado en una página o en varias. Además pone fin a un pequeño libro que trata de abrir el entendimiento de quien lo lee en la visión de quien lo escribe. Me gusta ser punto y aparte porque pongo fin a una serie de ideas que debaten sobre la existencia de la propia existencia y ponen un final a la comunicación entre lector y escritor. Sentado en un punto y aparte, se encuentra todo ser que piensa que su libro ha llegado a la oración final del capítulo final de su vida. Sentado en el punto final de la existencia, se encuentra el hombre de corazón duro que ya no se conmueve ante las desgracias ajenas y las identifica como un subproducto de una sociedad totalmente descarnada en la que el dinero es el sol que ilumina las vidas de quienes han sabido procurárselo. Sentado en el punto final de su existencia está el ser humano que se hace indiferente ante la vida, que ya no tiene ninguna esperanza de procurar algún tipo de bien a los demás. Sentado en el punto final de su existencia, y punto y aparte en el libro de su vida, estará aquél que tan duro tiene el corazón que su vida está a punto de terminar en un libro escrito en el que quizás únicamente se escribió acerca de los propios placeres, y poco o nada se escribió acerca del placer de hacer nido en el corazón de sus amigos, si es que tuvo la blandura de corazón de cultivarlos en espíritu de amor y aceptación y de mutua cooperación. Y así, para no aburrirlos en mis absurdas elucubraciones, me siento en el punto final de mi escritura y observo el final blanco de esta línea que se prolonga hasta el final del renglón, y deseo a todos los que pacientemente leen estas ideas que también descansen en los puntos finales de sus diarios pensamientos y puedan observar las ramificaciones de sus obrares y pensares.

Réplica y comentarios al autor: aguilarluis@prodigy.net.mx




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