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   ¿Hacia dónde vamos?

Verdaderamente, me parece que vivir sin reflexionar acerca de nuestros actos diarios y de la vida misma es como no haber vivido. Al menos Sócrates así lo manifestaba en sus tiempos, y así lo enseñaba a quienes se acercaban a él para ser instruidos en el difícil arte de pensar y de buscar la verdad que se esconde tras todo acontecimiento que se desenvuelve a nuestro alrededor. Y cierto es que todo acontecer diario, que se acumula o que brota a lo largo de las horas y en los diversos escenarios del mundo en que nos tocó vivir, tiene una razón de ser, tiene una esencia que le da un significado propio y que guarda dentro de sí una verdad que se relaciona con quienes los hayan fraguado. Sin embargo, hay una pregunta que invariablemente asalta mi mente, y que de una manera concreta me produce desasosiego y que me produce un cierto nivel de ansiedad: ¿Hacia dónde nos dirigimos como sociedad? Y, obviamente, esta pregunta dispara otra serie de preguntas que acosan a todo ser pensante y reflexivo, consciente de que muchos actos dentro de nuestra sociedad carecen de significado y conducen a un mundo absurdo del que muchos quisiéramos escapar. ¿Cuáles son las metas y objetivos que como organización social perseguimos? ¿Quiénes son los que plantean las preguntas? ¿Por qué las cosas de la sociedad han de ser como dicen otros actores, mientras que casi todos somos simples seguidores de tales planes? ¿Somos en esta época posmoderna, caracterizada por el desencanto, la desilusión y la desesperanza, más felices, más plenos? ¿Vivimos verdadera y realmente una libertad acorde a nuestros propios planes y deseos, o somos simples títeres que seguimos los deseos programados en nuestras mentes por la propaganda vulgar, disfrazada de una sutil mercadotecnia? Y así podríamos prolongar la cadena de preguntas hasta nunca terminarlas, y dejar todo este discurso en un hipercampo donde la infinidad de cuestiones que se guardan en el corazón y mente humanos permanecen sin respuesta.

Mucho se cree en la actualidad que la dirección de la sociedad debe ir hacia el conocimiento y a la aplicación tecnológica del mismo; que se deben construir lugares donde la gente pueda concurrir a educarse y adquirir conocimientos en las ciencias y en la aplicación práctica de las mismas; que debemos seguir construyendo una sociedad altamente tecnológica, fundamentada en la información, la Internet, el comercio por la red, el intercambio de mercancías, la globalización descarnada, la pelea intercultural por la competitividad (a ver quien hace el mejor producto, con el máximo de calidad, al menor precio... quizás nuestros hermanos chinos lo estén haciendo únicamente por alimento, por orgullo, o por alguna otra razón que hasta el momento pudiera permanecer oculta a simple vista); que deben darse todas las facilidades posibles para que todo ser humano eleve su nivel de bienestar económico; que todo individuo debe tener derecho a consumir y engullir lo que esta sociedad actual ofrece a sus hambrientas fauces... En fin, parece ser que se quiere construir, me parece, una sociedad de viajeros, de hedonistas, de consumidores insaciables, de personajes llenos de conocimientos (aunque no entiendan nada de lo que sucede a su alrededor), de una medicina que busca derrotar a la muerte, como si fuera el enemigo a vencer, de una medicina que tiene a su disposición grandes avances tecnológicos, pero que irónicamente por los costos que éstos conllevan, únicamente están disponibles a las clases privilegiadas que hayan podido acumular a lo largo de los años, los recursos suficientes para pagar el boleto de la salud, que los regrese y mantenga en el mundo del consumo y de la desmesura. Posiblemente hacia ese mundo insaciable toda la comunidad se dirija, aún los que ni siquiera piensan hacia dónde van. Nos han programado para aprender la Biblia de Bill Gates, aquella que determina que quienes no sepan manejar sus programas, no tendrán acceso a los beneficios del reparto económico, a los beneficios de la posmodernidad. Pienso que mucho hemos perdido en el terreno de la libertad, pues quienes dicen representarnos en las aldeas legislativas, muy pronto se olvidan de sus promesas de hacer llegar a la legislatura las esperanzas e ilusiones de sus representados; esto siempre y cuando verdaderamente hayan sabido hacerse llegar de la información necesaria proveniente de sus representados acerca de sus necesidades. Hemos perdido mucho de nuestra libertad, porque no estamos bien informados, porque no participamos, porque no hemos creado organizaciones intermedias que nos puedan defender de nuestros propios legisladores. Me parece que los destinos de nuestra nación han sido dictaminados por intereses que están allende de nuestras fronteras, pues al ver cómo nuestro país ha perdido soberanía, no podría pensarlo de otra manera. Y es que mucho de lo que nos sucede, se debe a la falta de reflexión, a la falta de conocimiento de uno mismo, a querer imitar otras culturas que son diferentes de la nuestra, aunque antropológicamente los hombres, como género y especie, compartamos muchas características. Es que cada vez el ser humano es controlado más por la desmesura, por las pasiones, por el tener. Tenía razón una filósofa de principios del siglo veinte, que decía que los finales del siglo se caracterizarían por una vida sin metafísica, centrada en un positivismo a ultranza. Esta sociedad actual seguirá dirigiéndose hacia el consumismo sin medida, hacia lo novedoso, hacia la imagen, hacia la superficie, mientras siga centrada en el tener, en el hacer, en el saber, en el estar y se siga alejando del ser. O sea, mientras, como dijo Nietzche, sigamos negando la presencia de Dios en nuestros actos diarios y en nuestros compromisos hacia los demás. Así pareciera que la frase de Nietzche "dios ha muerto", referida a su muerte ante la nula manifestación de sus ordenanzas y sus enseñanzas evangélicas en la vida de cada uno de los hombres. Esta frase, ante los acontecimientos actuales, vuelve a cobrar nueva vida, al menos es lo que a mí me parece. ¿Hacia dónde vamos como familia y sociedad? ¿Podría usted decírnoslo?

Réplica y comentarios al autor: aguilarluis@prodigy.net.mx




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