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   Fox no es México, Castro no es Cuba

Es difícil para un social-revolucionario cubano, al quien el actual gobierno de Cuba -que hostiga y lleva a prisión a quienes mínimamente discrepan o disienten del discurso oficial- ha impedido ejercer sus más elementales derechos políticos y de todas clases, expresar una opinión indiferentemente equilibrada ante el incidente ocurrido entre los titulares de los gobiernos de México y de Cuba.

En Cuba no existe -por texto legal- el mínimo respeto a la integridad de la persona humana que constituye la condición elemental de la vida en civilización. Lamentablemente, la humanidad ha retrocedido a niveles sin precedentes en cuanto a la violación de los Derechos Humanos, pero esto no justifica lo que está sucediendo en nuestro país. Más que eso: se hace burla de los mismos o se utilizan como referencia nominal para juegos de presión política entre bandos a cuál menos respetable. No obstante, el principio de respeto universal a la persona humana, en el que se fundamentan tanto la declaración universal, como las organizaciones que los defienden, y la Comisión de Derechos de las Naciones Unidas, que al menos es un intento de foro multivocal para tratar sobre los mismos, es lo poco que hay disponible para ocuparse del maltrecho honor de nuestra especie.

Antes que un comentario equilibrado sobre el incidente entre los mandatarios Fox y Castro, es necesario recordar la vinculación histórica de nuestros pueblos, que acaso se remonta a tiempos antes, que entre indios, hispanos y negros se intentara integrar nuestra presente nacionalidad. El Presidente de México, Guadalupe Victoria, hizo cuanto esfuerzo le fue posible por la temprana independencia de Cuba. Por otra parte, el cubano Carlos Lobeíra participó en forma significativa en la Revolución Mexicana, y el gobierno de Cuba envió un crucero -el Cuba, su único barco de guerra entonces- para intentar salvar la vida del presidente Madero y su familia, aunque sólo logró la de esta última. En un tiempo, los yucatecos estaban más relacionados con La Habana que con Ciudad México; así surgieron muchas familias que amaban por igual las dos orillas del estrecho. En los múltiples avatares de la lucha por la libertad, tanto los cubanos tuvieron casa en México, como los mexicanos en Cuba. En el arte, el deporte, la cultura o la política siempre hemos estado compartiendo. Por encima de los avatares políticos parece que algo tenemos que hacer en el plan universal... y que tendremos que hacerlo juntos.

Fox no es México, ni Castro es Cuba. Mas allá de la amistad proclamada por Fox a Castro, o de sus "consideraciones especiales" para con el actual Presidente de los E.U., o de su apoyo al ALCA, a la globalización, o a la desregulación laboral, y, por supuesto, mucho mas allá del escándalo promovido por el Sr. Castro, con fines cualquiera sabe cuáles más allá de bravuconear a México por su actitud en la Comisión de Derechos Humanos; más allá de los reales o protocolares vínculos que en el presente pudieran existir entre los gobiernos, está el prestigio que México bien ganara por su liderazgo y acción afirmativa en rechazo de todo totalitarismo, y como tierra de refugio, respeto y aliento para los exilados políticos de cualquier parte -Cuba, Venezuela, Perú, Puerto Rico, la República Española, etc.- ...de allí donde el "derecho de la fuerza" se había impuesto sobre la "fuerza del derecho".

Nuestros dos pueblos tienen en común el provenir de una gran experiencia revolucionaria y el estar comprometidos con el proyecto de la integración iberoamericana, que incluye necesariamente el crecimiento económico, la justicia social y el pleno ejercicio de la libertad. Esto superará las diferencias accidentales que pudieran surgir entre sus gobernantes y obligará a enderezar en ambos países el sentido originalmente revolucionario, para que el clamor de Emiliano Zapata, o de Antonio Guiteras y Sandalio Junco, que en esencia es el mismo: "Tierra y Libertad" -el derecho del hombre a la tierra donde vive y al fruto de su trabajo sobre ella, y la afirmación de su responsabilidad sobre su destino. Sabemos que ésta es la definición crucial, pues ni la tierra tiene sentido sin la libertad, ni la libertad sin la tierra-.

Por lo que hemos vivido las generaciones, a través de partos cada vez más agónicos y sangrientos, sabemos que esto tiene que construirse desde la conciencia orgánica de los más humildes, de los que, con un nombre u otro, constituyen eso que llamamos la "comunidad del trabajo", que es allí donde se logra el pan de cada día y se defiende a los que creemos y queremos que sean los más nuestros.

Si algo hubiere de lamentable de la Conferencia de Monterrey será el que habiendo sido convocada por el Secretario General de las Naciones Unidas para buscar fórmulas idóneas que permitieran disminuir el hambre en el mundo y para que las potencias asumieran su responsabilidad de propiciar materialmente las transformaciones necesarias, se convirtió en pista circense para Castro y para la ingrata exhibición de su deslealtad para con Fox, cuya amistad con el mandatario cubano proclama y no fue cuestionada. Las grandes potencias ni se pusieron de acuerdo para el aporte financiero y técnico necesario para mitigar un poco el hambre, ni alcanzaron a comprender que una cuestión de justicia que no halla respuesta a tiempo está engendrando una violencia que pondrá en peligro la civilización en todo el orbe.

Réplica y comentarios al autor: psrdc@psrdc.org




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