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EN MEDIO DE LA CRISIS: EL DESAFÍO

 

(Romanos 12)

 

El contexto de la carta a los Romanos, escrita por el apóstol Pablo, es el de una sociedad en crisis, tanto espiritual como social. Una situación similar vivía Inglaterra en el siglo XVIII, tiempos en que le tocó vivir a John Wesley. Una sociedad inglesa que se derrumbaba por efectos del vicio; el abuso del poder; la existencia de leyes injustas; el negocio indiscriminado de esclavos; cárceles miserables; explotación de niños y mujeres en las fábricas; salarios injustos; educación sólo para los nobles y ricos; campesinos y mineros obligados a trabajos forzados de sol a sol; ricos, nobles y militares que llenaban sus arcas con grandes fortunas. Además, la iglesia estaba coludida con el gobierno; el tema de la fe era un asunto meramente racional y sobre la espiritualidad, ésta se expresaba sólo en fechas eclesiásticas o en la coronación de algún rey u obispo. El pueblo no tenía acceso a las grandes catedrales o capillas, ni menos a expresar libremente su religiosidad. Es en ese contexto de completa crisis social y espiritual que nace el movimiento metodista.

 

No sólo en Inglaterra, también en nuestra patria, el Perú, en el siglo XIX, la sociedad estaba en crisis; además, existía entre la gente un sentimiento de derrota, ingratos recuerdos de una guerra infraterna con nuestro país vecino del sur y una desesperanza ante un futuro incierto. Habían heridas por cerrar y la obligación de cancelar la enorme deuda externa que tenía al Perú, lo que lo llevaba a la bancarrota. En términos generales, era también, una sociedad en completa crisis. A esta sociedad en crisis llegó  el Rev. Francisco Penzotti, misionero metodista.

 

Ahora bien, no es casualidad que el ministerio de nuestro Señor Jesucristo se realizara también en un contexto de una sociedad en crisis como la sociedad de su tiempo. Es en ese contexto que Jesús hace su proclama de redención y presenta el desafío: la redención plena de los que sufren, los marginados sociales y pobres. Es la instauración del reino de Dios.

 

Es desde esta perspectiva, que podemos ver a un John Wesley que no se quedó paralizado con la crisis de su sociedad. Desde la proclamación del Evangelio asumió el desafío de redimir a su pueblo y así lo hizo realidad con todo el contingente de gente metodista, cambiando su sociedad, no con armas, sino con el arma del amor de Dios.

 

De la misma manera lo hicieron también Penzotti, Wood, Illescas, Noriega, Vásquez, Irigoyen, entre otros más, aquí en nuestro país. Todos ellos estaban convencidos que este pueblo heroico, el Perú, podía salir delante de esa triste realidad. Pero, para lograr tal propósito era necesario transformar la vida de las personas y las estructuras injustas de la sociedad, a través del Evangelio. Sabían que no bastaba el sólo entusiasmo del pueblo y del gobierno, era necesario inyectar un nuevo elemento que dinamizara la vida espiritual del pueblo e hiciera trascendente el esfuerzo y la buena voluntad de salir adelante. Este nuevo elemento consistió en dar un nuevo sentido de la fe en Dios desde la perspectiva bíblica y evangélica.

 

De ahí que podamos afirmar con mucha certeza que el Metodismo surgió en el mundo en medio de una sociedad en crisis, tanto espiritual como social; planteando como alternativa de cambio, el desafío de construir una nueva sociedad a partir del Evangelio de Jesucristo. ¡Esa es nuestra herencia! Sin embargo, los metodistas de hoy, se preguntan: ¿Y cuál es el desafío que nos toca afrontar? Al revisar la carta a los Romanos, especialmente el capítulo 12, vemos que se nos presentan dos niveles de desafíos vigentes para hoy:

 

a)     Desafíos personales.-

 

-          Presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo y santo;

-          No conformarnos a este siglo, sino renovándonos constantemente;

-          Vocación al servicio a través de los dones que el Señor nos da;

-          Ser fieles al Señor, fervientes en espíritu, sufridos en las tribulaciones, constantes en la oración.

 

b)     Desafíos sociales.-

 

-          Amarse los unos a los otros con amor fraternal. No a la violencia;

-          Compartir las necesidades;

-          Practicar las hospitalidad;

-          Bendecir a los que nos persiguen;

-          Gozaos con los que se gozan;

-          Llorar con los que lloran;

-          Estar unidos para servir, especialmente a los humildes;

-          Procurar lo bueno delante de todos los hombres;

-          No practicar la venganza;

-          Dar de comer y beber al enemigo.

 

El lema de esta Epístola, en mi opinión, sería: “No seas vencido por la crisis, sino vence la crisis con el bien”

 

Es por eso que el metodismo de hoy no puede estar conforme con nuestra actual sociedad que vive en crisis. ¡Esa no es nuestra herencia! Todo metodista debe acrisolar su fe en la experiencia cotidiana del servicio y compromiso con los demás, especialmente con los que viven en situaciones de crisis; y todo ello como resultado de su fidelidad al Señor. ¡Ese es el desafío para todos los metodistas de estos tiempos! Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

      


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