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EL MILAGRO DE VENCER LAS TEMPESTADES

 (Marcos 4:35-41)

Al leer este hermoso relato acerca de la fe, podemos notar tres asuntos que sería bueno analizarlos en nuestra reflexión bíblica:

1.    En la noche se produce la tempestad.- El relato nos dice que cuando era ya de noche y Jesús y sus discípulos estaban por ir al otro lado del lago, se levantó en ese momento una gran tempestad que amenazaba poner en peligro la vida de todos los ocupantes de la barca. Justo cuando iban a cumplir con la misión de proclamar las buenas nuevas del Reino. Algo similar suele sucedernos cuando vamos a emprender alguna tarea. En ese momento, surgen tempestades que pareciera nos van a hundir o hacer fracasar lo que hemos querido realizar. Jesús y sus discípulos no fueron la excepción de esta amenaza. ¿Cuántas veces hemos sentido que en la oscuridad de la noche se nos levanta una gran tempestad y luego no sabemos por qué sucede eso?. Nos desesperamos y de inmediato cunde el temor, el pánico, la desesperación. Es en esas circunstancias que nos preguntamos: ¿De dónde vendrá nuestro socorro?.

 

Cuando pasemos por una situación similar debemos saber de qué manera una tempestad nos puede azotar:

 

·        Tristezas

·        Dudas

·        Falta de seguridad

·        Tentaciones

·        Angustias

·        Problemas económicos

·        Situaciones difíciles que escapan de nuestro control

·        Malas decisiones

 

Pero también hay en nuestra sociedad actual muchas formas de tempestades que azotan nuestras vidas:

 

·        Odio infraterno

·        Violencia generalizada

·        Injusticias

·        Inmoralidad

·        Corrupción

·        Tráfico con el dolor ajeno

·        Violación de los derechos Humanos

·        Atentado contra la vida

 

Ante este peligro que nos genera miedo y que amenaza con hundirnos, sólo nos queda pedir a nuestro Dios que nos aumente la fe y esperar que Él realice el milagro de rescatarnos.

 

2.     Nuestra actitud es idéntica a la de los discípulos.- En cada tempestad de la vida solemos clamar a nuestro Señor, de la misma manera que los discípulos: “Señor, sálvanos que perecemos” y es en ese mismo momento que Él confronta nuestra fe: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” Muchas veces nos pasa lo mismo que a los discípulos, no ponemos nuestra confianza en el Señor y nos desesperamos, somos impotentes, morimos en nuestras propias tempestades. No somos capaces de vencer el temor y nos hundimos. No sabemos poner nuestra confianza en el Señor Jesucristo. Vamos desesperados de lugar en lugar, buscando una salida y no la hallamos. Pareciera que todo está perdido. No esperamos que el gran milagro de Dios se produzca. Olvidamos que el Señor Jesucristo nos ha dado la fe necesaria y la capacidad de realizar grandes cosas en su nombre.

 

3.   Poner nuestra confianza en el Señor.- Cuando viene una tempestad a nuestra vida, debemos poner nuestra fe en el Señor Jesús y dejarla en sus manos para que se calme. En Él encontramos la calma necesaria y consuelo. Pablo mismo pasó por esta prueba, en medio de una tempestad, él puso su confianza en el Señor y no sucumbió en medio de ella (Hechos  27:39-44; 2 Corintios 11: 25b). Cuando sople el viento gélido de la tristeza, podemos encontrar la calma necesaria y consuelo en la presencia de Jesucristo; cuando sople el ardiente viento de la pasión, tenemos paz y seguridad en la presencia del Maestro; cuando la tormenta de la duda amenace con destruir los más profundos cimientos de nuestra fe, hay seguridad y firmeza en la presencia de nuestro Señor; cuando el odio y el rencor inunden nuestro corazón, encontramos la calma y la paz necesaria en la presencia de nuestro Salvador. Confiemos siempre en el Señor y pidamos que nos aumente la fe, que nos ayude a calmar todas las tempestades que azotan nuestra vida, a la iglesia y a nuestro país.

 

Que su paz nos sobreabunde y que podamos visualizar el horizonte que sólo Él nos tiene preparado para cada situación y que no caiga nuestra fe. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

      


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