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LA GRAN EXCUSA ANTE NUESTRO PRÓJIMO

 (Lucas 10:25-37)

 

Siempre existe una excusa para justificar nuestra omisión de ayudar a nuestro prójimo. La parábola del buen samaritano es un buen ejemplo para ello. Aparentemente la introducción de la parábola trata un asunto teológico de cómo se hereda la vida eterna. Pero en el desarrollo de la misma el asunto es más serio, no se trata de cómo se hereda la tierra, sino de qué manera se cumple con el segundo mandamiento de la ley. Aquí vemos como el intérprete de la ley quiere tentar a Jesús, poniendo como pretexto la vida eterna, haciéndose el desentendido sobre el segundo mandamiento. 

Muchas veces nos pasa como la historia de cierto campesino cuyo hermoso trigal fu totalmente destruido por una granizada, se la pasaba lamentándose y diciendo que si él pudiera manejar el tiempo durante un año, sacaría una cosecha abundante y ganaría mucho dinero. Entonces decidió pedir ayuda a Dios para que le concediera el poder hacer salir el sol cuando él quisiera; hacer caer la nieve en el tiempo adecuado; controlar totalmente las lluvias, el rocío, la escarcha y la temperatura, para que su cosecha fuera la más abundante de todos los tiempos. El deseo fue concedido tal como lo solicitó, pero el resultado fue un desastre total. Aquel año la cosecha fue la peor que había visto en sus días. Entonces, un vecino le preguntó que había ocurrido, y él le contestó: “Se me olvidó el viento para que se produzca la polinización cruzada”. Esta anécdota nos viene muy bien, ya que muchas veces con todo lo que sabemos y reflexionamos sobre lo que es servir a nuestro prójimo, saber hacer lo que se debe hacer en todas las circunstancias, y sin embargo, acabar con que “la cosecha se perdió”.

 

Hoy en día hay muchas excusas, similares a las del relato bíblico, que al final de cuentas nuestra atención al prójimo no se da. La iglesia también tiene sus propias excusas para no servir a aquellos que necesitan de la misericordia de Dios. Está muy ocupada en sus problemas internos. En el mundo hay tantos que necesitan de la mano del prójimo. Son muchos los heridos y pocos los buenos samaritanos. Son muchos los asaltados, los que están medios muertos, los que han sido violentados, los avasallados, los explotados, los apresados en cárceles inhumanas, los enfermos abandonados a su suerte;  trabajadores que no son atendidos en sus reclamos salariales y sociales; mujeres violadas y otras golpeadas salvajemente; niños que no tienen que tomar una taza de leche; ancianos que cobran una miserable jubilación y en situaciones antihumanas, etc. Aun así, ahí están todos los prójimos desangrándose en el suelo ante las miradas de los religiosos y de los piadosos.

 

Jesús nos enseñó que cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua...no perderá su recompensa (Mt. 10:42). Asimismo, el día del juicio, éste se hará en función al servicio que se haya hecho al prójimo, que es a Jesús mismo (Mt. 25:31-46). Él nos sigue reclamando esa otra parte del evangelio, que con muchas excusas, vamos dejando de lado y no somos consecuentes con nuestra fe.  Aún en este siglo de postmodernidad, nos parecemos al intérprete de la ley de la parábola y a los otros personajes. Amén.      

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

      


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