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LA RESISTENCIA DE JESÚS ANTE LAS TENTACIONES

 

(Lucas 4:1-13)

 

El tema de las tentaciones es un asunto que la Biblia aborda constantemente, desde los orígenes de la Creación hasta el fin de los tiempos (Cf. Gn. 3:1-6  y Ap. 20:3,8). Desde el punto de vista bíblico, la tentación no sólo significa "inducir a pecar", sino también "someter a prueba" a una persona. Jesús no escapa de esta realidad que se da en todo tiempo y lugar, a pesar de su divinidad como Hijo de Dios.

 

Antes de entrar a reflexionar sobre las tentaciones que el diablo puso a Jesús, el Hijo de Dios, será bueno tener en cuenta lo que la Biblia nos presenta acerca de las pruebas que Dios, los hombres  y Satanás, realizan.

 

Dios pone a prueba a los hombres:

 

- Abraham (Gn. 22:1).

- El pueblo de Dios (Is. 48:10; Zac. 13:9; Stg. 1:12).

- Los creyentes (1 Co. 11:28; Gá. 6:4).

 

Los hombres tientan a Dios:

 

- Israel en el desierto (Ex. 17:2).

- Los fariseos (Mr. 12:15).

 

Satanás tienta a los hombres:

 

- A Eva y Adán (Gn. 3:1-6).

- A través de la seducción (Stg. 1:13-14).

- Dios le da permiso (Job 1:6-12; 2:3-7).

- A Jesús (Lc. 4:1-13).

- A Judas Iscariote (Lc. 22:3).

- A las naciones (Ap. 20:3,8).

 

Ante esto no debemos confundir las pruebas o tentaciones con el pecado, ya que la sugerencia del mal no se convierte necesariamente en pecado si no se acepta. En la tentación a Jesús, su humanidad le permitió apreciar toda la fuerza de los embates del diablo, que pusieron a prueba la perfección de su persona, pero que al final no pecó (Heb. 2:18; 4:15). Él resistió las tentaciones y triunfó. Sin embargo, los creyentes en Él, ante cualquier tentación o prueba del diablo, Dios nos promete que siempre estará dispuesto a liberarnos cuando esto ocurra (Mt. 26:41; 1 Co. 10:13; 2 P: 2.9; cf. 2 Co. 12:7–10).

 

Ahora bien el relato lucano nos dice que Jesús fue tentado en tres oportunidades por Satanás, pero también nos informa que estaba lleno del Espíritu Santo y en esa condición fue llevado al desierto, antes de empezar su Misión. Una situación similar sucedió con Adán y Eva cuando fueron colocados en el huerto del Edén, antes de empezar a hacer todo lo que Dios les había encargado. Aquí podemos obtener una lección: antes de empezar cualquier tarea debemos estar preparados y fortalecidos espiritualmente, confiando en el poder del Espíritu de Dios. Sin embargo, la soledad puede ser propicia para dar lugar a la intervención del enemigo, quien acecha sin piedad, aprovechándose nuestra debilidad carnal. Siempre es bueno hacer un alto en el camino y estar a solas para meditar, reflexionar, estar lejos de cualquier influencia humana. Para luego salir fortalecidos y seguros de cumplir la tarea que nos ha tocado realizar.

 

La primera tentación es la de convertir las piedras en pan, en el desierto. Sin duda que la seducción en medio del ayuno de cuarenta días es maliciosa, ya que Satanás le propone a Jesús poner a prueba todo su poder para vencer el hambre. ¿Todo se reducía a lo material? Jesús le respondió: "Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios" (Dt. 8:3). Es muy cierto que hoy en día hay mucha hambre, millones se mueren sin probar un pedazo de pan en el mundo, sin embargo, la gran tentación es satisfacer el hambre sin atacar las causas que lo ocasionan. No sólo hay hambre por lo material, sino que hay el hambre espiritual y esa necesidad no puede ser satisfecha por alguna comida material. El alimento material y el alimento espiritual son necesarios para el buen desarrollo armonioso de toda persona. De ahí que Jesús rechazó la tentación de comer alimento alguno, porque en ese momento Él estaba alimentándose del pan que su Padre le estaba dando.

 

La segunda tentación tiene que ver con el poder del mundo. Satanás lo lleva al lugar más alto para mostrarlo cuan poderoso es y como los reinos están sujetos a él. Por lo tanto, todo puede ser suyo si es que se postra ante el "dueño del mundo" Las Escrituras nos dicen que sólo a Dios debemos postrarnos y adorarlo, porque Él es el único Señor del universo. Mucha gente hoy en día es tentada a "vender su alma" al diablo a cambio de tener poder y riquezas. Dejan de lado su dignidad por conseguir más poder. Hoy todo vale para conseguir fama, poder y dinero. Dios no es tomado en cuenta para nada. Jesús ante esta situación gravísima a la que es colocado, responde: "Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y solo a él servirás" (Dt. 6:13).

 

La tercera tentación, es el intento desesperado de Satanás de no querer perder y al instante le responde con una cita del Antiguo Testamento: "Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, pues escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden, y en las manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra" (Sal. 91:11-12). La astucia de Satanás no tiene límites, conoce las Escrituras al dedillo. Arrincona a Jesús a una situación, que pareciera no tuviera salida, más aún, si se encuentra en ese momento débil por la falta de alimento. Pero en medio de esa debilidad, Jesús saca fuerzas y le responde con la misma Escritura: "Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios" (Dt. 6:16). ¡Cuánto tenemos que aprender nosotros los creyentes de Jesús! Él no estaba dispuesto a hacer concesiones al mal, resistió tenazmente estas pruebas, y salió triunfante. Derrotó al enemigo en el campo de batalla y con las únicas armas que tenía: estaba lleno del poder del Espíritu Santo, su alimento era la palabra de Dios, su fidelidad al Padre para cumplir la Misión, su resistencia al mal.

 

Para nosotros hoy debemos tener muy en cuenta esta situación, ya que Satanás jamás estará contento en perder la batalla, atacará con fuerza y violencia, no descansará hasta lograr su cometido. El relato de Lucas termina con una advertencia: ¡Cuidado el enemigo huye pero vuelve! El diablo se fue temporalmente de la presencia de Jesús, pero regresó y atacó a uno de sus discípulos, Judas Iscariote (Lc. 22:3). Satanás a través de él quiso destruir el plan de salvación de Jesús.

 

Oremos al Señor para que su Espíritu nos llene de poder y nos de las fuerzas necesarias para vencer toda tentación que viene del enemigo y podamos resistir hasta el final, recordando las palabras del apóstol Pablo: somos más que vencedores. (cf. Ro. 8:28-39).  Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

         


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