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DOS MILAGROS Y UN MISMO RESULTADO: SANIDAD

 

(Marcos 10:46-52; Hechos 3:1-13)

 

Mucha gente hoy en día se pregunta si actualmente existen los milagros y quién los realiza. Algunos consideran que hay personas que lo realizan y otros que es Dios quien los hace. En esta oportunidad vamos a reflexionar en torno a dos textos bíblicos que nos relatan dos acontecimientos distintos en los personajes y en el tiempo. Veremos en el desarrollo que el que realiza los milagros es Jesucristo, el Hijo del Dios viviente. Nosotros somos simplemente sus colaboradores que recibimos poder de Dios que está en los cielos.

 

En este primer caso, en el evangelio según Marcos, capítulo 10:46-52, el evangelista nos informa que es el mismo Jesucristo quien realiza este milagro en forma directa:

 

"Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino".

 

Por otro lado, otro evangelista llamado Lucas nos relata en su libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 3:1-13, que dos discípulos de Jesucristo, llamados Pedro y Juan, realizan un milagro en Su nombre:

 

"Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido. Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad".

 

Entre ambos acontecimientos existe una buena cantidad de años y contextos diferentes, en el primer milagro, éste se realiza antes de la resurrección de Jesucristo; en el segundo milagro, éste ocurre después de Su resurrección. Sin embargo, hay un paralelo entre ambos, pero el resultado es el mismo: sanidad. Y esto para que se cumplieran las profecías de Jesús: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Mr. 16:17-18).

 

Veamos esta relación en el siguiente esquema comparativo:

 

Jesús y los discípulos vinieron a Jericó, junto con una multitud.

Pedro y Juan subían juntos al templo, a la hora de la oración.

Un ciego llamado Bartimeo, estaba sentado junto al camino mendigando.

Y traían a un hombre cojo de nacimiento para ponerlo en la puerta del templo para pedir limosna.

Oyendo que Jesús estaba por ahí, comenzó a gritar insistentemente: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!

 

Viendo a Pedro y Juan que iban a entrar al templo, les rogaba que le diesen limosna.

Jesús se detuvo, mandó a llamarle, lo animaron a que tenga confianza y que se levantara.

Pedro, con Juan, mirándolo fijamente, le dijo: Míranos.

Él arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.

El obedeció y esperaba recibir algo de ellos.

Jesús le pregunta: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.

Pedro le dijo: no tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.

Jesús responde: Vete, tu fe ha salvado. Al instante recobró la vista.

Y tomándole de la mano le levantó y así fue. Y saltando se puso de pie y anduvo.

Y seguía a Jesús en el camino.

Y saltando se puso de pie y anduvo, y entró en el templo con ellos, andando, y saltando, y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio.

 

Sin duda que la reflexión que viene a nuestra mente, es que nosotros también podemos realizar milagros en el nombre de Jesucristo, el Hijo del Dios viviente. No sólo los milagros fueron una experiencia de siglos atrás, sino que lo son ahora también. Si los discípulos de Jesús lo hicieron en mérito de Su promesa, ¿por que ahora, nosotros sus discípulos, no podemos realizar estas maravillas provenientes de Dios?

 

Una gran verdad salta a la vista, si no tenemos fe en el Señor Jesucristo como un grano de mostaza, no recibiremos el poder del Espíritu Santo, por lo tanto, nada podemos hacer. ¿Estamos convencidos de esta gran verdad? ¿Cómo estamos poniendo en práctica nuestra fe y el poder de Dios, en aquellos que necesitan de su amor?

 

Si usted no está convencido de que los milagros de Dios se realizan todavía, déjeme decirle que hoy en día existen miles de ciegos que ven; miles de cojos que andan y saltan; miles de cancerosos sanados; miles de desahuciados que viven más allá de los pronósticos médicos; miles de personas con sida que ha sido curadas; miles de personas con graves problemas de todo tipo y los han resuelto; todos ellos, en el bendito nombre de nuestro Señor Jesucristo.

 

El milagro se da en una situación límite humana, fuera de lo normal, pero es el Señor quien actúa con todo su poder en esa situación límite. En muchos casos, utilizándonos como sus instrumentos, tal el caso de Pedro y Juan. Hoy también el Señor de la Vida nos está llamando a realizar grandes milagros en Su nombre en nuestro propio entorno social.

 

¿Hemos recibido sanidad de parte del Señor?  ¿Estamos listos para seguirle a Él y adorarle? ¿Hemos recibido poder del Espíritu Santo?

 

No olvidemos, el Señor nos está llamando, necesita nuestras manos. ¡Ojala que estemos listos! Que el Señor Jesucristo fortalezca nuestra fe. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

      


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