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 CUANDO LA IRA DE DIOS SE HACE PRESENTE

 

(Números 11)

 

Todo el capítulo once del libro de Números, que es parte del relato del éxodo del pueblo de Dios en el desierto, nos da a conocer tres situaciones: las quejas del pueblo contra Dios, la ira de Dios y la respuesta de Dios a las necesidades del pueblo. Aquí podemos ver cómo el pueblo de Dios, ante la hambruna, se queja contra Dios y le reclama a Moisés el por qué están pasando esta necesidad. Esta queja, enciende la ira de Dios enviando fuego a una parte del campamento. Es la respuesta de Dios ante la incredulidad de la gente, del reclamo airado, del no saber esperar Su respuesta, el querer volver a la esclavitud. Ante esta acción de Dios, el pueblo asustado, clama a Moisés para que pare el fuego y no los consuma. Dios escucha la oración intercesora de Moisés y el fuego se extingue. En esta parte del relato vemos cómo el pueblo se enoja contra Dios porque no recibe la ayuda de inmediato. Le reclaman a Dios el por qué salieron de Egipto para venir al desierto y morir de hambre. Esta situación puede hacernos recordar a nosotros mismos, cuando no recibimos la ayuda inmediata de parte de Dios, renegamos, cuestionamos nuestra fe, nos volvemos incrédulos, perdemos la paciencia y la esperanza, finalmente, le echamos la culpa a Dios de todo lo que nos pasa.

 

En medio de la desesperación y del hambre, el pueblo empieza a recordar los días que en Egipto tenían abundancia de alimentos. Estaban en esclavitud, pero tenían para comer y vivir en una vivienda. Ellos añoraban aquello y no tenían ningún ánimo de esperanza en la respuesta de Dios. Para ellos, Dios estaba lejos, era un dios mentiroso o no existía más. Este es el momento en que se pone a prueba nuestra fe y esperanza en Dios. También Moisés le reclama a Dios por lo que están pasando. En medio del dolor y la queja, Dios le dice a Moisés que el pueblo comerá, no un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes entero. ¿Cree Moisés lo que el Señor le está diciendo? ¿Creemos nosotros también a las promesas del Señor? Moisés no tiene mucha seguridad y le pregunta a Dios cómo se va a hacer todo lo que le está prometiendo. Muchas veces, solemos pasar necesidades, desgracias, tormentos, angustias, temores, dolor, enfermedad, dudas, injusticia y desprecio, y ante ello, nos viene la duda acerca de las promesas que Dios nos ha hecho. Seguramente pasa por nuestra mente: ¿Cómo puede ser posible que Dios permita esto en mi vida? ¿Cómo puede Dios ayudarme con mis deudas o proveer para mí, si no tengo ingresos? ¿Señor, cómo podrás sacarme del pozo en que he caído? ¿Creemos o dudamos?

 

Ante la duda de Moisés, Dios le responde: ¿Acaso se ha acortado mi mano? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no. Es como si Dios le dijera a Moisés: "¿Acaso soy un hombre, y tú crees que puedas limitarme? ¿Mis capacidades ya no son adecuadas? ¿Ya no soy Dios? ¿Por qué te preocupas sobre cómo cumpliré con lo que he dicho?" ¿Qué le diríamos al Señor, si estuviéramos en la misma condición de Moisés, hoy en día? Bueno, después de este diálogo, entre Moisés y Dios, vino un viento del Señor, y trajo codornices del mar, y las dejó sobre el campamento y en todo su alrededor. ¡La respuesta oportuna de Dios no se hizo esperar! Todo el pueblo recogió las codornices, había en abundancia, todos comieron hasta saciarse. Sin embargo, aquellos que se habían quejado contra Dios, fueron consumidos por una plaga que Dios les envió. Ellos pecaron contra Él, en vez de orar y esperar su respuesta, le recriminaron y se rebelaron contra su majestad. Fueron soberbios y no aceptaron la manifestación de Dios. La ira de Dios se hizo presente una vez más. ¿Cuánto de esta experiencia podemos aprender en estos días difíciles? Ante todo ello, debemos tener presente las palabras del profeta Jeremías en su libro Lamentaciones: "Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad." (Lamentaciones 3:22-23). Dios por su misericordia quita toda ira o enojo sobre nosotros, si reconocemos y nos arrepentimos, que hemos pecado contra Él o nos hemos apartado de sus caminos. Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9), misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, grande en misericordia (Salmo 103:8). Que nuestro clamor sea: restáuranos, oh Dios de nuestra salvación, y haz cesar tu ira sobre nosotros (Salmo 85:4).

 

Pidamos con humildad y fe a nuestro Dios que nos provea lo necesario para nuestras vidas y sepamos esperar su voluntad, sin recriminarle nada a Él. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

                                                         


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