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    DOLOR Y LAMENTO DE UN PROFETA

 

(Jeremías 20:1-18)

 

Muy pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre la situación personal de un profeta. Consideramos sus profecías como palabra de Dios, sin tener en cuenta su contexto social. En este caso resulta extraño ver cómo el profeta Jeremías llega a un momento de maldecir el día de su nacimiento y su misión, quedando de lado el llamamiento que el Señor le hizo desde el vientre de su madre para ser su profeta (Jeremías 1:4-10). Bien sabemos que la labor del profeta Jeremías fue llamar al arrepentimiento al reino de Judá y principalmente a los reyes Josías, Joacim o Joaquim y Sedecías o Sedequías, debido al castigo impuesto por Dios de que serían conquistados por los caldeos si no volvían su corazón hacia Él. Sin duda que su ministerio profético no fue fácil y estuvo lleno de dificultades y adversidades. Un caso a tomar en cuenta es lo ocurrido con Pasur, sacerdote de la casa de Jehová, que no le agradó lo que Jeremías profetizaba contra Judá. La reacción de Pasur fue encarcelar a Jeremías en un cepo por un día. Luego, después de estar libre, Jeremías le dice a Pasur que Jehová le ha cambiado su nombre por Magor-misabid, que significa: terror por todas partes. Sería bueno conocer en que consiste la profecía contra este sacerdote y contra Judá: "Porque así ha dicho Jehová: He aquí, haré que seas un terror a ti mismo y a todos los que bien te quieren, y caerán por la espada de sus enemigos, y tus ojos lo verán; y a todo Judá entregaré en manos del rey de Babilonia, y los llevará cautivos a Babilonia, y los matará a espada. Entregaré asimismo toda la riqueza de esta ciudad, todo su trabajo y todas sus cosas preciosas; y daré todos los tesoros de los reyes de Judá en manos de sus enemigos, y los saquearán, y los tomarán y los llevarán a Babilonia. Y tú, Pasur, y todos los moradores de tu casa iréis cautivos; entrarás en Babilonia, y allí morirás, y allí serás enterrado tú, y todos los que bien te quieren, a los cuales has profetizado con mentira"

 

Esta situación produce el siguiente lamento en Jeremías: "Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude. Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes: Denunciad, denunciémosle. Todos mis amigos miraban si claudicaría. Quizá se engañará, decían, y prevaleceremos contra él, y tomaremos de él nuestra venganza. Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán, y no prevalecerán; serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán; tendrán perpetua confusión que jamás será olvidada. Oh Jehová de los ejércitos, que pruebas a los justos, que ves los pensamientos y el corazón, vea yo tu venganza de ellos; porque a ti he encomendado mi causa. Cantad a Jehová, load a Jehová; porque ha librado el alma del pobre de mano de los malignos. Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito. Maldito el hombre que dio nuevas a mi padre, diciendo: Hijo varón te ha nacido, haciéndole alegrarse así mucho. Y sea el tal hombre como las ciudades que asoló Jehová, y no se arrepintió; oiga gritos de mañana, y voces a mediodía, porque no me mató en el vientre, y mi madre me hubiera sido mi sepulcro, y su vientre embarazado para siempre. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?" Un dolor y lamento digno de tenerlo en cuenta en nuestro ministerio pastoral y profético.

 

Dolor y lamento en la persona de Jeremías, debe llamarnos a reflexión en el ejercicio del llamado del Señor. Lo que al comienzo parecía una tarea posible a realizar, resultaba muy difícil y complicada. Profetizar la palabra de Dios y pedir el arrepentimiento para no ser castigado por la mano poderosa de Dios, es una tarea que conlleva coraje y valentía. Jeremías tuvo que pasar una serie de atropellos, cárceles, maltratos y amenazas de muerte, por parte de los reyes. Ellos no querían escuchar la voz de Dios, menos, dejar de lado lo malo que estaban haciendo. Todo esto lleva a Jeremías a lamentarse de su existencia y el dolor que le ocasiona sufrir, por ser fiel al Señor. Es tal el dolor de Jeremías que llega a maldecir el día en que nació, hasta el punto de lamentarse de haber salido del vientre de su madre. Tal es la afrenta contra Jeremías, que gime en lo profundo de su ser y se llena de angustia y dolor, por todo lo que le está pasando. Al reflexionar el caso de Jeremías y otros, uno llega a sentir, que muchas veces nos pasa lo mismo cuando vemos que pareciera inútil lo que estamos haciendo como siervos del Señor, como profetas o misioneros. Las autoridades de la iglesia, de la sociedad o de algún organismo, muchas veces no quieren oír la voz de Dios y se resisten a dejar de hacer lo malo. Como reacción viene la persecución, el maltrato, la cárcel, las amenazas, la marginación, el oprobio, los insultos, las mentiras y hasta la muerte. ¡Cuántos casos similares existen en el mundo contra los siervos del Señor! Hoy en día, no es fácil elevar una voz profética, como pueblo de Dios, en medio de una sociedad corrupta y violenta, que prefiere vivir sus propios valores, lejos de la palabra de Dios.

 

Pidamos al Señor que nos dé el coraje de aceptar Su llamado y nos dé la valentía de anunciar Su palabra en todo tiempo y lugar. Que su misericordia nos acompañe. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

                                 


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