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    UN LLAMADO PECULIAR

 

(Amós 7:14-15)

 

Cuando el profeta Amós fue recriminado por el sacerdote Amasías para que no profetice, él respondió de la siguiente manera: "No soy profeta ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero y recojo higos silvestres. Y Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: 'Ve y profetiza a mi pueblo Israel.'” Sin duda que se estaba refiriendo a un llamado peculiar del Señor. Esta afirmación del profeta nos puede hacer recordar nuestro llamado del Señor, en algún momento de nuestras vidas y al lugar donde nos encontrábamos. Es muy probable que muchos de nosotros tengamos anécdotas sobre nuestro llamado. La reflexión sobre el llamado de Dios, tiene un aspecto muy peculiar: Él nos llama, tal como somos, y desde donde estemos. De este tema, hay muchos ejemplos en la Biblia y en la historia de la Iglesia.

 

La respuesta de Amós al sacerdote Amasías es sincera, no es ambigua o prepotente. Él es un boyero, uno que guarda los bueyes o los conduce. Además, de ello es un recogedor de higos silvestres. Esa es su ocupación u oficio. Su perfil personal debe haber sido el de una persona ruda, sin mucha educación, de pocas palabras. Desde esa condición, Dios lo llama para ser su profeta y para que denuncie la corrupción de las élites, la injusticia social y el ritualismo ajeno al compromiso de vida, anunciando el fin de Israel. Por este hecho fue acusado por el sacerdote Amasías de conspirar contra el rey Jeroboam. Amós quiere dejar bien claro que él no se ha atribuido el rol de profeta, sino que es Dios quien lo ha llamado ser su voz, su profeta. Es muy probable que Amós no tenía ninguna noción de lo era ser un profeta, ni había estudiado en una escuela para ello. Al llamado de Dios, Amós respondió y empezó a denunciar todo aquello que estaba en contra de su voluntad. ¡Así empezó el ministerio profético de Amós, con un llamado peculiar de Dios. Esto no nos debe parecer extraño. El Señor llama a quien quiere, cuando quiere y en el lugar que se encuentre la persona. Ejemplos tenemos en la Biblia en demasía. Solo basta citar a Moisés, David, Jeremías, Pedro, Pablo. En la historia de la Iglesia, existen muchos ejemplos, hasta el día de hoy.

 

¿Desde dónde fuimos llamados por el Señor para ser sus siervos, sus profetas o sus pastores?. Cada quien puede hacer un recuento de su llamado. En mi caso, quisiera compartir desde donde me llamó el Señor para ser su siervo. Estudiaba Administración en una universidad estatal por la noche y trabajaba en el día en una fábrica prestigiosa de colchones. En esa situación, el Señor me llamó para ser su siervo. Yo no sabía nada de la fe ni del manejo de la Biblia. Era un neófito en todo sentido. Mi mundo era los libros y estar entre los colchones. Esa era mi vida rutinaria. De pronto, un día el Señor me condujo hacia un siervo suyo para llevarme a la iglesia metodista y conocerle. Al comienzo, al estar en el templo, me sentía como sapo de otro pozo. Al poco tiempo recibí una llamada del obispo de la iglesia para invitarme a trabajar en la Iglesia, como administrador de la librería que tenía la iglesia. Había que tomar una decisión. Quedarme entre los colchones y con un buen sueldo o aceptar la propuesta del obispo. Al final dejé la fábrica de colchones y me puse al frente de la librería. Mientras tanto, el Señor me estaba preparando para algo mayor. Poco a poco, fui conociendo más acerca de las cosas de Dios y de Su palabra. De pronto, sentí el llamado del Señor para ser un pastor de su rebaño. El obispo me invitó a prepararme en Argentina por cinco años. Eso implicaba dejar mi familia y mis amigos. Puse en oración la decisión y acepté el reto de estudiar fuera del país. Al pasar el tiempo, regresé al país con mi esposa e hijo, para ponerme al servicio de la Iglesia. Ha pasado el tiempo y he llegado a ser presbítero y obispo de la Iglesia. Este llamado del Señor para que sea su siervo, lo considero como algo peculiar de Dios.

 

Sería bueno, dar nuestro testimonio personal de cómo el Señor nos ha llamado para ser sus siervos, en las diversas áreas de la Iglesia, para que muchos puedan ser animados a responder el llamado del Señor. Muchas veces se piensa que para servir al Señor hay que estudiar, tener títulos académicos, experiencia en un ministerio en especial, tener clara la vocación. Sin embargo, el Señor nos llama, obviando todo lo anterior. No digo que no sea importante, pero no es lo único para aceptar el llamado de Dios. Es bueno tener en cuenta que es muy importante obedecer al llamado con convicción y fe. No se trata de enrolarnos en la filas del ministerio pastoral o diaconal, por una simple emoción. El llamado es una opción de por vida. Si no es así, muy pronto, en el camino, desertaremos o nos frustraremos. Como testimonio puedo decir, que no fue fácil aceptar el llamado del Señor, pero a cambio he recibido infinitas bendiciones de parte de Él, tanto en lo personal como en lo familiar.

 

Que el Señor nos de la capacidad de aceptar su llamado y tengamos la convicción de seguirle como sus discípulos, listos para pastorear Su rebaño. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

                                 


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